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Cultura

“Las novelas no contestan preguntas ni resuelven problemas”

En el verano de 1978, un jovencísimo y gris Ignacio Cañas conoce al Zarco y a Tere, dos delincuentes  de su edad que llegan desde el barrio chino de Gerona. Treinta años más tarde,  un periodista que ha recibido el encargo de escribir un libro sobre el Zarco, convertido ya en un mito de la delincuencia juvenil de la transición, toca a la puerta de Cañas, ahora un afamado penalista, quien reconstruirá la historia y el encuentro que cambiaría por completo su vida.

El Zarco, Tere e Ignacio Cañas, El Gafitas: los tres personajes de la más reciente novela de Javier Cercas, Las leyes de la frontera (Mondadori, 2012). “En este libro se habla de chavales que fueron mitos en aquel momento  y los mitos siempre responden a necesidades profundas de la sociedad”, cuenta Cercas sobre una historia que también se adentra en la naturaleza de hechos como la verdad,  la lealtad, el amor y la traición. Una historia urgente para quien la recuerda e intenta, a la vez, contarla y terminar de vivirla.

Inspirada en algunas figuras como Juan José Moreno Cuenca, El Vaquilla,  esta historia juega la carta de la memoria, un personaje cada vez más afilado en las novelas de Cercas, autor de libros como Soldados de Salamina, La velocidad de la luz y Anatomía de un instante.

-¿Sería un error leer Las leyes de la frontera en la clave de Soldados de Salamina o Anatomía de un instante? Porque el gran personaje de fondo sigue siendo la España del siglo XX.

-Más que un error es inevitable, porque mis novelas inmediatamente anteriores tenían ese componente político e histórico más fuerte, en especial las novelas que más se han leído. Además, soy de quienes creen que una novela es una partitura y que el lector es quien la interpreta a su manera. Quizás hay lecturas más ricas que otras, pero todas las que se atienen al texto son legítimas.

-El Zarco sigue siendo un personaje político, encarna un culetazo de las carencias del franquismo.

-Es evidente que este libro contrapone la España de los años de la transición con la España actual, con el cambio enorme que ha dado el país. En este libro se habla de chavales que fueron mitos en aquel momento  y los mitos siempre responden a necesidades profundas de la sociedad. Estos delincuentes fueron idealizados, crearon una auténtica subcultura en los 70 y los 80. Se hicieron algunas de las películas más taquilleras en la historia del cine español, se hacían canciones, libros. Los periódicos estaban llenos de todo esto. Hasta que desaparecieron por completo, más nunca se habló de ellos.

-Hay sin embargo algo mucho más trágico en esta historia: Zarco, el delincuente. Teresa, esta chica que nunca logra salir de ese mundo y Gafitas, el abogado exitoso.

 -Para mí, si he de ser sincero,  esto es una larga y compleja  historia de amor entre tres personajes;  y es verdad que el trasfondo es ese  y que incluso de estos personajes se puede hacer una lectura política: está el Gafitas, que es un beneficiario de la transición, es decir, el cambio de la dictadura a la democracia supuso los 30 años de prosperidad, libertad y justicia mayores y mejores de los 300 últimos años de historia; el Zarco, que está fuera de la historia, no es un beneficiario de la transición, porque son los que siempre están fuera, son los que están más allá de la frontera y, el que es el personaje clave para mí, que es Tere. Yo procuro hacer libros distintos cada uno de ellos, no me gustan esos escritores que escriben tres o cuatro veces el mismo libro, aunque este libro sea tan distinto de Soldados de Salamina hay paralelismos de los que me he dado cuenta más tarde.

-¿Es Tere un personaje trágico o más bien ambiguo?

-Sí, por muchos motivos, pero es el personaje que une a los otros dos, pero es trágico porque intenta pasar al otro lado pero no puede y ahí se queda. Es como Michel Corleone que intenta sacar a su familia de la mafia y no puede. Y  es ambigua, también. Pero es que la novela es el terreno de la ambigüedad. Lo que ocurre es que aquí entramos en el terreno de las interpretaciones. Todas las novelas que yo he escrito un poco funcionan así. Hay un enigma en el centro, que nunca llega a resolverse, y que sólo resuelve en parte el lector por su cuenta. Al principio de Soldados de Salamina, qué pregunta existe: ¿el soldado salvó o no a Sánchez Mazas? Pues en verdad no lo sabemos. En Anatomía de un instante, ¿por qué no se tiró al suelo Adolfo Suárez?  Pues tampoco lo sabemos al final y aquí  ¿Tere delató o no delató al Zarco y al resto?  Pues tampoco lo sabemos. Y ese hecho es decisivo y ese punto ciego es el corazón de todo el libro. La respuesta es contradictoria, ambigua, esencialmente irónica  y ésas son las respuestas que puede dar la novela, porque las novelas no contestan preguntas, no solucionan problemas, las novelas añaden problemas a la realidad.

-Ha dicho usted que ésta es una historia de amor, pero es también una historia demoledora sobre el fracaso.  No hay héroes.

-Eso siempre está presente en los libros que escribo y no, no hay héroes, lo que existe es el desmontaje de un falso héroe  en esta historia ; de los chavales que absurdamente convirtieron en mitos de ese momento. Hay un desmontaje, una desmitificación de esos chavales, y en cuanto al fracaso … mira yo detesto toda esa mitología lacrimógena  y autocompasiva del fracaso, lo cierto es que los personajes que yo invento dan lo mejor de sí mismos  no cuando tienen éxito sino cuando fracasan. Y sí, son unos fracasados. Hay algo muy íntimo en mí que me lleva a pensar que hay algo más digno en el fracaso  que en el éxito o que uno sabe quién es cuando ha fracasado y que en el éxito siempre hay algo…

-¿Por qué Gafitas no escribe la historia?

-Porque no es capaz

-Lo que intento saber es, por qué, nuevamente (como en Soldados de Salamina), su protagonista vuelve a necesitar de un escritor que cuente la historia de su vida, la que jamás le abandona.

-Yo me atengo a sus palabras, él dice que lo que escribía era cierto pero que no le sonaba a verdad, tú puedes escribir cosas que sean ciertas, que en ellas haya verdad histórica pero que no haya verdad literaria. Yo creo que él no encuentra la verdad literaria aunque tenga la verdad histórica. Él necesita alguien de fuera para objetivar esa historia. Él tiene la necesidad  urgente de contar esta historia, porque es la historia de su vida, se entiende que sin contarla  es como si las cosas no acabasen de tener sentido del todo.

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