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Economía

La salida de la crisis podría retrasarse más de lo que espera el Gobierno

Aferrado a la feliz apertura de los mercados de principios de enero, el Gobierno vaticinaba a comienzos de año un mejor 2013. Bastaron unas pocas palabras de Draghi para que se operase el milagro y el Gabinete de Rajoy vislumbrase que los inversores volvían, Europa se desperezaba y nuestro sector exterior estaba listo para aprovechar el tirón. La luz por fin asomaba entre los nubarrones de la lontananza.

Sin embargo, los primeros datos económicos conocidos este año revelan una recesión más intensa de lo previsto, y auguran una salida aún más tardía.

Los registros de PIB del último trimestre de 2012 en Europa son peores de lo esperado. La zona euro retrocedió en el final de 2013 un -0,6 por ciento, la tercera contracción más intensa de toda la crisis. En España, la actividad en el mismo periodo se contrajo un -0,8 por ciento, prácticamente el doble de lo pronosticado por muchas casas de análisis.

Semejante inercia hace imposible que el 2013 empiece a buen ritmo. El consumo de luz en febrero ha sufrido uno de sus mayores batacazos. Corregido el efecto del calendario y las temperaturas, la demanda eléctrica cae un 5,5 por ciento con respecto al año anterior. Y las ventas de autos se han desplomado en febrero un 9,8 por ciento anual.

La inversión no repunta

Mientras que el desempleo es un indicador retrasado del comportamiento de la economía, estos guarismos sí señalan su actual estado. Y el mejor termómetro del futuro lo constituye la inversión. Ésta se desplomó en el cuarto trimestre de 2012 un -3,9 por ciento; en parte por el hundimiento del consumo, que retrocedió un -1,9 por ciento; en parte por la ralentización de las exportaciones, que cedieron un -0,9 por ciento.

De modo que las perspectivas para el año permanecen sombrías. Las previsiones de invierno de la Comisión Europea para la inversión en España se sitúan en una descorazonadora disminución del -6,6 por ciento. Lamentablemente, en tanto no haya inversión, no se creará empleo, y ello seguirá repercutiendo de forma negativa sobre la demanda nacional.

Otro año sin crédito

El otro factor determinante estriba en el crédito a las empresas y familias. La sequía se ha acentuado y los préstamos se redujeron en diciembre un -4,5 por ciento en términos interanuales, frente a un 3,6 por ciento anotado en septiembre.

Tras descender en 100.000 millones durante 2012, este año el crédito podría experimentar una erosión similar, para colocarse en niveles más próximos a los de 2005, sobre un 150 por ciento del PIB. Conforme las entidades reconocen pérdidas y se recapitalizan, la financiación podría mejorar en 2014, siempre muy lejos de la tasas de incremento de hasta el 25 por ciento ocurridas en medio de la burbuja.

Al mismo tiempo, el tirón de Europa se desvanece. Francia, el bulto sospechoso de la economía europea para este año, posiblemente obtenga en 2013 un crecimiento absolutamente plano. Y Alemania podría crecer apenas unas cinco décimas, una cantidad insuficiente para empujar al resto.

La espiral recesiva

El inconveniente para España es que sus Presupuestos han sido cuadrados a martillazos, con la vista puesta en un decrecimiento de la economía del -0,5 por ciento. Pero en estas condiciones nos precipitaremos fácilmente hacia el entorno del -1,5 por ciento, lo que infligirá un agujero todavía mayor en la recaudación y la Seguridad Social, al soportar un paro que alcanzará el 27 por ciento de la población activa.

Con tales números, se agita el fantasma de la espiral recesiva. Grecia lleva ya varios años sin escapar de la recesión. La crisis financiera se tornó primero en soberana y hace ya tiempo que se identifica con una de productividad, lo que finalmente la ha conducido hacia una crisis política e institucional. La población padece la fatiga de las reformas, como demuestra Italia.

La propia lección de aplicar las reformas en Alemania consiste en que éstas precisan contraprestaciones para los ciudadanos. El canciller Schröder reformó el Estado del Bienestar germano a cambio de aumentar el gasto público. Es más, muchas veces las reformas cuestan dinero, como formar a todos los jóvenes en paro o recapitalizar todavía más a las entidades.

Las buenas noticias

Por todo ello, este año Bruselas posiblemente se muestre bastante más indulgente con la disciplina presupuestaria, lo que brindará un poco de margen al Gobierno de Rajoy.

Además, España no es Grecia. Ha conseguido engordar la recaudación tributaria en medio de la crisis. Ha avanzado mucho en la recapitalización de sus entidades financieras. La balanza por cuenta corriente ya recoge saldos positivos. Y el sector exterior aguanta pese a la pérdida de demanda de la eurozona y carecer de crédito. En cuanto arranque, Europa nos arrastrará.

El comisario europeo Olli Rehn resumía el actual escenario a la perfección: “La debilidad de la economía en el último tramo de 2012 implica un comienzo desde niveles más bajos. Tenemos datos decepcionantes del final del año pasado, algunos indicios más alentadores del pasado más inmediato y la creciente confianza de los inversores en el futuro”. Sólo que ese futuro parece que llegará con algo más de retraso a España, muy probablemente en 2014.

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