Quantcast

Economía

De la Restauración de Cánovas a Podemos: las razones por las que la derecha española necesita abrazar el liberalismo

El líder de Podemos, Pablo Iglesias.

¿Sabían que España tiene una dispensa de la UE para que las copas de alcohol se puedan servir en los bares directamente de la botella y no con una medida o difusor? En efecto, la regulación europea obliga a que los locales administren las bebidas espirituosas con un dosificador. Sin embargo, nuestro país se encuentra exento de su cumplimiento por “motivos culturales”. Hasta ese grado se ha extendido la legislación de la Unión Europea. Y así no es de extrañar que la última vez que se publicó en papel todo el acervo legal comunitario, precisamente con motivo de la entrada de Croacia en la UE, los textos en croata alcanzaron en su conjunto la friolera de 340 volúmenes. La intromisión del aparato público estatal en la vida de los ciudadanos ha alcanzado unas cotas inimaginables. Y precisamente ése es uno de los ejes de la obra de Lorenzo Bernaldo de QuirósPor una derecha liberal, publicado por la editorial Deusto del Grupo Planeta.

Políticamente incorrecto a la par que filosóficamente impecable, Bernaldo de Quirós describe en su libro la victoria del Estado sobre el individuo, uno de los principales fundamentos de la actual crisis. Mientras que hoy muchos ponen el énfasis en la casta como el origen de todos los males que nos afligen, el autor se desmarca del pensamiento imperante y nos coloca delante del espejo: los políticos no son más que un reflejo de nosotros mismos y, por lo tanto, tenemos una enorme responsabilidad en la deriva.

Hemos permitido, cuando no jaleado, que el Leviatán estatal se desencadene y gane terreno conforme compra nuestras voluntades a golpe de impuestos y deuda. El Estado ha engordado sin freno porque “los Gobiernos democráticos europeos han demostrado una enorme sensibilidad ante las demandas de todos los grupos sociales y han sido incapaces de resistirlas”, sostiene Lorenzo.

Es decir, el sistema político vigente consiste en la compra de los mayores colectivos posibles de votantes. Valga el ejemplo del sistema de pensiones: si los 8 millones de jubilados recibiesen estrictamente lo que han cotizado, por lo general ingresarían bastante menos y la cantidad que se gastan la Seguridad Social y el Estado en prestaciones disminuiría drásticamente. Así, lejos de desatender las exigencias de la sociedad, la clase política las ha alimentado, lo que ha conducido a una inflación de derechos sin responsabilidades.

Las democracias han dejado de tratar a sus ciudadanos como seres adultos y han convertido la arena política en un gigantesco y carísimo jardín de infancia inviable en el medio y largo plazo

En definitiva, las democracias han dejado de tratar a sus ciudadanos como seres adultos y han convertido la arena política en un gigantesco y "carísimo jardín de infancia inviable en el medio y largo plazo", un hecho que han puesto todavía más en evidencia una demografía adversa y la competencia de otros países. La conexión entre derechos y deberes se ha roto. Las restricciones al poder se han diluido toda vez que se piensa que el Gobierno puede y debe resolver todos los problemas. Y por lo tanto la enfermedad que nos aqueja estriba más en un exceso de populismo que en un exceso de oligarquía, concluye Bernaldo de Quirós.

A su vez, el incensante cumplimiento de las expectativas creadas conduce a un endeudamiento crónico del Estado con las consecuencias de sobra conocidas durante la crisis soberana. Es más, este sistema del bienestar que en realidad degenera en un aparato de compra de votos financiado con el dinero y la deuda de los contribuyentes no ha servido para los propósitos de redistribución que lo justifican. Bernaldo de Quirós toma datos de Eurostat que apuntan que las transferencias públicas en España mejoran en muy poco las posibilidades de que un individuo evite la pobreza. O lo que es lo mismo, mucho gasto público para muy poca redistribución.

Al adquirir voluntades por doquier, el sector público se ha erigido en una suerte de Robin Hood miope que reparte sin criterio de eficiencia o justicia en lugar de construir un Estado más limitado pero cuyos esfuerzos se centran más eficientemente en los que pasan necesidad. Para este economista liberal, sólo con esa ganancia en eficiencia se podrá hacer frente a los retos que presenta el siglo que comenzamos. 

Sin embargo, muchas de las reacciones se orientan hacia el camino contrario: la demanda de más Estado. La condición de ciudadano y su consiguiente asunción de responsabilidades se ha erosionado. Aunque no lo menciona, la alusión al fenómeno de Podemos se antoja evidente.

En opinión del autor, la derecha española tendría que liderar la revolución contra el estatismo dominante. Pero ésta abandona el liberalismo con suma facilidad, atraída por las el inmovilismo conservador, el recurso a la tecnocracia o el ansia de ocupar el centro político. Como resultado, no hay apenas distancia entre los socialistas y los conservadores.

Y este análisis fácilmente se extrapola al Ejecutivo de Rajoy, un Gobierno con una mayoría absoluta y un mandato para el cambio pero que ha desperdiciado la oportunidad y simplemente administra el status quo refugiándose bajo un manto de pretendida tecnocracia.

Lecciones del turnismo

Dicho esto, Bernaldo de Quirós retrocede a los tiempos de la Restauración de Cánovas y Sagasta para extraer unos paralelismos y conclusiones harto relevantes a la hora de analizar la actual coyuntura. Al igual que el periodo de la Transición dio pie a uno de los momentos de mayor progreso y riqueza de la historia de España, el turnismo orquestado entre 1876 y 1923 supuso una época de gran libertad y prosperidad. Sin embargo, tras unos inicios dominados por el liberalismo que conllevaron gran crecimiento económico, los partidos de aquel entonces cedieron a los vicios de siempre: el corporativismo y los grupos de presión. El proteccionismo se instauró a favor del textil catalán, el acero vasco o los trigueros castellanos. La planificación económica, el dirigismo, los subsidios, los aranceles, la banca pública y las nacionalizaciones proliferaron, y ese tipo de políticas recortó sustancialmente cualquier capacidad de crecimiento.

Los propios liberales de la época nunca se mostraron capaces de tomar medidas por miedo a perder apoyos. Al mismo tiempo, en lugar de exigir una renovación del marco institucional, los intelectuales sobredimensionaron la crisis del 98 y fomentaron la pérdida de fe en el sistema. La desaparicion de los restos del imperio sentó además las bases para el arraigamiento de un nacionalismo periférico que se sumó al ataque del catolicismo, de un PSOE revolucionario y de unos movimientos sindicales de corte anarquista que sembraron el terror. Todas estas fuerzas reaccionarias acabaron haciendo una pinza a la hora de formular reivindicaciones inasumibles y propiciaron la caída de un régimen corrompido por el caciquismo y que no se supo renovar. Se perdió la oportunidad de establecer un parlamentarismo de corte liberal a imagen del británico y se terminó en manos del general Primo de Rivera.

Por una derecha liberal representa una poderosa llamada de atención en contra del pensamiento dominante, una visión imprescindible para entender el transfondo de la crisis institucional y económica que nos asola

Aunque con bastantes matizaciones, desde entonces las ideas liberales nunca más han tenido la oportunidad de influir con una fuerza decisiva en los designios de España. Y en la actualidad parece fácil deducir que se están conjugando ingredientes muy similares que bien podrían desembocar en un resultado idéntico. La aparición de formaciones antisistema con un discurso populista, el carácter profundamente crítico y agresivo de los medios, las fuerzas centrífugas del nacionalismo y dos partidos instalados en el poder que se antojan vacíos de ideas y que a duras penas rompen con el inmovilismo. Por más que el sistema heredado de la Transición haya creado toneladas de riqueza, el desánimo se reproduce y cuaja la sensación de que el modelo necesita un reajuste de dimensiones considerables. El dilema es impepinable: o reforma o ruptura.    

Pero ni por ésas. En un país en el que muy poca gente lo entiende y mucha menos lo profesa, más dosis de liberalismo constituyen la llave del camino hacia la prosperidad. Y LBQ repasa en su obra un buen número de medidas que hay que adoptar para fortalecer las instituciones y recobrar el crecimiento, desde la separación real de poderes a la elección directa de candidatos pasando por el cheque escolar, una rebaja de impuestos o la puesta en marcha de un federalismo competitivo que posibilite el encaje de Cataluña. 

Por una derecha liberal representa una poderosa llamada de atención en contra del pensamiento dominante, una visión imprescindible para entender el transfondo de la crisis institucional y económica que nos asola. Sin embargo, nada hace pensar que éste o cualquier otro Gobierno a la vista vaya a liberarse de las cadenas del inmovilismo cortoplacista. La historia puede repetirse y España podría perder de nuevo una oportunidad histórica de regenerarse y garantizar a sus ciudadanos otro periodo de libertad y prosperidad en los años venideros.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.