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Economía

El FMI se enfrenta a Berlín por las exigencias de recorte al sur de Europa

Las recetas de Christine Lagarde de Angela Merkel chocan

Las capitales que dictan los consensos económicos acaban de evidenciar su primera discrepancia en la gestión de la crisis. El FMI recoge en su último informe sobre la economía mundial críticas claras a las políticas de ajuste defendidas por Berlín sobre el calendario, la intensidad de los recortes y las políticas que deben acompañarlos.

Según el FMI, la política basada exclusivamente en los recortes amenza con provocar lo que el organismo denomina como “fatiga del ajuste” y que en la práctica se traduce en “mayor tensión social” y mayores “reticencias a la integración europea”.

La política de recortes puede causar "fatiga del ajuste": tensión social y reticencias a la integración europea, dice el FMI

Christine Lagarde lanza un mensaje directo a Angela Merkel: “los socios de la UE deberían apoyar a los países que están haciendo esfuerzos de ajuste pero todavía están sometidos a la presión de los mercados”. Merkel se ha opuesto tanto a utilizar el BCE como a introducir políticas de estímulo económico o a flexibilizar el calendario de los recortes para dilatar el proceso de ajuste. Christine Lagarde apuesta explícitamente por lo contrario en los tres terrenos.

Primer choque: el papel del BCE

Alemania se ha opuesto a que el BCE compre deuda de países como España ante lo que considera el “riesgo de sobrecargar su balance” y de aumentar la inflación. El FMI se opone radicalmente a ese diagnóstico. No sólo afirma que el apoyo del BCE es imprescindible, sino que, además, afirma que “ninguna razón técnica indica que eso sea inevitable”. Según el Fondo, “los bancos centrales tienen instrumentos más que suficientes para absorber la liquidez que ellos mismos crean, incluyendo la venta de los activos que han comprado”.

Para dejar todavía más claro el enfrentamiento, el boletín del FMI concluye: “el compromiso del BCE de actuar en los mercados secundarios es esencial para rebajar las primas de riesgo” y añade: “el apoyo monetario es una condición necesaria para el éxito de la consolidación fiscal”.

Segundo choque: la apuesta exclusiva por la austeridad

Washington sostiene que se han infravalorado los efectos de las políticas de recorte. Los “multiplicadores del recorte son mayores de lo estimado”, admite el FMI. Por ello, el consenso de Washington apuesta abiertamente por políticas de estímulo frente al de Berlín que sigue sosteniendo por mantener el rumbo de los recortes. “La primera lección es que los esfuerzos de consolidación fiscal deben ser completados con políticas que apoyen el crecimiento”, afirma.

El FMI reprocha la pasividad a la hora de tomar medidas al asegurar que el mayor riesgo económico para Europa sigue siendo “el retraso y la insuficiencia de la acción política”. El organismo que dirige Christine Lagarde advierte que las posibilidades de una “grave ralentización global de la economía son ahora alarmantemente altos” y han crecido un 17% como consecuencia de las políticas basadas sólo en el ajuste.

Tercer choque: el calendario del ajuste

“Es importante considerar la velocidad a la que se reduce la deuda, dada la debilidad creciente de las economías”. La discrepancia es especialmente relevante porque afecta a países como España.

Según el FMI, el calendario que Berlín ha impuesto para reducir el déficit es tan apretado que resulta asfixiante. Frente a los tres años que Merkel ha dado a España para lograr el equilibrio, el FMI asegura: “corregir los excesos de deuda lleva tiempo: como media, una década”

En un capítulo titulado “el bueno, el feo y el malo: análisis de 100 años de excesos de deuda”, el FMI sostiene que “entre las economías desarrolladas, los recortes de déficit de 10 puntos en menos de 10 años son extraordinariamente raros”.

Las políticas actuales dejan tras de sí el siguiente mapa de la recesión para 2013, según el Fondo.

Angela Merkel se ha convertido en icono de los recortes y ha sido recibida con protestas en los países que ha visitado. Ahora otra mujer, Christine Lagarde, puede convertirse en el símbolo de lo contrario.

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