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Cristiano se mete en la final y se acuerda de sus registros personales: él es así y al Madrid así le vale

Lisboa. El Madrid vuelve a jugar la final de la Copa de Europa, será la decimotercera. Busca la décima, ese título que es una obsesión blanca. Sea el Chelsea o el Atlético, el Madrid tiene argumentos para soñar con el nuevo título. Soñar, que ganar es otra cosa. En cualquier caso, quede lo de Múnich como una de las grandes noches europeas del equipo blanco. 0-4 en el Allianz y 0-5 en el global.

Alemania. La historia dice que el Madrid gana Copas de Europa, sí, pero también que pierde en Alemania. Este año las tornas han cambiado, para llegar a Lisboa ha tenido que eliminar a tres equipos teutones, venciendo por el camino en Gelserkirchen y, por primera vez, también en Múnich. Lo hizo, además, a la alemana, con goles por el aire, de falta y mucho empuje. No hubo color.

Nervios. Guardiola salió del Bernabéu remarcando que los jugadores del Madrid son atletas, como si el fútbol fuese en ellos algo secundario. En la previa aseguró que la prensa de la capital daba al equipo como campeón de Europa, algo que no casaba con la realidad. Su comportamiento en ambas ruedas de prensa, saliéndose de sus parámetros habituales de humildad y cuidado, fue una muestra de nerviosismo muy similar al que se notó en sus jugadores durante el encuentro. Se ha visto desbordado.

Ramos. En todas sus entrevistas Sergio Ramos recuerda que nunca ha jugado una final de Liga de Campeones. Estuvo cerca hace dos años cuando envió, contra Neuer, un penalti a las nubes. El portero se dedicó a mofarse de él los días siguientes. Ayer le marcó dos y selló su pase a Lisboa, pues además evitó la amarilla que le hubiese dejado fuera de la final. Está sensacional en defensa, esta vez también en ataque. “La Champions me debía una”, dijo después.

Xabi Alonso. No estará en la final, pues metió la pata cuando la ventaja ya era de tres goles. Error de principiante que no debería de tener un jugador de su experiencia y con su inteligencia. Se puede criticar la norma, que va en contra de los intereses del fútbol, pero una vez se sabe que existe hay que andar con mucho más cuidado.

Rummenigge. Tiene Alemania cierta tendencia a venirse arriba. Lo hizo Khan en su día, que también salió rebrincado, como lo fue Rummenigge que creía que Múnich iba a ser un incendio para el Madrid. Si algo ardió en el Allianz Arena fue la red que defendía Neuer en la primera parte.

Cristiano. 16 goles ha marcado en esta Liga de Campeones, récord histórico del torneo. Cuando hizo su tanto lo celebró mostrando con los dedos la cifra. Es posible que sea el único jugador del mundo que, el día en el que se mete en una final europea, se acuerda de sus registros personales. Él es así y al Madrid ya le vale, porque es muy bueno. Marcó dos. Hay tipos que con eso ganan el pichichi en una Liga.

Bale. Ha habido en la temporada cierto runrún sobre su falta de generosidad, especialmente con Cristiano. En Múnich le sirvió a su compañero el gol en bandeja, también sabe hacerlo.

El juego. Se pueden hacer eternas disquisiciones sobre el estilo, y no están mal, pero no se debe olvidar que el deporte es también cosa de resultados. En ese sentido el Madrid ha pasado por encima del Bayern, que ha tenido la posesión, pero ha sido estéril. El Madrid no sabe o no quiere jugar así, pero sus jugadores (empezando por los centrales, siguiendo por Modric y Di María, terminenlo donde quieran) juegan mucho y muy bien al fútbol. Aunque sea de otra manera, aunque de rabia a algún purista.

Ancelotti. Queda para el final, pero perfectamente podría ser el primero en la lista. Le ha ganado la partida a Pep Guardiola sin estridencias ni malos gestos. Si algo se puede decir de él es que es un tipo normal. Y el Madrid necesitaba algo así, un hombre que supiese tirar de pizarra, pero también jugar con la psicología de los jugadores. Él ha recuperado a Di María, a Coentrao, ha obviado los malos rollos del pasado y ha sabido unir a todo el madridismo bajo su ala. Sabe que con las semifinales, por más que se empeñe alguno, no valía. La final es un paso más, pero el club no quiere quedarse con la miel en los labios.

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