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Cultura

¿Fueron los ejecutivos de Lehman Brothers los grandes tatuadores del capitalismo?

Una imagen de la quiebra de Lehman Brothers.

El capitalismo cambia. De hecho, en su capacidad de mutar se halla su principal atributo para sobrevivir.  La economía de mercado ha experimentado una profunda transformación en las últimas décadas, al principio de una forma silenciosa y luego con notable estruendo. Justo cuando se cumplen casi diez años de la caída de Lehman brothers y la crisis económica que acompañó el siglo XXI, dos economistas , Xosé Carlos Arias y Antón Costas, estudian con detalle las principales ideas y la sucesión de acontecimientos que están contribuyendo a la conformación de una nueva piel del capitalismo, alusión que da título al ensayo.  ¿Cuáles son las manchas, acaso las cicatrices, de la nueva piel del capitalismo? Cabe destacar que la caída, por ejemplo, de Lehman hizo lo que un tatuaje o el vitíligo: modificar.

¿Cuáles son las manchas, acaso las cicatrices, de la nueva piel del capitalismo? Cabe destacar que la caída, por ejemplo, de Lehman hizo lo que un tatuaje o el vitíligo: modificar.

Arias y Costas destacan tres rasgos. El primero es la dimensión ultrafinanciera, con los mercados de capital situados fuera de cualquier escala razonable. El segundo, la creciente desigualdad, que origina amenazas para algunos de los grandes progresos que las sociedades avanzadas alcanzaron a mediados del siglo pasado. Y el tercero, una dinámica de internacionalización que abre nuevos caminos para la prosperidad, aunque también grandes riesgos, debido sobre todo a su composición muy desequilibrada.

El punto de partida de ambos es que esos tres rasgos, que guardan relación  entre sí, se vieron exacerbados a partir de la explosión de la gran crisis financiera de 2008. Pero también mostraron entonces sus múltiples e intrincadas contradicciones. Y no sólo en el ámbito estrictamente económico, en el que la posibilidad de un crecimiento lento en una perspectiva a largo plazo se ha ido haciendo cada vez más verosímil. También se plantean notables interrogantes para el futuro de la democracia, ya que la lógica de los mercados y la de la política democrática avanzan por sendas diferentes.

El cambio de escala de la economía y la política ha creado poderes cuyas dimensiones son tan abultadas como su tendencia a la opacidad y la amenaza que encarnan

¿Qué vínculos existen entre los argumentos económicos y la realidad?¿Exactamente cómo es? Es una de las elaboraciones que propone Josep Ramoneda en la introducción de este ensayo: “¿Cómo encontrar el justo equilibrio entre la lógica del mercado y la lógica política del interés general? Al propio destino del capitalismo, en un momento en que parece incontestado e incontestable: ¿adónde va, cuáles son sus próximas decantaciones? No es irrelevante que Arias y Costas hablen de argumentos y no de teorías, definen con ello la interrelación entre pensamiento y acción propios de una cultura política democrática”.

El cambio de escala de la economía y la política ha creado poderes  cuyas dimensiones son tan abultadas como su tendencia a la opacidad y la amenaza implícita que representan : no son auditables, no tienen patria y su tendencia a la desigualdad es manifiesta . El fortalecimiento de este tipo de instancias amenazan incluso  el proyecto de integración europea, “pues la transformación económica de fondo ha acabado por mostrar las deficiencias estructurales sobre las que aquel proyecto fue diseñado”. No hay nada natural en la relación entre capitalismo y democracia, aseguran. Está probado que el capitalismo se mueve a su antojo en sistemas autoritarios, de la España de Franco al Chile de Pinochet, los ejemplos son legión; propone Ramoneda para dar pie a una idea: ese equilibrio debe repensarse.

¿Es posible la moralización del capitalismo? En este ensayo Arias y Costas intentan buscar la salida a su reflexión crítica a partir de esta pregunta

Pero hay algo más, acaso una tesis transversal:  ¿Es posible la moralización del capitalismo? En este ensayo Arias y Costas intentan buscar la salida a su reflexión crítica a partir de esta pregunta. Hablar de moral –que no es lo mismo que hablar de ética, aclara el texto–  sitúa al lector en el “terreno de los valores”. Valores quiere decir prioridades, finalidades, marcos referenciales compartidos. ¿Conoce el capitalismo otra prioridad que los resultados? La respuesta planteada no es única, pero sí encierra  paradoja: “La desigualdad desvertebra la sociedad, excluye a amplios sectores de la ciudadanía del reconocimiento, alimenta las ideologías y creencias que desprecian a los perdedores, niega el derecho a las personas a una vida digna, y, sin embargo, el único argumento que adquiere carta de naturaleza es el de la eficiencia. Sólo si se prueba que la desigualdad es ineficiente para el sistema es susceptible de ser tomada en consideración en una cultura que sólo sabe de ganancias”. La moral como idea de límite gravita en estas páginas y está trabajada como parte de la obra. No es de extrañar que en las épocas de coyuntura, las ciencias sociales se muestren más propensas a repensar y revisar determinadas ideas, justamente para ilustrar la naturaleza, el aspecto de sus alcances.

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