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Con Luis en la camiseta

Luis Aragonés, Luis Aragonés, Luis Aragonés... Las dos palabras que mejor resumen al Atlético también sonarán en Lisboa. Porque ya sonarán siempre, ya juegue el equipo a domicilio o en el Calderón. De pronto alguien se arrancará y todos le acompañarán con ese grito eterno que sale directamente del corazón. Ese estribillo ya es un himno. Y retumbará igualmente mañana en el estadio Da Luz porque lo que se dirime ahí le pertenece. Es una deuda con todo la ciudadanía rojiblanca, un ajuste de cuentas que el escudo tiene pendiente, pero que se concentra líricamente en la figura inmortal de Luis Aragonés.

Y además el sabio lo dejó recitado antes de irse, en esa última entrevista a modo de epitafio que aún hoy al releerla produce escalofríos. "Yo le debo todo al fútbol", afirmaba; "pero el fútbol me debe algunas cosas, porque me he dejado la vida. Por ejemplo, me gustaría ver al Atlético campeón de Europa. Esa espina de no haber ganado una final de la Copa de Europa siendo mucho mejor sigue ahí". Y se refería Luis a ese gol que celebró incluso antes de serlo tras el lanzamiento preciso de una falta. Ese episodio que le coronaba para la posteridad, y a todo el Atlético, y que en el último suspiro un zapatazo perdido y canalla de Schwarzenberg dejó en nada. O en algo peor que en nada, en maleficio. Hace cuarenta años de aquello. Y Luis fue a irse con su "y tal" a otra parte justo antes de que el destino le concediera al fin la ocasión para el desquite.

La final de Lisboa procede de la de Bruselas y por eso le pertenece a Luis Aragonés. Sobre todo a él, porque es el Atlético, o quien mejor lo resume. Y su nombre, además de en la garganta de los aficionados estará también en el uniforme de todos esos futbolistas que pisarán otra vez "cada centímetro cuadrado del campo con el corazón de todos ustedes". Porque ellos mismos así lo han querido. Porque así lo han pedido, que se escriba el nombre de Luis en alguna parte de la camiseta, junto al cuello finalmente. Porque esos tipos del vestuario no sólo juegan con la rojiblanca, sino que además la sienten y al fin la entienden. Luis Aragonés, o su espíritu, volverá a jugar la final de la Copa de Europa que dejó torcida hace 40 años. El fútbol se lo debía.

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