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Cultura

María Teresa Campos: "A veces ser princesa es una gran y soberana putada"

María Teresa Campos le llama “travestismo literario” pero a juzgar por cómo le ovacionan sus compañeros de profesión al terminar la presentación de su libro Princesa Letizia (Planeta), uno comienza a sospechar que la periodista y presentadora se haya tomado muy en serio lo de “meterse en la piel de su personaje”. “¡Larga vida a La Campos, larga vida!”, le gritan. Pero no, ni María Teresa Campos se cree la princesa de Asturias ni pretende tratamiento real, lo que sí ha hecho es llevar al terreno de la ficción las opiniones y juicios de una Letizia Ortíz que en su prosa suena soberbia, autoritaria, poco autocrítica y algo pagada de sí misma.

Calzada en unos taconazos negros de raso casi o más altos que los de la princesa de Asturias, María Teresa Campos luce espléndida, a pesar de que su teléfono ha sido difundido por Internet y desde ayer ha recibido 400 llamadas. “Me dio un ataque de ansiedad”. Su rostro no delata ni un atisbo de ojeras. Sobre el libro, no lo niega, “es mucho más sencillo contar lo que sabes a imaginarlo”. No le preocupa especialmente qué reacciones tendrá doña Letizia tras leer el libro. “Si se lo toma con humor, habrá muchas cosas en las que probablemente estemos de acuerdo”.

Pero, ¿en cuál de todas coincidirán princesa y periodista? ¿ en el peinado de “estilo eterno” de su suegra la reina Sofía  o su estoicismo? ¿en la campechanía de Don Juan Carlos aunque a veces a Letizia le “den ganas de decirle que con ella tira piedras sobre su propio tejado”? ¿O  estará de acuerdo acaso en esto de que sus cuñadas no son muy dadas: Elena, que siempre la ha mirado “un poco por encima”, o Cristina, con quien todo iba bien “hasta que pasó lo que pasó? Porque Letizia en este libro siempre se olió algo de los asuntos del Duque de Palma, por aquello del “casoplón de Barcelona”.

El libro comienza con el anuncio del compromiso, con el recordado “déjame hablar” al que la Letizia de María Teresa Campos se refiere en un capítulo completo. “Yo les demostraré lo que es una princesa del siglo XXI”, afirma entonces una tierna Letizia que saltaba al ruedo monárquico con poco tiempo de horno en los asuntos reales.  A la pregunta sobre si se reunió con la princesa de Asturias para darle vida a su personaje, Campos responde, ahora con unas gruesas gafas que antes, para las fotos, se había quitado: “No somos tan cortesanos”.  Ante la ambigüedad de la respuesta, toca insistir. ¿Tiene autorización de la casa real este libro? “Yo espero que en este país cuando se escribe un libro no haya que pedir permiso a nadie. Además, ella misma dice que no le dejan dar entrevistas”.

No es un libro en absoluto complaciente, aunque ciertas cosas se reserva: las distantes relaciones entre el Rey y la Reina, el caso Urdangarín, incluso la extrema delgadez de la Princesa son temas no tocados directamente. “Sí que algo me he autocensurado. No quiero decir cosas que puedan hacer daño, prefiero decir unas cosas para dar a entender otras y que cada quien interprete lo que le parezca”, responde Campos.

Lo que sí es cierto es que el retrato que se hace de Letizia Ortiz muestra a una mujer a la que le gusta mandar, alguien que “se exige mucho a sí misma, obsesionada con cumplir su obligación y que se cree poseedora de la verdad”, explica María Teresa Campos al hablar de su personaje, para cuya caracterización consultó a distintas fuentes y personas cercanas.

Una mujer que “enseñó” al Príncipe Felipe a ver algo más que películas de acción y a relacionarse con algo más que su “pandilla de amigos pijos”;  que no tolera que sus hijas sólo jueguen a la Play; que en verdad detesta las vacaciones en Mallorca y se considera una “mujer del siglo XXI” chirría a veces en el libro con alguien que sobre la posición de princesa de Asturias es capaz de decir: “A veces ser princesa es una gran y soberana putada” para luego agregar: “Estoy donde he querido estar por amor”. Más allá de eso, Princesa Letizia es un retrato irónico, poco indulgente y sarcástico de un personaje que con la diadema perdió la voz.

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