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Economía

¿Por qué sospecha Alemania de la salud de la banca italiana?

Jens Weidmann, presidente del Bundesbank

2012. En España, crujían cajas de ahorros infectadas de activos tóxicos. Era el sistema financiero que cobijaba a las dos versiones de los “peor de lo peor”. La CAM, para el gobernador MAFO; Catalunya Caixa, años después para el ministro Guindos. Los agujeros de solvencia, primero; las malas prácticas de los gestores, después, habían puesto patas arriba un sector que llevó al país al borde del rescate. El ruido en España protegió entonces a la banca italiana. Tan vigilada por Bruselas, desde hace tres años, como antes habían estado las entidades españolas. Una sospecha, liderada por Alemania, que recorre los pasillos de la Comisión Europea.

El penúltimo episodio se concentra en los activos fiscales diferidos (DTA, en inglés) y la sospecha por parte de algunos miembros de la Comisión que esta práctica pueden suponer ayudas de Estado. El asunto ha salpicado también a los bancos españoles, portugueses y griegos. Sin embargo, este capítulo no es sino la continuación de un fuego cruzado entre Alemania e Italia que pudo haber estallado definitivamente en el despacho de Joaquín Almunia antes de que abandonase su cargo.

Las presiones políticas impidieron al Comisario Europeo de Competencia abrir un expediente a Italia por ayudas directas a su banca, según reconocen fuentes del sector. Entonces, la denuncia no se ofuscaba en la fiscalidad de los DTA. Todo era mucho más tangible y precioso. Tanto, como el oro.

En enero de 2014, el Banco de Italia decidió revalorizar sus reservas de oro, que ascienden a 2.541 toneladas, a precio de mercado. El banco central transalpino mantenía inalterable el precio de sus reservas desde 1930. La decisión provocó una millonaria revalorización del precio de su oro, distribuido en cuatro lugares diferentes –tres de ellos fuera de Italia, por valor de 7.500 millones de euros.

El supervisor italiano decidió repartir este excedente de dinero entre sus accionistas. En la práctica, los bancos italianos. Una situación que no sucede en la mayoría de los países europeos. Intesa Sanpaolo y Unicredit, los mayores accionistas del Banco de Italia, con un 42% y 22%, respectivamente, lograron una inyección de capital público de 3.500 millones, gracias a este reparto de diviendos, con los que dar una patada hacia delante en sus problemas de solvencia. El movimiento ayudó al resto del sector según su participación en el accionariado del banco central italiano.

Apelar al oro como mecanismo de salvamento no es nuevo en la historia de Italia. Ya en 1974, el gobierno transalpino tiró de sus reservas de oro para solicitar un préstamo de 2.200 millones de dólares al Bundesbank alemán. Paradójicamente, la institución más crítica en la actualidad con el sistema financiero italiano.

La decisión del supervisor mostró una vez más el proteccionismo del Gobierno italiano hacia una sistema bancario que aún no ha llegado a trasponer la directiva europea sobre las quitas a accionistas o titulares de productos híbridos en caso de resolución o reestructuración de una entidad. “En Italia (como sucedía en España con las preferentes o la deuda subordinada) hay mucho producto híbrido de ahorro retail por lo que la palabra ‘bail in’ (quita) les horroriza”, sostienen fuentes financieras.

A lo anterior debemos sumar un problema serio como las reservas de capital destinados a cubrir las posibles pérdidas de los créditos tóxicos, unas reservas que se ha convertido sin duda en uno de los principales problemas de la banca italiana si no el principal. Especialmente, cuando las autoridades políticas están decididas a la puesta en marcha de un ‘banco malo’ para ayudar a las entidades a limpiar sus balances e impulsar el nuevo crédito.

Según los analistas de Bankinter, este banco malo aglutinaría activos tóxicos por importe de 180.000 millones de euros. “Entendemos que el traspaso de dichos activos cuyo importe supera el 10,0% del crédito al sector privado residente, según nuestras estimaciones, permitiría a las entidades financieras reducir el coste del riego (provisiones), reducir el coste de financiación y aumentar el crédito disponible para el sistema”, sostienen los economistas del banco español.

Los malos resultados de la banca italiana en los test de estrés del pasado noviembre removieron el proyecto del banco malo en Italia. La sensación que dejaron estas pruebas era que en España ya habían aflorado las mayores pérdidas, mientras que en Italia queda mucho camino por recorrer en este sentido.



No en vano, las pruebas del BCE convirtieron a Italia en el país donde se detectó un mayor déficit de capital en su banca durante los test de estrés y el AQR. En total, las entidades italianas necesitarían unos 9.700 millones de euros para hacer frente a posibles contingencias, casi un 39% de los 25.000 millones de déficit detectados.



La palma se la llevó el Monte dei Paschi di Siena, con un agujero de 4.250 millones, de los que en el momento de hacer la prueba aún 2.110 millones estaban pendientes de captar. Un caso similar fue el de Banca Carige, con un déficit de 1.830 millones, de los cuales faltaban 810 millones. Entre los suspensos que necesitaban captar más dinero también se encontraron Banca Popolare di Milano, que de los 680 millones detectados aún le faltaban 170 millones, y Banca Popolare di Vicenza, con otros 680 millones, 220 millones de ellos pendientes.

Intesa Sanpaolo no quedó señalado en Francfort, sede del nuevo supervisor bancario europeo. Pero sí, para el Bundesbank. “Alemania no puede llegar a entender que Intesa esté en disposición de efectuar una gran compra a nivel europeo, incluso que pueda comprar un banco alemán”, sostienen desde el sector. El reciente anuncio de Carlo Messina, CEO del banco italiano, de que su grupo está dispuesto a pagar hasta 15.000 millones de euros por una entidad que amplíe su negocio de banca privada revoluciona a los responsables económicos en Alemania. La gota que puede haber colmado el vaso de todas sus sospechas.

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