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Los árbitros no son malos, son peores

“La Medicina ha avanzado tanto, que hoy en día todos estamos enfermos” (Aldous Huxley)

Y la tecnología ha dado tal salto adelante, que hoy en día sabemos que una gran proporción de árbitros de fútbol no son tan malos como pensábamos, sino incluso mucho peores. Los desastres cotidianos de los Muñiz Fernández, Borbalán, Teixeiras y compañía son la consecuencia lógica de su incapacidad, no hay que sorprenderse en absoluto. Los adelantos en “imagen y sonido” nos lo han hecho evidentes, pero en realidad ya lo intuíamos. Es más: los que nos desenvolvemos más cerca o incluso dentro de los terrenos de juego  lo sabíamos ya.

Lo más chusco del asunto es que esa misma tecnología que nos ha confirmado que muchos partidos de fútbol se decantan a partir de tremendos errores de apreciación y juicio de quienes cobran, precisamente, por arbitrarlos, es rechazada por ese colectivo. Me quedé helado cuando oí, hace años y en un por lo demás excelente Congreso de Fútbol en Murcia, a un colegiado entonces en la cúspide -López Nieto- repitiendo esa solemne sandez de “la salsa del fútbol son los errores arbitrales”.

Si yo dijera que la salsa de este maravilloso juego, deporte y espectáculo son los errores de los jugadores y entrenadores, la gente me llamaría imbécil. Con razón. Lo atractivo de una actividad, para cualquier persona con al menos dos neuronas conectadas, es la perfección, o, al menos, su busca. Nunca el error. Será que algunos árbitros, en su insana persecución de protagonismo, han llegado a interiorizar que incluso sus errores son gloria bendita. Y si eso lo cree uno de los colegiados mejor reputados, imaginen lo que pueden llegar a ingeniar los menos espabilados… terror inspiran.

Mi ya otras veces citado amigo Jesús Cuadrado Pino (entrenador, escritor y editor) me ha explicado muchas veces su visión del tema, para intentar persuadirme de que mis intentos de tender puentes con el colectivo arbitral serían estériles. Por condensarlo en un párrafo de Jesús, el que sigue puede ser revelador: “La Liga de Primera no la juegan 20 equipos, sino 21. El que añado es el colectivo arbitral. Un equipo muy peculiar, ya que actúa en contra de los intereses del juego desplegado por los otros veinte, como colectivo corporativista, pero luego acoge en su seno luchas internas por causa de los egos de sus miembros. Por eso no quieren que se implante de pleno la Tecnología: por un lado, quedarían evidentes sus errores –interesados o no- y, por otro, ella les igualaría al poder corregirlos…algo que arruinaría sus luchas internas por ver quiénes son los mejores, los más arrogantes, los más dialogantes, etc.etc.etc.. Juan, no te aconsejo insistir en tus loables intentos de acercamiento: no llegarás a puerto alguno, los árbitros no quieren integrarse con los jugadores y entrenadores”. He de admitir que Jesús Cuadrado tiene razón.

Y es que, objetivamente, las circunstancias forzosamente llevan a que el colectivo arbitral sea un cuerpo extraño y muchas veces discordante. Veamos algunas.

1) Una normativa delirante en cuanto a edades máximas y mínimas, incluyendo la edad de retiro forzoso siendo aún jóvenes en torno a los cuarenta años que impide –de hecho- que una persona que se incorpore al arbitraje pasados los 18 años pueda aspirar fundadamente a llegar a la élite. De esta manera, muchos buenos árbitros que llegan a la madurez, al control del juego, al aplomo, al respeto de todos, se ven obligados a retirarse en beneficio de gentes jovencísimas que quizá corren como gacelas, pero carecen de todo lo demás que precisa un juez deportivo. Y además esa misma normativa absurda en cuanto a edades disuade a muchos jugadores y hasta entrenadores de convertirse en árbitros. Una gente que potencialmente ayudaría muchísimo al juego, por su conocimiento y carisma, queda apartada en beneficio de otros que ingresaron en el mundillo arbitral muy niños, y, en muchos casos, no por conocer bien el juego, sino precisamente por lo contrario: por ser tan flojitos jugando que nadie los quería en sus equipos… Mala cosa, en general, que a los futbolistas los juzguen deportistas frustrados; frustración que muchos, inteligentes y sanos, han sabido reelaborar, pero les aseguro que no es así en todos los casos. Ni mucho menos…

2) No se dejen engañar. Arbitrar, en sí mismo, no es difícil. Es fácil. Si se conoce el juego y no se recela de los protagonistas verdaderos (que son los jugadores y no los árbitros, por mucho que algunos de estos últimos lo entiendan al revés) mucho más fácil aún. Como suelen aconsejar en las propias Escuelas arbitrales: “Pitad lo que veáis y todo saldrá debidamente”. Cierto. Lo que pasa es que para ello hay que conocer el Reglamento, ser medianamente inteligente, ser honesto y tener carácter. Y no todos los árbitros reúnen esas características. Más bien podemos decir que son muy pocos.  Acabo de ver el RC DEPORTIVO DE LA CORUÑA- CASTILLA. A los cachorros madridistas les han expulsado injustamente a Cabrera y les han escamoteado un flagrante penalti sobre De Tomás. No es infrecuente que los niños merengues o barcelonistas o colchoneros sean masacrados por los árbitros. Mientras tanto, los colegiados  en Primera consienten con que Cristiano Ronaldo les llame a gritos cagones; con que Sergio Ramos y Pepe repartan estopa a diestro y siniestro; con que Alves finja ser golpeado; con que Busquets y Piqué menosprecien a los rivales en sus propias narices; con que Diego Costa les salpique de saliva voceando a dos centímetros del rostro de Borbalán o de Mateu Lahoz… son los mismos que no ven los agarrones de los defensas y sí ven los de los atacantes… ¿Para qué seguir?.

3) El sistema de evaluación de los informadores arbitrales es paranoico, irrisorio. Los informes están establecidos de tal manera que la máxima nota es 10 (perfecto, nada que objetar), mientras que la mínima es, la mínima es, adivinen... Yo se lo digo. Es (o era hasta hace poco) UN SIETE. Por mal que lo haga un trío arbitral, nunca sacará menos de un siete. ¿Por qué se ha establecido esta baremación?  ¿Adónde va un colectivo sin autocrítica? Piensen lo que quieran. Probablemente, si piensan mal acertarán.

4) El ya citado rechazo del uso pleno de la Tecnología. Presentan absurdas alegaciones, cuando no estupideces como la que cito de López Nieto. ¿A quién beneficia el error arbitral? De entrada, se me ocurre que a los malos colegiados, a los equipos poderosos –que siempre sacan tajada del rasgo de la personalidad humana que nos lleva a favorecer al grande y machacar al pequeño- y quizá a los mandamases del Deporte y la Economía, cuyos intereses en la organización de las grandes competiciones nacionales, continentales y mundiales no pueden consentir que los grandes favoritos, los que dan lugar a las grandes ventas, pudieran quedar fuera de las rondas finales.

Junten todo esto, mezclen bien los elementos, combínenlos incluso y verán que el producto resultante sólo puede ser el que sigue: si esperan ustedes arbitrajes acordes con el altísimo nivel del juego futbolístico contemporáneo, es que no han caído del guindo.

Despierten.

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