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Sergio Ramos, The Best y el síndrome del Mundialito

Ramos celebra uno de sus goles.

Cuando el Real Madrid ganó hace dos años el Mundialito, los de Ancelotti cayeron en una depresión futbolística que le acabó dejando sin títulos y le costó el puesto al italiano. Hasta entonces habían deslumbrado al mundo con un fútbol esplendoroso. El Real Madrid de Zidane ha pasado de portaaviones invencible (40 partidos invicto) a equipo vulgar con la pólvora mojada y dudas en su portería. Pero tiene a Sergio Ramos...

El de Camas tiene alma de delantero. Ahí comenzó a jugar al fútbol y ahí podría acabar su carrera si quisiera. Ante el Málaga marcó dos goles y pudo cazar alguno más. Cuando los balones llueven en el área, nadie los encuentra tan arriba como el sevillano.

El primer gol fue una exhibición de potencia. Tiró de cuello para descerrajar de cabeza a un Kameni frágil como el cristal. El segundo tuvo más que ver con su carácter indómito. Kroos regaló una asistencia a la espalda de la hierática defensa malaguista y Ramos fue el más hambriento de los rematadores, lanzándose al suelo para rebañar el balón a la red.

Mientras Ramos recogía los aplausos, Cristiano Ronaldo acumulaba kilos de frustración. The Best comenzó fallando un mano a mano ante Kameni que le cogió frío. Después sumó un puñado de regates mal resueltos,  maniobras poco brillantes y un remate al palo en una postura acrobática. En la segunda parte sumó otro balón al palo y dos remates repelidos por el portero malaguista. El Bernabéu, con la paciencia agotada, le regaló pitos y adornó sus intervenciones finales con murmullos. El paso del tiempo cobra una factura inexorable al luso, que siempre ha vivido de su superioridad física. Cristiano es más previsible, menos resolutivo. Solo mantiene una cosa intacta: su hambre de gol, su ambición de victoria.

Pese a medirse a un Málaga desestructurado, el Real Madrid volvió a evidenciar que Zidane no tiene defensa. Es un equipo perezoso sin el balón en los pies. Kroos deslumbra en la construcción y Modric es el GPS blanco, pero cuando tienen que correr detrás de los rivales, les chirrían las bisagras. Casemiro es el único elemento corrector de un dispositivo defensivo deficiente que deja muchas dudas.

Ante el Málaga, Zidane ahorró el mal trago a Danilo, poniendo a Nacho en la banda. Y cuando se lesionó Marcelo, Lucas Vázquez se disfrazó de carrilero. Otro cuestión es que Keylor Navas ha dejado de ser el portero infranqueable de principio de temporadas. No atraviesa por un buen momento y Chamartín sospecha que Kiko Casilla es más portero hoy en día.

Después de la eufórica racha de partidos invicto, el Real Madrid ha visto cómo dos derrotas han desnudado sus carencias. No convence en defensa, donde es incapaz de dejar a cero su portería con regularidad. Y en ataque vive de las milagrosas apariciones de Sergio Ramos. De la BBC no hay noticias. Cristiano ha gripado, Benzema igual bosteza que frota la lámpara, y Bale sigue su recuperación. Zidane sostiene que no hay ningún síndrome del Mundialito, pero lo mismo decía Ancelotti...

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