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Economía

Entre la espada y la pared: Alexis Tsipras busca la manera de salir del desaguisado del referéndum

El primer ministro griego, Alexis Tsipras

Menos de una hora duró el Eurogrupo que reunió vía teleconferencia a los ministros de Finanzas europeos para discutir por enésima vez una solicitud de ayuda a Grecia. A escasas horas de que expirase el programa de rescate que garantizaba la solvencia de Atenas, la delegación helena tan sólo presentó una mera misiva que recogía tres peticiones: la primera, la firma de un nuevo programa de rescate. La segunda, una extensión del actual programa que entretanto le brinde financiación. Y la tercera, la manida reestructuración de la deuda.

De acuerdo con fuentes europeas al tanto de las conversaciones, las dos últimas líneas de esa carta venían a afirmar que los griegos sólo se comprometerían a pagar la deuda "siempre que pudiesen" (sic). Y, para colmo, esas peticiones ni siquiera iban acompañadas de alguna medida a cambio. “Un despropósito. Estaban a punto de incurrir en un impago al FMI y presentaban eso. Se han metido en un lío tremendo con el referéndum y no saben cómo envainársela”, comentaban estas fuentes al respecto.

Tsipras trata de aprovechar su popularidad para empujar a los griegos a votar 'No'

Aun habiéndose quedado sin el paraguas que le daba el rescate, a pesar de convertirse en el primer país occidental en incurrir en un default con el FMI, los representantes helenos seguían mareando la perdiz. Y en esas condiciones el Eurogrupo evidentemente denegó la solicitud de asistencia financiera. El enojo que despertó el documento griego fue tal que el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, declaraba poco después que las condiciones de un tercer rescate serían más duras. “El amateurismo que están demostrando es increíble”, sostiene un conocedor de los entresijos de las negociaciones.

Rumores de acuerdo

Al mismo tiempo, circulaban rumores por Atenas de que el Gobierno de Tsipras intentaría cerrar un acuerdo este miércoles en una nueva edición del Eurogrupo. El primer ministro griego se ha metido en un desaguisado de dimensiones descomunales y busca la manera de sacar la cabeza. El referéndum convocado para el domingo sobre el paquete de ajuste exigido por Bruselas puede acabar siendo una trampa de la que no pueda escapar.

Pese a que el Ejecutivo abogue por el 'No' a las medidas, las encuestas arrojan de momento un resultado dudoso. Tsipras intenta aprovechar su enorme popularidad para empujar a los griegos a que depositen la papeleta del 'No'. El pasado lunes incluso manifestó que no podría seguir siendo primer ministro si los griegos votaban a favor de las medidas exigidas por la UE. Pero ni por ésas. De poco le ha servido afirmar que la negativa no implicaba la salida del euro o decir que el 'No' le serviría para reforzar su mano en las negociaciones con Bruselas. Una derrota en el plebiscito muy probablemente le expulsaría del cargo.

La situación en Grecia desde luego no ayuda. Las colas en los cajeros dan una imagen pavorosa. Los bancos han comenzado a quedarse sin billetes a pesar del corralito. La economía se ha parado en seco. Nadie compra o invierte. Y a la luz del impago al FMI, el BCE podría dar este miércoles una nueva vuelta de tuerca a la presión, aplicando una quita a los colaterales que acepta a cambio de liquidez. Lo que traducido al cristiano significaría que la banca helena dispondría de todavía menos dinero. Lamentablemente, los griegos están sufriendo un pequeño anticipo de lo que sería vivir fuera del euro. No es de extrañar que miles de ciudadanos se agolpasen este martes en la plaza Syntagma para defender el 'Sí' y la permanencia en la zona euro.

Un panorama complicado

Según fuentes consultadas en Grecia, de firmarse un acuerdo con los acreedores se abriría un abanico de opciones. Desde desconvocar el referéndum a cambiar la pregunta o apoyar el 'Sí'. Todo con tal de salir del callejón sin salida al que se enfrentan. En cualquier caso, Merkel ya ha dicho que espera con los brazos cruzados a que primero voten que 'Sí' y luego empiecen las negociaciones. Tsipras está sufriendo en sus carnes un curso intensivo de Merkeleconomics. Como ya aprendieron Berlusconi o Papandreu, la canciller suele dejar a los líderes díscolos cocerse en su propia salsa de asfixia financiera.

De salir el 'Sí', Alemania se libraría de un Ejecutivo del que no se fía a la hora de aplicar las reformas

El primer ministro heleno regresó el viernes de la cumbre de jefes de Gobierno con un acuerdo francamente malo. Ni le concedía la reestructuración de deuda, ni le permitía evitar el ajuste en pensiones. Enfrentados con una humillación, un nutrido grupo de diputados de Syriza se levantó en armas. Tampoco respaldaría a Tsipras su socio de Gobierno, el partido Griegos Independientes. Falto de asideras entre los suyos, tendría que recurrir por tanto a los votos de To Potami y Pasok, un partido de centro y otro de centroizquierda. Pero ni con ellos tenía siquiera garantizada la aprobación del paquete de medidas impuesto por Bruselas. Sólo podía asegurarse el respaldo parlamentario si pedía ayuda a la derecha, a la formación Nueva Democracia liderada por Andonis Samaras, quien ya había sugerido que lo apoyaría siempre que dimitiese Tsipras. Sin otra salida, el primer ministro griego optó por la carrera hacia adelante y convocó a la desesperada el referéndum, igual que hizo Yorgos Papandreu, que terminó pagando muy cara la idea...

De salir el 'Sí', el Gobierno de Tsipras se derrumbaría y los germanos se librarían de un Ejecutivo del que no se fían a la hora de aplicar las reformas. Quienquiera que esté en el Gobierno, tendría el claro mandato de proceder con el ajuste. Pero incluso así, las perspectivas tampoco son alentadoras. Nueva Democracia, To Potami y Pasok apenas sumarían unos 106 escaños. Necesitarían por lo menos otros 45 diputados de Syriza o Griegos Independientes. De modo que pase lo que pase lo más probable es que el país acabe por un tiempo sumido en un vacío político en el que sea imposible implementar las medidas exigidas por la Troika. Con toda probabilidad, lo normal sería que se celebrasen de nuevo elecciones con un resultado muy incierto. Y eso siempre que los griegos se decanten por el 'Sí' y no haya una sorpresa mayúscula...

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