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Economía

La inflación del 2% en España cuestiona los planes de Draghi y Bruselas

España está en recesión, pero los precios siguen subiendo. El IPC adelantado de abril arrojó un alza del 2 por ciento y esto puede sembrar dudas sobre los planes del presidente del BCE y Bruselas para que España recupere su competitividad y empiece a salir del agujero por la vía de las exportaciones, tal y como contempla el programa de estabilización presentado por el Gobierno a la UE.

Mario Draghi ya habla de un "crecimiento compacto" para salir de la crisis europea. ¿Qué significa esto? Pues que no debe crecer sólo Alemania y el norte. Deben aplicarse políticas para que también crezcan los países de la periferia. ¿Y cómo se hace eso? Por un lado, se han de dar pasos hacia una unión fiscal que disipe las dudas sobre el euro y restaure la financiación a precios razonables. Pero por otro los países del sur deben mantener sus costes laborales y por tanto su inflación más baja para recuperar competitividad, al tiempo que los alemanes deben fomentar las subidas de salarios y el consumo y aceptar una inflación más alta que la media. Eso contribuiría a que el sur restablezca parte de su competitividad y se reequilibren las economías.

Alemania debe fomentar el consumo

Lo ideal sería que España registrase un índice de precios al consumo alrededor del 1 por ciento mientras que en Alemania se anotasen repuntes cercanos al 3 por ciento. De este modo, la media europea de la inflación quedaría anclada en el 2 por ciento que tiene como objetivo el Banco Central Europeo. Cuando se le ha interrogado al presidente del BCE por las diferencias de inflación entre países, éste siempre ha respondido que representaría una vía para igualar la competitividad… Pero IPC del 2 ciento en España cuestiona esta estrategia de salida. Las subidas de impuestos y los precios del combustible están socavando este ajuste.

No obstante, estos planes se enfrentan a la resistencia visceral de los alemanes a padecer una inflación superior al 2 por ciento. El debate intelectual está servido. Cuando Alemania tuvo que digerir la reunificación y su economía se atragantaba, el resto de Europa disfrutó de unos tipos de interés demasiado generosos y que azuzaron el endeudamiento. Se mantuvo una política monetaria acomodada a las necesidades de Berlín. Además, el cálculo de la inflación nunca tuvo en cuenta el comportamiento de los precios de activos como el inmobiliario. Por eso, el entorno de la Comisión Europea pide ahora una mayor flexibilidad a los teutones.

Hollande entra en escena

Draghi explicó la semana pasada que entendía la reticencia de Berlín a pagar las deudas y déficit de los países periféricos. Sin embargo, añadió: "Alemania también tiene que darse cuenta de que el crecimiento nos permitirá solventar una gran parte de nuestros problemas", declaración que además se interpretó como una concesión al candidato socialista a la presidencia francesa, François Hollande.

La entrada de Hollande en la escena política europea reclamando un mayor énfasis para las políticas de estímulo supone la ruptura del consenso francoalemán sobre las políticas de austeridad…. en especial para los otros. Merkel ya presentó junto a Sarkozy una agenda del crecimiento. Pero esto sólo implicaba que los demás se aplicasen las reformas. La idea más bien consistía en que la austeridad y las medidas estructurales terminarían forzando los ajustes de salarios.

Ahora que la canciller ve a Hollande con muchas posibilidades de victoria, ha cedido y plantea el uso del Banco Europeo de Inversiones para que promueva la actividad. O sea, que habrá alguna ayuda para los países que cumplan. Sin embargo, que nadie se equivoque: la canciller diagnostica un exceso de endeudamiento y falta de competitividad en elsur. Y eso traducido del alemán sólo tiene una cura: los sacrificios.

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