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Campeones gracias a un pacto de no agresión

Luis Enrique en el banquillo de Anoeta junto a Messi, Neymar, Piqué y Alves.

El Barcelona de Luis Enrique puede conquistar el primero de los tres títulos que quedan en juego. Un panorama que nadie podía pensar a mediados de temporada, cuando el equipo era un polvorín con evidentes y constantes desecuentros entre el técnico y los jugadores. Especialmente difícil era la relación del asturiano con las estrellas como Messi y Neymar, con quien no tenía ningún diálogo. Algún peso pesado del vestuario azulgrana llegó a comentar entonces que "Luis Enrique es el peor entrenador que he tenido en mi carrera". 

El divorcio era manifiesto en enero. A la plantilla se le ha agotado la paciencia con el técnico y los pesos pesados cuestionan abiertamente su valía. Les incomoda su forma de actuar, no comparten sus decisiones, no hay diálogo, no tiene química con Messi, ha señalado a varios jugadores... Especialmente frustrante fue para los futbolistas el episodio del partido de liga en el Santiago Bernabéu, al que llegaron sin conocer el once (jugó un sorprendido Mathieu de lateral) y sin haber ensañado ni una sola vez en toda la semana el sistema con los jugadores que lo iban a desarrollar sobre el campo. 

En enero estalló todo por los aires con la suplencia de Messi en Anoeta. El argentino encaró al técnico en el vestuario tras el partido y le dijo las cosas a la cara. Horas después no acudió al entrenamiento de Reyes Magos ni fue a la visita de los Hospitales, por lo que el asturiano quiso abrir un expediente al delantero. Pero entonces tomó cartas en el asunto Bartomeu, que frenó el expediente y pidió una tregua a todos. A raiz de la misma Juan Carlos Unzué, mano derecha de Luis Enrique, se acercó al núcleo duro y estos le pidieron que cesaran los experimentos en el once. El técnico comenzó a apostar por un once y las rotaciones llegaron con cierta lógica, además de acabar con las declaraciones ambiguas respecto a los jugadores en sala de prensa. El pacto de no agresión estaba en marcha.

El pacto de no agresión no acercó posturas entre Luis Enrique y las estrellas del vestuario, cuya relación es nula, pero el equipo comenzó a carburar. Los jugadores sabían que no podían pasarse otro año en blanco y el entrenador sabe que con las elecciones convocadas por Bartomeu, su única posibilidad de quedarse es ganando títulos que le mantengan en el puesto. Hoy pueden conquistar una liga en la que se han vvido momentos más que tensos en el vestuario. 

El día que Luis Enrique entró en el vestuario advirtió: "Yo soy el líder del equipo". Declaración que acompañó de decisiones que incomodaron a Messi. Hoy nadie cuestiona que el líder del equipo es el argentino, que ha recuperado su mejor nivel y camina firme hacia la conquista de otro Balón de Oro. Si gana la Liga, la Champions y la Copa, no tendrá rival posible en ese galardón. Además se juega el título de pichichi, y con ello la Bota de Oro, algo que no le preocupa excesivamente a juzgar por el detalle que tuvo en Córdoba con Neymar, al que cedió el lanzamiento de un penalti. El Barcelona está a tres pasos de hacer historia, pero no es oro todo lo que reluce. 

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