Quantcast

Economía

Rajoy comienza una nueva ofensiva para evitar la intervención de España

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el Congreso.

Los tiburones sólo enseñan la aleta cuando han tomado la velocidad necesaria para abalanzarse sobre su presa. El presidente Rajoy ha visto la aleta del escualo y se mueve a la desesperada para librarse de la dentellada de la intervención.

Con la prima de riesgo superando los 600 puntos, un documento interno manejado en Moncloa explica que no entienden la actitud de los alemanes o si incluso están dispuestos a que Europa se rompa en dos velocidades.

Los españoles están desconcertados. Ya se trazan paralelismos con el Tratado de Versalles y cómo entonces se humilló a toda una nación, en aquella ocasión Alemania, en el Salón de los Espejos. Otros hablan de ese punto irracional de los germanos, que irrumpe cada cierto tiempo para arrasar Europa. Montoro hizo público que no había dinero en las arcas y Margallo exigió que se emplease a ese banco central “clandestino”. Algunos del PP hasta comentaban indignados: “Qué se creen los hijoputas del BCE para dejar que se destruya así la moneda única y toda la construcción europea”.

Rajoy se abraza a Monti

Rajoy ya amagó una vez con suspender pagos para conseguir que Berlín abra un poco la mano respecto al rescate a la banca. Pero no puede abusar de las amenazas, porque corre el riesgo de que Merkel le diga que adelante con la quiebra. Así que la estrategia de Madrid se vuelca de nuevo en reforzar la alianza con los compañeros de penas del sur.

Consciente de lo que se juega y de que ha agotado casi todas sus balas tras anunciar el recortazo, el presidente está moviendo cielo y tierra. Ha reducido al mínimo su agenda pública, por un lado, para evitar exponerse a la rabia ciudadana y, por otro, para concentrarse exclusivamente en sus esfuerzos europeos. Fuentes de Moncloa reconocen que se están manteniendo contactos continuos con todos los líderes y que los distintos equipos trabajan juntos desde hace meses.

El entorno de Rajoy confía en repetir el ya olvidado éxito del anterior Consejo Europeo, cuando hicieron pinza con Italia y Francia para presionar a Merkel. El ministro José Manuel García-Margallo se reunía ayer y hoy en Mallorca con once ministros de Exteriores de la UE. Allí, busca hacer entrar en razón a los alemanes para que compren deuda y se alivie la tensión financiera.   

Rajoy y Monti maniobran para concitar apoyos con los que dar un golpe sobre la mesa en Bruselas y Fráncfort. El año electoral que hay por delante en Alemania es demasiado tiempo, así que juntos procuran meter prisa a Merkel y exhibirán su resistencia a las políticas tudescas el próximo 2 de agosto en Madrid.

Pero Rajoy no se ha quedado sólo ahí. El jueves, el presidente no defendió el ajuste en el Congreso y sólo se presentó para votarlo porque tenía una reunión urgente y que no aparecía en la agenda con Peter Loëscher, el presidente de Siemens. Éste tiene intereses en España y publicó hace escasas semanas junto al presidente de Axa, Henri Castries, y el de Telecom Italia, Franco Bernabé, un artículo titulado ‘No queremos que Europa tire la toalla’. Rajoy intenta que figuras de mucho peso en Alemania hagan lobby en los pasillos berlineses a favor de nuestra causa.  

Al mismo tiempo, las conversaciones entre el PP y figuras de la CDU siguen fluyendo, en especial a través de la fundación Konrad Adenauer, el think tank de los germanos con una sede en España.

Las dos Europas 

Si antes parecía que las tensiones soberanas escalarían hasta tocar las orillas del Sena y finalmente forzarían la actuación del BCE, ahora los mercados vislumbran una Europa a dos velocidades. La decisión del BCE de no remunerar los depósitos a un día ha obligado a los inversores a destinar los fondos a la deuda pública francesa y belga si quieren obtener alguna rentabilidad, lo que ha rebajado sus primas de riesgo y ha establecido una línea divisoria entre los países que se consideran en el núcleo duro del euro y los que corren el riesgo de quedarse fuera.

España e Italia se han quedado rezagadas y rodeados por los depredadores. En el caso español, las heridas por las que mana la sangre que atrae a los carroñeros han sido Bankia y la Comunidad Valenciana. La primera ha obligado a solicitar el rescate a la banca y por tanto poner el cinturón de castidad a las únicas entidades dispuestas a comprar nuestra deuda, por lo que la demanda en las subastas del Tesoro ha caído hasta niveles demasiado ajustados. La intervención de Valencia ha despertado el fantasma del Estado central teniendo que asumir los compromisos financieros de demasiadas autonomías.

El país corre además el riesgo de que la conflictividad social se recrudezca conforme los recortes tengan un efecto recesivo sobre la economía. Y todo ello se ve agravado por la imagen de un Ejecutivo y su partido encerrados en una torre de marfil. 

Por si acaso, el acuerdo de asistencia a la banca ya fija una cantidad, unos 30.000 millones, para otras necesidades de financiación del país al margen de las de las entidades. Sin embargo, esa cifra se antoja pequeña comparado con los 90.000 millones que ha de refinanciar España hasta finales de año.

El Tesoro apenas cuenta con un par de meses de liquidez. De modo que el documento del acuerdo europeo reconoce que el Estado español puede precisar más ayuda y abre la puerta a que se utilice este pacto para solicitar la intervención formal, justo el tiburón del que huye Rajoy.

Todas las historias de ajustes públicos con éxito se han visto acompañadas de financiación barata y la acumulación de endeudamiento privado. Esta vez no hay financiación y estamos hasta las cejas de deuda privada. El único camino posible es que el Estado tome dinero del BCE para estimular la actividad al tiempo que se ajustan los gastos estructurales como la estructura estatal y el tamaño del Estado del bienestar… Pero Merkel no tiene pinta de acudir al auxilio cual vigilante de la playa. ¿Se encuentran Rajoy y España al final de la escapada?

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.