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Cultura

Fotogalería: La pasión de Jesucristo en 10 obras maestras incluidas en las colecciones españolas

El Calvario de Roger van der Weyden. Óleo sobre tabla, 244 cm x 193 cm. Patrimonio Nacional, Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

Cristo crucificado con un donante (1640), de Francisco Zurbarán. Aunque a lo largo de su carrera Francisco de Zurbarán cultivó una amplia variedad de géneros como la naturaleza muerta, el retrato o la pintura de hechos históricos, la mayor parte de su producción pictórica fueron obras de carácter religioso. Muchas de ellas formaban parte de series que decoraban recintos monásticos, otras son imágenes aisladas para interiores religiosos y no faltan las que atendían la demanda de la devoción privada. Uno de esos temas religiosos fue el de Cristo en la cruz, que Zurbarán representó, con numerosas variantes, al menos en una docena de ocasiones, desde 1627 en que se fecha una de sus obras maestras, el Cristo crucificado del Art Institute of Chicago, hasta 1655 cuando pintó el Cristo crucificado con san Juan, así como María Magdalena y la Virgen (Londres, colección privada). Este lienzo data de 1640 y obedece a un género común en la época en la que el particular que pagaba la pintura aparecía retratado. La obra pertenece al Museo del Prado. (Texto extraído de Portús, J.: El Prado en el Ermitage, Museo Nacional del Prado, 2011, pp. 132-133)

Prendimiento de Cristo (1798), de Francisco Goya y Lucientes. Boceto preparatorio para el cuadro de uno de los altares, el primero del lado del Evangelio, en la Sacristía de la Catedral de Toledo, con cuya composición presenta aún algunas variantes. Goya recibió el encargo del Cabildo en 1791, pero no lo pintó hasta el otoño de 1798. Le escena del Prendimiento sigue aquí literalmente la narración de los Evangelios (Mateo 26, 45-46; Marcos 14, 41-52; Lucas 22, 45-54), interesándose especialmente por el de San Juan (18, 1-9). El lienzo fue presentado en la Academia de San Fernando el 6 de enero de 1799, un mes antes de poner a la venta la edición de los Caprichos. Forma parte de la colección del Museo del Prado. (Texto extraído de Mena Marqués, M: Goya en tiempos de guerra, Museo Nacional de Prado, 2008)

Cristo crucificado (1632), de Diego de Velázquez. Los expertos del Museo del Prado, donde está exhibida actualmente esta pintura, aseguran que pertenece década de 1630, poco después del regreso de Diego Velázquez de Italia. Cristo está clavado a la cruz con cuatro clavos, siguiendo la fórmula pictórica que Pacheco –maestro del sevillano- venía empleando desde 1611 y que sostuvo con una batería de argumentos históricos y religiosos, resumidos al final de su Arte de la Pintura de 1649. Es probable que la pintura fuera encargada por Jerónimo de Villanueva (1494-1653), protonotario del reino de Aragón y mano derecha del conde duque de Olivares, para el Convento de San Plácido de Madrid, que él mismo había fundado en 1623. Villanueva tenía la suficiente categoría en la corte para encargar una obra importante al pintor del rey.

El Calvario, de Rogier van der Weyden. Adquirida por Felipe II, quien profesaba una absoluta devoción por la obra, El Calvario llegó a España en 1564. En un primer momento se instaló en la capilla del Palacio del Bosque de Segovia en Valsaín, antes de que el monarca decidiera su traslado definitivo en 1567 al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, que se encontraba en esos momentos en pleno proceso de construcción. La entrega oficial al edificio se produjo en 1574, cuando fue colocada en el altar de la Sacristía. El Calvario permaneció allí hasta que el pintor Diego Velázquez reorganizó a partir de 1656 las pinturas de El Escorial. En ocasión de la finalización del proyecto de restauración de El Calvario del monasterio de San Lorenzo de El Escorial en los talleres del Museo del Prado (el proceso fue conjunto), la pinacoteca exhibió la imagen con las obras más representativas del pintor flamenco en 2015.

Cristo ante Pilatos (1657), de Corrado Giaquinto. A poco de llegar a España en 1753, el italiano Giaquinto comenzó a pintar, para el oratorio del Rey en el Palacio del Buen Retiro de Madrid, una serie de ocho lienzos sobre asuntos de la Pasión, incluido el cuadro del altar, que representa la Santísima Trinidad. En este, Cristo es presentado a Pilatos que, sentado al fondo, intenta equilibrar como en una balanza su propio juicio sobre la inocencia del acusado y la decisiva opinión de sus consejeros y del público, que demandan la muerte de Jesús. Gianquinto Corrado tuvo de fecunda producción pictórica al óleo y, sobre todo, al fresco, considerado el máximo representante de la pintura rococó en la Roma de la primera mitad del siglo XVIII y cuya obra ha sido punto de referencia de varias generaciones de pintores españoles. (Texto extraído de la Ficha Técnica del Museo del Prado)

La Crucifixión (1597 – 1600), de El Greco. Pintada para el retablo mayor del Colegio de la Encarnación (Madrid), un seminario agustino más conocido por el nombre de su fundadora, doña María de Córdoba y Aragón (1539-1593). En esta obra se ha identificado "una de las versiones más originales y extremas del asunto representado, fundamental en la iconografía cristiana". Cristo acaba de morir en la cruz ante el dolor desgarrado de María y la desolación de san Juan. María Magdalena y tres ángeles se afanan mientras tanto en recoger la sangre de Cristo que brota de sus heridas. Un cielo oscuro y quebrado por resplandores de tormenta envuelve la escena, convertida en un impactante nocturno que sigue el texto bíblico: "era cerca de mediodía y se produjo oscuridad sobre toda la región" (Lucas, 23, 44). (Texto extraído de Ruiz, L.: El Greco. Guía de sala, Fundación Amigos del Museo del Prado, 2011).

Cristo de San Juan de la Cruz (1951), de Salvador Dalí. Fue realizada por el pintor surrealista en 1951. Dalí se inspiró de un dibujo del místico San Juan de la Cruz conservado en el convento de la Encarnación de Ávila, y en una imagen que decía haber soñado de un círculo dentro de un triángulo. Esta figura, que según él era como el núcleo del átomo, era similar al dibujo del monasterio, así que decidió usarla en el cuadro. El paisaje en calma se inspira en Port Lligat y en un dibujo de Velázquez para la rendición de Breda. Es de las pocas aquí citadas que no puede verse en España. Forma parte de la colección del Kelvingrove Art Gallery and Museum, ne Glasgow (Escocia) .

La Oración en el Huerto (1772), Tiépolo. Pintado en Venecia, forma parte de la serie de ocho escenas de la Pasión de Cristo, que proceden del Convento de San Felipe Neri de Madrid, de donde pasaron al Museo de la Trinidad. A diferencia de otros lienzos dedicados por este artista a temas afines, Giandomenico Tiépolo creó un ambiente deliberadamente claustrofóbico, donde buscaba crear un sentido dramático casi irrespirable, aunque la narración tenga lugar en exteriores. Para ello amontonó figuras en un primer plano en el que aparecen los personajes imprescindibles para la representación del drama, además de algunos otros, no muchos, que permiten crear esa atmósfera desasosegante, que invita a reflexionar sobre los hechos representados. . La vida y obra de Giovanni Domenico está sin duda marcada por la influencia de su padre, Giovanni Battista Tiepolo, el último gran representante de la tradición monumental de la pintura veneciana. (Texto extractado de Luna, J. J.: Pintura europea del siglo XVIII: Guía, Museo del Prado, 1997, pp. 145-148).

Cristo La Piedad (1629), de Van Dyck. Óleo sobre lienzo. Muerto, en un prolongado escorzo, Cristo yace en el regazo de María, que mira implorante hacia el cielo. María Magdalena besa la mano de Cristo y San Juan llora su muerte. Muy influida por el arte veneciano en el tratamiento de las telas y el uso del color, esta obra está directamente inspirada en ciertas composiciones de Tiziano. Esta composición repite el gran lienzo pintado por Van Dyck hacia 1629 para el altar mayor de la iglesia de las Beguinas (o Begijnhof) de Amberes, actualmente en el Museo Real de Bellas Artes de esa misma ciudad. No era raro que pintores de la fama de Van Dyck recibiesen encargos de particulares para realizar réplicas de sus obras más conocidas, y así debió de suceder en este caso. Se desconocen las causas de su llegada a España, documentándose por primera vez en 1734 tras el incendio del Alcázar de Madrid. (Texto extraído del Museo del Prado)

La casa de Nazaret  (1630), de Francisco de Zurbarán. Aunque está expuesto en el Museum of Art de Cleveland, Estados Unidos, pudo verse recientemente en la exposición dedicada al extremeño en el Museo Thyssen. La escena se refiere a la infancia de Cristo, al que se muestra acompañado de su madre en una escena hogareña. Acaso un anticipo de la Pasión en la corona de espinas, muestra a Cristo, quien se duele tras el pinchazo. La luz, contrastada, muy propia del tenebrismo, da al cuadro la apariencia de una representación teatral, y remite a la obra de Caravaggio.

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