Quantcast

Economía

Rajoy brindará una rebaja del IRPF equivalente a los 400 euros de Zapatero

El recorte del IRPF que planea Mariano Rajoy tendrá un impacto de unos 4.500 millones de euros, lo mismo que costó la ocurrencia de Zapatero de regalar los famosos 400 euros. Según fuentes conocedoras de la reforma, la Comisión de expertos que preside Manuel Lagares quería ir más allá de un cambio cosmético en el Impuesto de la Renta, con un mínimo exento para las familias y una reducción de tipos y tramos que en parte se compensaría con una reclasificación del IVA de algunos productos que dejase fuera la hostelería.

Sin embargo, pese a que Hacienda ve estas propuestas con buenos ojos, no podrá aplicarlas en su totalidad debido a las actuales restricciones presupuestarias y electorales. Así que las medidas del Ministerio se concentrarán, sobre todo, en ayudar a las rentas bajas y con hijos, tal y como el propio Cristóbal Montoro ha recordado en varias ocasiones. Para las rentas más altas, la rebaja tributaria simplemente tendrá que esperar.

El grupo de sabios pretendía recomendar que se calcule un mínimo de gasto vital por unidad familiar al que se le irían sumando cantidades adicionales por hijos y ascendientes a cargo. A continuación, esta cifra se restaría directamente de la base imponible. Sin embargo, esta rebaja podría posponerse 'sine die', debido a que su coste supera los cerca de 4.500 millones que quiere bajar Montoro.

El muro presupuestario de 2015

Tras haber acometido medio centenar de alzas tributarias, Rajoy iniciará la senda para revertir algunas subidas. Pero lo tendrá que hacer muy tímidamente, ya que en 2015 aún habrá de reducir el déficit en unos 16.000 millones, un auténtico muro presupuestario difícil de sortear. Apenas tocará el ahorro reduciendo alguno de los tramos, y si acaso limitará a un máximo del 50 por ciento o incluso por debajo los tipos más altos considerados confiscatorios y poco eficientes, como el 56 por ciento que impera en Cataluña. Sin embargo, no podrá hacer mucho más por la parte de arriba de los ingresos.

La parte del león de la reforma del IRPF se destinará a aliviar el efecto en las rentas más bajas del recargo del IRPF aprobado por los populares en 2012. Y ello incluirá las deducciones de gastos familiares que además servirán para aflorar economía sumergida. Pero he aquí el problema según muchos fiscalistas consultados: cualquier marcha atrás de la subida del IRPF que se diseñe para las rentas bajas beneficiaría además a las altas, porque en sus tramos bajos contribuyen también a esos tipos (ver a continuación los siete tramos de renta y el tipo que se aplica por cada tramo. El recargo adicional es el que estableció el PP).

Es más, de eliminarse sólo los recargos de los tramos bajos, por ahí se perdería mucha recaudación: de acuerdo con la Memoria de la Agencia Tributaria de 2010, prácticamente el 70 por ciento de las declaraciones presentaban bases imponibles menores a los 42.000 euros (ver a continuación tabla en la que se recoge la distribución de las bases imponibles por tramos según el número de declaraciones y los importes).

 

O lo que es lo mismo, se concentra mucha recaudación en esos tramos más bajos y eso lo hace tremendamente difícil de tocar siempre que no se supriman reducciones, deducciones y exenciones. Únicamente si se recorta la reducción por rentas del trabajo podrían ahorrarse unos 7.000 millones. Y por la deducción por compra de vivienda con carácter retroactivo se pueden embolsar al año unos 4.500 millones extra. A fuerza de eliminar una deducción tras otra, Funcas propone que se podría incluso reducir los tramos a dos desde los siete actuales, con tipos del 25 y el 35 por ciento. De esta forma, al erradicar deducciones se subiría el tipo medio efectivo, pero al mismo tiempo se bajarían mucho los marginales y así se podría estimular bastante la actividad: por cada euro más por el que trabaje el contribuyente se llevaría el 75 o el 65 por ciento según en que tramo esté, y no el 48, el 49, el 51, el 53 ó el 60 como ocurre en la actualidad, un factor decisivo a la hora de incentivar el trabajo, evitar las fugas de rentas a los tipos de Sociedades o incluso localizar inversiones en el país.

De hecho, la poca eficiencia del IRPF se pone claramente de manifiesto al comprobar que prácticamente en ningún país de nuestro entorno se aplica un tipo del 47 por ciento a partir de bases imponibles de 53.000 euros o un 40 por ciento para unas bases de 33.000 euros (ver otra vez la tabla de arriba).

Pero en tanto en cuanto no se quieran eliminar deducciones difícilmente se podrá hacer una reducción de tramos y tipos consistente. Y eso puede limitar mucho el margen para el rediseño del IRPF y el consiguiente recorte de tramos y tipos. Todo dependerá de cuánto se atrevan a recortar por la parte de las desgravaciones. “Montoro no quiere que se derrumbe la recaudación, tiene una concepción estática de los impuestos y por lo tanto apenas va a recoger en sus cálculos las ganancias en eficiencias tipo Laffer. Eso hará que el rediseño de los impuestos no pueda ser ambicioso”, opinan varios economistas familiarizados con la reforma.

Privado entonces de margen para disminuir mucho los tipos y suprimir buena parte de los tramos, una opción para centrar el recorte en las rentas más bajas consistiría, según los analistas consultados, en dar deducciones lineales en función de la renta al tiempo que se mantienen, aunque topados, los recargos del IRPF de las rentas altas.

¿Qué pasa con el mínimo exento familiar?

Con Lagares también como ideólogo en la reforma fiscal de 1998, el Gobierno del PP concibió y aprobó el mínimo exento familiar. El esquema consistía en calcular cuál es el consumo imprescindible para atender unas necesidades vitales elementales y que éstas quedasen fuera de la tributación. Se trataba de una cuestión casi filosófica: para que el IRPF esté más pegado a la capacidad económica real, hay que dejar exento lo imprescindible para no morirse de hambre.

De acuerdo con este principio, se fijaron unos 3.000 euros al año al que luego se le sumaban cantidades adicionales por cada uno de los hijos o ascendientes incluidos en la declaración. A continuación, esa especie de renta mínima de subsistencia se restaba de la base imponible y suponía una rebaja sustancial de impuestos. Producto de la jurisprudencia germana, el concepto incluso se recoge en la legislación española, por ejemplo en la parte no embargable de un salario. Hasta que el PSOE desvirtuó por completo el sistema allá por el 2006.

Los socialistas consideraron que este mecanismo ayudaba más a las rentas altas porque en realidad era una cantidad que se quitaba de la parte de arriba que contribuye por el tipo más alto. Es decir, los que más ganan se deducían de un tipo más alto y por lo tanto se beneficiaba en mayor medida a las rentas más pudientes. El PSOE afirmaba que un hijo de un rico valía más que el de un pobre. Y entonces el Ejecutivo de Zapatero se sacó de la chistera una nueva forma de estimar los mínimos. Pese a subir dicho mínimo familiar hasta aproximadamente los 5.000 euros (ver escala de abajo), la rebaja de impuestos era menor. En lugar de descontar directamente esos 5.000 euros de la base imponible, se les aplicaba el tipo del 24,7 por ciento y la cantidad resultante, unos 1.200 euros, se deducía después de la cuota que se abonaba finalmente. “Fue una subida de impuestos a todos hecha de forma totalmente encubierta”, explica José Félix Sanz, director de Estudios Tributarios de Funcas y exsubdirector de Estudios Tributarios en el Ministerio de Hacienda durante el anterior mandato de Montoro.

¿Y qué se puede hacer ahora con esto? A Lagares le gustaría reintroducir el concepto del mínimo exento tal y como lo inventó. Sin embargo, como hemos apuntado antes, eso podría resultar harto oneroso para las arcas públicas. De modo que quizás las ayudas se enfoquen sólo hacia los hijos a cargo.

Así las cosas, cualesquiera que sean las recomendaciones del grupo de sabios, que se presentarán el 27 ó 28 de febrero, Montoro no contará con mucho margen. Sobre la base del informe de los expertos, ha de presentar su propia reforma antes de que termine abril para que la valore Bruselas justificando un nuevo ajuste presupuestario de cara a 2015. Sólo que con las elecciones generales de 2015 en el horizonte, el Gobierno fiará todo a una apuesta desesperada a la recuperación, retrasará los sacrificios y hará todo lo posible para dar una alegría a los bolsillos lo más repartida posible sin que caiga la recaudación.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.