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¿Crisis en el Real Madrid de baloncesto? Analizamos los porqués del bajón blanco

Pablo Laso, preocupado.

El Real Madrid de la era Pablo Laso jamás había perdido más de dos partidos seguidos. Desde que empezase el curso, lleva cuatro tropezones consecutivos. La derrota en el debut europeo en la cancha del Khimki ruso (84-70), no precisamente un escenario amable para aliviar un mal momento de juego, ha aumentado la preocupación en torno a un equipo que no despega. ¿Cuáles son las razones de este valle de rendimiento?

No es ningún secreto que la pretemporada de los blancos ha sido poco ortodoxa. El propio Laso reconoció en la gala de presentación de la Liga Endesa que contar con un plantel repleto de internacionales, si bien otorga caché al equipo, es una bomba de relojería para el entrenador. Los seis madridistas que disputaron el EuroBasket (cinco españoles más un lituano) llegaron a la final del torneo, acumulando el máximo de partidos con su selección y, por consiguiente, el mínimo de preparación estival con su club.

Al hecho de que exactamente la mitad de la plantilla blanca estuviese batiéndose el cobre en Lille a 20 de septiembre hay que añadirle, además, que Gustavo Ayón y Andrés Nocioni se pasaron medio mes imbuidos en un durísimo FIBA Américas, buscando un billete para los Juegos Olímpicos que ambos pelearon hasta el final (duelo directo incluido). El verano de selecciones, indudablemente, ha acribillado al Real Madrid.

La preocupante falta de frescura ya se adivinó en la Supercopa, donde un Unicaja con mucha más chispa le dio un importante bofetón a los de Laso. En ese partido se vieron dos velocidades: la de un equipo afinado en su puesta a punto en el caso de la escuadra de Joan Plaza y la de otro aún pesado de piernas y con lagunas en defensa en el lado merengue.

La vertiente defensiva preocupa especialmente a Pablo Laso. Al hecho de que el equipo haya bajado ostensiblemente sus prestaciones atrás, donde realmente se nota que los blancos sufren para mantener un alto nivel de exigencia física, hay que añadirle unos ajustes en la plantilla que no han ayudado precisamente a que fragüe la retaguardia.

Laso ya ha confesado que echa de menos a Marcus Slaughter, al que el club dejó ir gratis (caballerosa pero inexplicablemente) merced a una oferta del baloncesto turco que le ponía muchos ceros en la chequera al californiano. Lo que no ha hecho público el técnico vitoriano, aunque lo piensa en privado, es que Willy Hernangómez, un corte de interior diferente a lo que solía reclamar el vasco, no le convence. Ni las hechuras ni el tipo de desempeño que puede proporcionar el canterano son del agrado del entrenador blanco, que pide un refuerzo en la pintura cada vez con la boca menos pequeña.

Ese pívot tiene nombre y apellido: Augusto Lima. El Real Madrid ató a principios de mes al brasileño por cuatro temporadas, si bien decidió que este curso siguiese aún cedido en el UCAM Murcia. La posibilidad de reclamar en enero al carioca, contemplada en el contrato, toma forma. Y es que la presencia física y movilidad de Lima, trasunto de la de Slaughter, mezclarían bien con el otro hombre alto de estreno, Trey Thompkins, que ha demostrado ser muy competente en la ofensiva aunque ha tenido lagunas a la hora de defender.

A otro nivel que la de Marcus Slaughter, una ausencia que también acusan los blancos es la de KC Rivers, al que un problema de pasaportes llevó al Bayern de Múnich. El de Charlotte, hombre para todo, ha sido sustituido por un Jeffery Taylor al que por ahora las lesiones han borrado del mapa. A la preocupación por ser un hombre de corte diferente a Rivers se ha añadido ahora el hecho de que el sueco parece preocupantemente frágil.

Todo apunta a que la racha de derrotas se esfumará el domingo, con el Real Madrid visitando al Gipuzkoa Basket, uno de los equipos más flojos de la ACB. Sin embargo, el dilema para Laso es saber si su equipo priorizará apagar el fuego del hoy antes que llegar a tope a la parte clave de la temporada, en primavera. Y si el técnico madridista tendrá crédito de los de arriba para aguantar el revolcón.

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