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Los ultras gritan lo mismo que Guti

Los ultras del Real Madrid acudieron el pasado miércoles al Calderón hermanados con los afamados aficionados violentos del Austria Viena. Una vez allí llenaron el escenario con unos gritos, ofensivos hacia uno de los futbolistas bandera de su eterno rival, que prometen ponerse de moda. Que en realidad ya lo están, porque no es la primera vez que se escuchan: “Diego Costa no eres español, no eres español”.

Un cántico de intención xenófoba con la suficiente carga hiriente como para volver innecesario el refuerzo de un insulto malsonante. Un ataque feo, pero frecuente, muy propio de ese tipo de seguidores que pasean sus formas sucias sin remedio por los campos. El oído de la mayoría se ha acostumbrado a digerir y relativizar lo que escupen las gradas. Se vuelve si acaso en picos extremos de mal gusto, pero en general soporta sin más. Es el fútbol.

Lo extraordinario de este caso es que el bufido de los Ultras Sur no es más que la prolongación casi literal de lo que se ha escuchado y leído en ciertas tribunas periodísticas y deportivas en el último mes. El discurso de algunos líderes respetables de opinión alineado con el del hincha radical. Hay muchos ejemplos, demasiados. Tan sólo dos días antes del episodio en el Calderón, Guti, ex futbolista del Real Madrid convertido ahora en tertuliano televisivo, jaleado por algunos compañeros de plató, afirmó con absoluta naturalidad: “No tengo nada contra Diego Costa. Simplemente que prefiero que Del Bosque convoque a los españoles”.

Lo declaró convencido de que expresaba con suma educación una opinión más. Negándole la mayor a Diego Costa, la condición de español que le pertenece por derecho, amparado y obligado por la misma Constitución. Guti, muy en línea con ciertas teorías escalofriantes, no acepta que ciertos tipos puedan ser tratados como españoles. Y se deduce que en el paquete de inaceptables incluye a mi asistenta y a los conserjes de mi urbanización. No han nacido en suelo español, así que a Guti (y otros tantos) no le valen. Las patrias y eso.

Diego Costa, tan brasileño como Pelé y tan español como el propio Guti, gracias a que la reglamentación lo permite y a que Del Bosque nunca cojeó ni ligeramente de esos pensamientos aberrantes, jugará a partir de ahora con la selección española. Pero, no por la calidad de su fútbol sino por una cuestión de sangre, de raza, tendrá que acostumbrarse a escuchar el grito despectivo de los que no le aceptan como un igual. Se lo lanzarán furtivamente a voces desde ciertos estadios. Y a lo peor se encontrará el desprecio de frente al poner la tele en boca de alguien con aparente reputación.

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