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Cultura

Escritores y políticos "son los ciudadanos los que tienen derechos, no las lenguas"

Los topónimos son un ejemplo del uso del lenguaje.

Hacerse entender es lo más importante. Por eso, para muchos, son las personas y las sociedades las que determinan cómo y de qué forma comunicarse. Bastante poco tienen que hacer la política y las ideologías ahí. Y sin embargo, se meten, y a menudo.

Al menos ésa es la lectura que han hecho algunos –partidos políticos, académicos, escritores e intelectuales-  en ocasión del informe de la Real Academia sobre los usos y costumbres que favorecen las formas masculinas en el idioma castellano presentado esta semana por el académico Ignacio del Bosque.

Si la teorización y posterior prédica sobre el tema género –suficientemente digerido en el repertorio de lo políticamente correcto- ya provocó aprehensión por el sesgo impositivo del informe, Vozpópuli decidió preguntar a un grupo de figuras qué opinión merecía la inclusión de algún topónimo en su idioma original –por ejemplo A Coruña- o la referencia a una institución –Generalitat, Xunta- en el habla común castellana. Si de igualdad se trata, ¿debe esto ser respetado tan celosamente también?

El escritor Álvaro Pombo  parece exhausto de un debate  en el que, a su juicio, escasea el sentido común. Insiste el santanderino en afirmar que ya en 2008, firmó un manifiesto por la lengua y que en ese documento está resumido todo lo que piensa, especialmente en el tema de los derechos. “Oiga, lea bien: son los ciudadanos quienes tienen derechos lingüísticos, no los territorios ni mucho menos las lenguas mismas. Puede darse por contestada esa y cualquier pregunta sobre el tema. Adiós”.

Para Carlos Gorriarán, de UPyD, sea una cuestión de género o cualquier otro matiz que incluya otras lenguas, el principio es el mismo: la libertad de los ciudadanos para expresarse. Este espíritu fue el que animó a UPyD a plantear una propuesta que recuperara, por ley, las denominaciones en castellano de las diferentes provincias, ciudades y municipios: “Estamos de acuerdo en que el lenguaje evoluciona  en función de cómo cambian las ideas y las costumbres de una sociedad, no a partir de ideologías políticas impuestas con un fin específico”.

Incluso, al intentar desentrañar el porqué de unas rotulaciones en un idioma en algunos lugares, Gorriarán corta en seco el tema: “Hay partidos que cuanto más impotentes son para resolver grandes problemas, como el paro, la exclusión, crean otros, por ejemplo, en el lenguaje. Se meten en las minucias de intentar imponer a la gente cómo expresarse, qué palabra usar”.

El escritor y filósofo Fernando Savater es mucho más práctico en su reflexión: “Muy pocas veces he escuchado a alguien decir ‘Me voy a London, o me voy a New York’. Quedaría terriblemente pedante y ridículo. Es cierto que todo el mundo entiende A Coruña, y que suele estar aceptado y asimilado en las señales de tráfico, aunque suena un poco extraño también decir me voy a ‘A Coruña’. Pero todas estas cosas son de sentido común. En Euskera, por ejemplo, Pamplona se dice Iruña. Colocar una señal de tráfico sólo con Iruña equivaldría a que nadie supiera adónde se dirige”.

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