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Cultura

“El proyecto político de Manuel Azaña todavía está esperando ser ejecutado”

Manuel Azaña fue elegido secretario del Ateneo de Madrid, en 1913, hace cien años.

No tendría más de 20 años Manuel Azaña cuando pisó por primera vez el Ateneo de Madrid. Corría el año 1900, ya había concluido sus estudios en Derecho y se abría paso en el Madrid de la generación del 98 con sus lecturas francófilas. No es de extrañar que una institución de tan afrancesada tradición como el Ateneo le resultara acogedora. En 1913 fue elegido como secretario, hace cien años ya. Con motivo de tan redondo aniversario, la institución ha preparado un ciclo en su honor –y que incluye a Moret y Ortega y Gasset, incorporados ese año-. Entre las actividades previstas, el escritor y columnista Manuel Muela ofrecerá en el Ataneo de Madrid (C/ del Prado 21), este jueves 21 de noviembre, a las 19.30 horas, la conferencia Manuel Azaña pensador y hombre de acción, una reflexión que pretende ahondar en la vigencia política de su pensamiento. "No es un ejercicio histórico. Se trata de algo importante: el proyecto político de Azaña está esperando ser ejecutado", explica el autor de La agonía de la transición; Crónicas republicanas en vozpopuli.com.

Aunque en 1930 –cinco meses antes de la proclamación de la Segunda República- Manuel Azaña ocupó el cargo más alto en la institución, también es cierto que fue un período bastante más corto que el de sus días como secretario, cargo que mantuvo durante siete años no sin las críticas ni la oposición de quienes le acusaron de convertir el Ateneo de Madrid en un laboratorio de sus apetencias políticas. Su paso por la presidencia del Ateneo, que ocupó ya siendo Ministro de Guerra, culminó en 1932. El testigo lo recogió Ramón del Valle-Inclán. Sin embargo, Azaña regresó  poco después e ingresó en la Sección de Ciencias Morales y Políticas. En total, la relación de Azaña con el Ateneo de Madrid abarcó tres décadas, un tiempo que coincidió con crecimiento intelectual y político en una España que estaba por enfrentarse a los capítulos decisivos de su devenir histórico.

-El Ateneo de Madrid y Manuel Azaña tienen una larga y accidentada historia, que coincide además con los años clave en la política española. ¿Desde qué punto de vista desea usted abordar este centenario?

-Azaña tiene diferentes perspectivas, todas muy variadas. Sin embargo, quiero centrarme en una idea que he trabajado intensamente y que ahora cobra especial relevancia: ¿Cuál era el proyecto de Estado que tuvo Azaña para transformar España? Quiero hacer un recorrido por su trayectoria política desde sus inicios en el Partido Reformista, su desengaño con Primo de Rivera y la puesta en práctica de todo su plan político. Esa es la idea de esta conferencia, pero, eso sí, con algo adicional: que no sea un simple ejercicio histórico. Se trata de poner sobre el tapete algo muy importante: el proyecto político de Azaña, que está esperando ser ejecutado en España. Y se hace todavía más vigente en un momento de crisis como el actual, en el que existe una gran demanda de cambios. Y se trata de traer al presente el proyecto liberal-republicano de Azaña.

"Se trata de poner sobre el tapete algo muy importante: el proyecto político de Azaña, que está esperando ser ejecutado en España"

-¿Cuáles fueron los principales errores políticos que cometió Azaña durante la puesta en marcha de ese proyecto?

-El problema no estuvo tanto en las ideas como la situación social, política y económica de la España de aquel entonces. En los primeros meses del año 36, el mismo Manuel Azaña llegó a decir: otra vez nos va a tocar segar el trigo en verde. España estaba en un momento de crispación. La derecha española era hostil a la restauración de los valores republicanos. A Azaña le fallaron sus aliados del Partido Socialista, que se inhibió. Azaña era producto de unas minorías que querían reformar el país pero no tenía el consenso para llevarlo a cabo. No debemos ignorar tampoco cuál era la situación internacional, las democracias parlamentarias europeas estaban amenazadas por el fascismo.

-¿Qué excesos se le pueden reprochar a Azaña?

-Su enorme vehemencia en ejecutar un proyecto que suscitaba grandes hostilidades. No calibró verdaderamente su fuerza y confió en demasía en sus aliados políticos y en su compromiso con esos valores. Le faltó a mi juicio algo de templanza. No digo que con eso hubiera prosperado el proyecto, porque la situación era enormemente crítica. Él mismo se lamenta en sus reflexiones en las páginas de La velada en Benicarlo. A Azaña se le ha tachado de ser un anticlerical. Yo no creo que lo fuera, era un laico racional y por eso se le combatió. Es mucho más fácil combatir a los energúmenos que los que están cargados de razones. La iglesia católica era un factor fundamental y Azaña en eso no tuvo la suficiente habilidad o destreza.

Azaña se definía como un liberal y burgués además de republicano, y justamente por eso se le consideró un traidor a su clase social

-A Azaña parece que no le quieren mucho en algunos sitios. Hace poco el Gobierno de los populares cambió de sitio el busto que colocó José Bono cuando era presidente del Congreso.

-Sí, lo trasladaron. Excusas siempre hay para todos. Además ese busto se colocó en el Congreso a petición de determinados grupos, fundamentalmente republicanos. Ni siquiera fue una decisión del Congreso.

-Al margen del objeto, me refiero a su peso político. Metemos a Azaña bajo la alfombra, ¿por qué?

-El propio Aznar en su día decía ser un entusiasta con determinados proyectos de Azaña. Pero aquí hay algo más complicado, que viene no sólo del franquismo sino también de la Transición. Azaña se definía como un liberal y burgués además de republicano, y justamente por eso se le consideró un traidor a su clase social. Manuel Azaña suponía un peligro mayor que un Indalecio Prieto o un Largo Caballero. La burguesía española consideró que Azaña era un traidor a su clase y eso sigue en el ambiente.

"Ahora asistimos en la práctica a uno más de los sucesivos colapsos de la monarquía"

-Parece que nunca es buen momento en España para hablar de república. No lo fue en los años treinta, tampoco en la transición, ahora menos.

-Hay que recuperar el pensamiento republicano, que no se limita sólo a la materialización de una República, que supondría en verdad un cambio político, sino que va mucho más allá. Ahora asistimos en la práctica a uno más de los sucesivos colapsos de la monarquía. La opinión pública está confundida, se recuerdan los residuos del fracaso anterior. Hay que propiciar el cambio político. Y la conclusión natural es la instauración de la república. Si algún partido enarbolara la bandera de un proceso constituyente, obtendría más rédito entre las generaciones nuevas, que no tienen los prejuicios y los resabios de otras generaciones. Incluso, me extraña que un partido como UPyD no haya hecho ese discurso suyo.

-¿Por qué la idea de la república genera tanto rechazo? ¿Por un condicionamiento histórico o porque España es monárquica?

-Es una mezcla de ambas cosas. No hay que olvidar que las sociedades modernas son muy conservadoras y por tanto, creo que la imagen y la propaganda han jugado un papel fundamental durante los años de la Transición. La imagen del republicanismo quedó en el más absoluto ostracismo. Fíjese hasta dónde tuvo trascendencia. Cuando se celebraron las primeras elecciones en 1977, los únicos partidos que no fueron autorizados a concurrir fueron los republicanos, al Partido Comunista sí se le permitió pero a ellos no… ¿Y por qué? Porque allí funcionó la memoria histórica. Y no habría sido raro que si se representaran hubiesen obtenido 4 ó 5 parlamentarios que defendiesen esa idea. Ahí hubo un gran componente ideológico. El único gran beneficiario en España del régimen actual ha sido el Partido Socialista, que siempre he tenido renuencias a hacer confesión pública de republicanismo, la prueba es la conferencia de hace 15 días.

"Si algún partido enarbolara la bandera de un proceso constituyente, obtendría más rédito entre las generaciones nuevas, que no tienen los prejuicios y los resabios de otras generaciones"

- Se supone que una institución como el Ateneo fue clave en la vida intelectual y política de España. Hoy es una institución envejecida, apartada. ¿Cambió el modelo de hombre público o es que ahora hay que buscarlo en las tertulias?

-En el Ateneo, como en muchas instituciones, las cosas ya no son como eran. Sigue siendo un foco de inquietud, de pluralismo y hasta de radicalismo pero en absoluto se puede pensar que es un foco influyente en la política española. No es sólo un problema del Ateneo; es general en el país. Es lamentable que en esta crisis no existan voces de la inteligencia española. De la universidad no sabemos excepto cuando surgen las polémicas por planes de estudio, pero no salen voces autorizadas proponiendo salidas. No sabemos qué piensa hoy la intelectualidad española de lo que ocurre. Todo el mundo está en una especie de letargo.

-¿Se acabaron los políticos con inquietudes y cierto quehacer intelectual? Se lo pregunto a pesar de la avalancha de biografías no escritas por ellos.

-Uno de los graves problemas que tenemos es que los hombres o servidores públicos no se toman la molestia de poner sobre la mesa proyectos, estudiar, decir qué quieren que sea este país al menos en el medio plazo. Todos dan la visión de improvisación con la única intención de conservar el poder. Se ha devaluado el concepto de servicio público. Hemos tenido otro ejemplo más con el Poder Judicial, un puro y duro reparto de privilegios entre ellos. Es duro reconocerlo pero realmente es así. El Partido Popular nunca tuvo planes ni proyectos. No sólo incumplieron lo que dijeron, tampoco tenían un plan escrito para incumplir.

"El Partido Popular nunca tuvo planes ni proyectos. No sólo incumplieron lo que dijeron, tampoco tenían un plan escrito para incumplir"

-¿Quién sería hoy un alumno aventajado de Manuel Azaña?

-De los políticos en ejercicio me cuesta encontrarlos. En este momento no sabría decirle.

-Bueno, no tiene por qué ser aventajado

Aznar y algunos de los seguidores, quizás. En el partido socialista fugazmente ha habido menciones, pero hasta el punto de hablar de un político modernizador que le siga, la verdad,  lo lamento, pero no tengo ningún nombre que darle.

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