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Felipe Reyes, el capitán que siempre perdía hasta que llegó Pablo Laso

Felipe Reyes, con la Euroliga.

Cuando se ficha por el Real Madrid el objetivo siempre es ganar títulos. Más aún si además de un traspaso lo que se hace es una afrenta, que es el caso de Felipe Reyes. Era el verano de 2004 y los blancos pescaban, una vez más, en la cantera de Estudiantes. En realidad no era nuevo, es una constante histórica ver como jugadores que despuntan en el Ramiro de Maeztu terminan vestidos de blanco y pitados por la Demencia. Pero la repetición constante de un fenómeno no lo apacigua, fichar por el Madrid en 2004, como lo era antes y lo sigue siendo ahora, es un escarnio para la afición del Estudiantes.

En realidad Reyes estaba muy a gusto donde estaba, pero su club quería venderle. Necesitaba venderle y el mejor postor, como tantas otras veces, era el club de Concha Espina. De poco sirvió que la iniciativa del traspaso no fuese del jugador, con el tiempo se tuvo que acostumbrar a los silbidos y las burlas de sus rivales. Ley del deporte.

Ese traspaso es clave para entender el Madrid de la última década, porque el jugador que cambiaba de acera no era uno más. Felipe Reyes formaba parte de la generación del 80, esa que asaltó Lisboa en el 99 y se convirtió para siempre en la de los Juniors de Oro. Calderón, Pau Gasol, Navarro, Calderón... el baloncesto español no vio nunca antes algo igual, es posible que nunca más vuelva a tener tanto talento nacido en tan corto espacio de tiempo. 

Fue miembro de los juniors de oro, aunque su carrera parecía marcada por su escasa altura

Felipe, en todo caso, no tenía un techo tan alto como el de sus compañeros. Al menos eso se pensaba. Era un jugador interior sólido, rocoso, duro, pero también bajito. Los listados dicen que llega a 2.06, pero cuando se le ve junto a otros pívots uno puede darse cuenta de que es poco probable que tenga un techo tan alto. Hay centímetros de maquillaje. Ser interior y no ser alto es una barrabasada, algo que ya tuvo que sufrir su hermano Alfonso, otro buen jugador europeo, antes que él. Porque los entrenadores lo repiten con frecuencia: la altura no se enseña. Y es importante. 

Es cierto, pero no ser alto no es la sentencia final. Son muchos los pívots de menor altura que han triunfado, gente como Dennis Rodman o Charles Barkley, que reivindicaron su nombre con esfuerzo, trabajo e inteligencia. El camino que cogió también Felipe Reyes. 

Llegó al Madrid con una Copa ganada en el Estudiantes y una carrera entera por recorrer. A sus 24 años estaba muy lejos de ser el jugador que ha llegado a ser, pero no es un demérito de la cantera estudiantil, acostumbrada a pulir bien a sus perlas, sino uno de los trofeos de Felipe que nunca se encontrarán en sus vitrinas. Si por algo se ha distinguido en su carrera Reyes ha sido por una inmensa capacidad para mejorarse, para ir año a año puliendo defectos. Mejoró en los tiros libres, amplió su repertorio interior, aprendió mejores técnicas de lanzamiento, fue defendiendo cada vez mejor. No es que le falte talento, nadie llega si no tiene algunas cualidades básicas, pero en su caso el trabajo siempre fue la mayor virtud. 

Su periplo de blanco empezó bien, muy bien incluso. Ganó la Liga, pero no una cualquiera sino aquella liga del triple de Herreros. No se necesitan muchos más datos, pues el título es como la campana de Pavlov para el madridismo, basta con escuchar las palabras "el triple de Herreros" para recordar dónde estaban y cómo vivieron aquel milagro de remontada. 

Aquel torneo era una primavera dentro del invierno blanco. Felipe Reyes no llegó a un Madrid dominador y durante muchos años fue parte de un proyecto sospechoso, hecho de retales y siempre muy por debajo de lo que marcaba la historia del club. Reyes, que nunca dejó de trabajar, ha visto en muchas ocasiones como lo que tenía alrededor era insuficiente para un equipo de esa altura. Si fichó para ganar títulos, y siempre se hace cuando se decide por el Madrid, en un principio pareció haberse equivocado. En su palmarés solo contaba, además de aquel triple de Herreros, con la liga de Plaza y una ULEB Cup, un torneo menor que solo jugó por lo pésima que había sido la campaña anterior. 

Reyes ha demostrado siempre afán por mejorar su juego, es un gran trabajador

Las risas con Felipe eran moneda de curso común. En el Estudiantes le recordaban esa intención suya de ganar títulos, tan poco efectiva por el momento. En realidad su palmarés recaía más en la selección que en su club. Porque con España sí, ganaba a lo grande. 

Fue en aquel mundial de Japón cuando se materializaron los sueños. Antes España estaba aún en formación, en un proceso largo de maduración en el que se perdía antes de llegar con equipos como la Alemania de Nowitzki. En Japón brillaron todos, ganaron a Argentina llorando pero la final contra Grecia fue sensacional. Felipe estaba por detrás de Garbajosa y Gasol en el juego interior, pero la gran estrella española estaba en el banquillo lesionada. Reyes apareció poco, solo nueve minutos, pero de manera decisiva. Diez puntos y tres rebotes, fuerza e intensidad. Lo que nunca ha dejado de dar. 

La evolución de Felipe tuvo que sobrevivir incluso a entrenadores que no entendían que un hombre así pudiese dominar la pintura. El caso más sonado es el de Ettore Messina, con quien tuvo fricciones importantes durante su tiempo como entrenador del Madrid. Un tiempo que, por lo demás, solo continuó el fracaso en el que se había convertido la sección de baloncesto del club blanco. Messina, con sus cosas, entendió que Reyes tenía que jugar más por fuera, que su altura no le daba para ser un baluarte interior. Son opiniones, claro, pero en este paso parecen equivocadas. Reyes, a pesar de todo, aprendió a tirar desde fuera, incluso marcó triples en cantidad. Evolución constante.

Mientras tanto la selección ganaba y ganaba. Dos finales olímpicas, dos campeonatos de Europa. Especial fue para él la de Lituania 2011, donde levantó el trofeo a pesar de no ser capitán. Su padre había muerto poco antes y sus compañeros decidieron dejarle a él el honor como homenaje, algo por lo que el pívot siempre ha dicho estar muy agradecido. También en esa cita hicieron famosa la canción "Todos los días sale el sol" que los jugadores terminaban diciendo "felipón", para sumbirle el ánimo a su amigo. Felipe Reyes siempre estaba, una pieza secundaria pero importante en un equipo de leyenda. Así fue siempre hasta la llegada de Orenga, un técnico que fracasó en líneas generales y también con Reyes, a quien no dio oportunidad en la pista cuando su equipo se resquebrajaba. Faltaron muchas cosas, también intensidad, una de las cualidades básicas del madridista.

En esas estaba Reyes, cogiendo años y sin ganar con el Madrid, cuando llegó Pablo Laso. el proyecto tampoco sonaba a lujo asiático, más bien al contrario, un técnico de nombre escaso porque se buscaba reducir presupuesto. Las apariencias engañan. Es bien sabido que el Madrid de estos años ha carburado, ha encontrado un ritmo y motivos para reivindicarse, ha vuelto a estar entre los mejores de Europa. Dos copas, una liga y, por fin, la soñada Euroliga. La Final a Cuatro no fue la mejor de Reyes, pero no importa, el título es tan suyo como el que más. Es curioso porque el camaleón Felipe también ha sabido adaptarse al ritmo de Laso, aunque sus condiciones indican que es alguien más apropiado para el juego en estático que para salir a la carrera. Ser un excelente reboteador, uno de los mejores que ha visto el continente, ha sido importante para el equipo, pues no hay contra posible si no se tiene el balón. Se le suma a esto una característica importante en Reyes, sabe jugar al baloncesto, encuentra rápido al base y puede limpiar una jugada desde el inicio.

La relación de Laso con los pívots, por lo general, no ha sido tan sencilla, le ha sabido sacar más rendimiento a lo que tenía por fuera que al juego interior, pero Reyes siempre le ha funcionado. A estas alturas es casi un técnico en la pista, un líder absoluto, el capitán que todo entrenador quiere a su lado. Ha ejercido como tal y ha tenido premio.

El día que se retire merece un cálido homenaje. En la lista de deportistas españoles se hablará de Iniesta, Xavi, Casillas, Gasol, Navarro, Nadal... él también merece su sitio, quizá no en el de los más brillantes pero sin duda sí en el de los más esforzados y valiosos. Reyes es el máximo reboteador de la ACB, también el de la Euroliga, es una presencia constante, una imagen que se repite constantemente en una época que, finalmente, también terminó en triunfo. 

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