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Economía

La Península Ibérica, enclave estratégico para el futuro de los mercados europeos de gas

Planta de regasificación de Enagás en Huelva

Europa afronta uno de sus mayores desafíos: gestionar su dependencia energética para evitar que haya problemas con el suministro. En lo relativo al gas natural, la Península Ibérica juega un papel esencial porque cuenta con aproximadamente un tercio de las plantas de regasificación de Europa, lo que le permite recibir gas de los países productores de cualquier parte del mundo como Trinidad y Tobago, Perú o Qatar, por citar algunos.

La privilegiada posición en el mapa mundial de la Península Ibérica, que es además puerta de entrada directa del gas por gasoducto desde los países productores del Norte de África, la convierte en un actor fundamental en los mercados europeos del gas.

En este contexto, España puede jugar un papel esencial para conseguir una mayor convergencia de precios de la energía en Europa y un mercado único energético. Sin embargo, para ello es importante seguir avanzando en el impulso de proyectos de interconexión de la Península Ibérica con el resto de Europa.

El Parlamento Europeo aprobó el pasado mes de octubre una resolución sobre la estrategia de la Unión para el gas natural licuado y el almacenamiento de gas en la que se hablaba de la necesidad de reforzar las interconexiones desde la Península Ibérica, Europa Central y Sudoriental, los estados bálticos e Irlanda, "que no están suficientemente conectados con el mercado interior de la energía o integrados en él".

También la Agencia Internacional de la Energía destaca la necesidad de una Europa interconectada, y en el caso de la Península Ibérica, subraya la necesidad de impulsar el proyecto STEP/MidCat de interconexión con Francia.

Reducción de emisiones

Además de las interconexiones, es importante reforzar el papel de la Península Ibérica también como hub gasista que favorezca el impulso un mercado del gas más competitivo, similar al que ya existe en otros países europeos.

El gas natural desempeña un rol fundamental en la agenda de la política energética europea hacia una economía baja en carbono. Su uso permite reducir las emisiones de CO2 entre un 30 y un 50% respecto a otros combustibles fósiles más contaminantes. Por ello, tiene importantes ventajas medioambientales como combustible para el transporte marítimo y terrestre, a lo que se suma su precio más económico. Además, esta fuente de energía es la idónea como respaldo al crecimiento de las energías renovables, ya que puede generar electricidad de manera rápida y eficiente en los momentos en los que no hay luz o viento.

En los últimos años, Europa ha padecido una notable caída de la producción propia de gas natural de alrededor del 30%. Para paliar esta circunstancia, los principales consumidores europeos buscan diversificar aún más las fuentes de suministro que permita reducir el impacto de eventuales crisis de los países productores como la ocurrida entre Rusia, principal suministrador de Europa Central, y su vecina Ucrania, cuyos rescoldos aún afectan al sistema energético europeo.

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