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Cultura

Fernando Vallespín y Joan Subirats proponen 'resetear' políticamente España

Una imagen de las manifestaciones del 15M.

Si Hanna Arendt decía que lo fundacional es el acto político por excelencia, el de la refundación no lo debe ser menos. Ese es el principio del que parten Fernando Vallespín y Joan Subirats, dos de los expertos en política más destacados de España, quienes en su libro España/Reset abogan por iniciar un nuevo proceso constituyente y reformar "una España degradada que requiere volver a sus ideas democráticas" originarias.

En su libro España/Reset abogan por iniciar un nuevo proceso constituyente y reformar "una España degradada".

Es preciso un nuevo comienzo. Para dar con las claves de semejante tarea, Vallespín y Subirats se emplean a fondo en reflexionar sobre el ejercicio político: el sistema de partidos; su aparición, desarrollo y futuro; la regulación y funcionamiento de estos; la necesidad de una nueva Ley electoral, el principio de clientelismo opuesto al de transparencia. Abordan además la cuestión territorial y los debates nacionalistas; la influencia de los movimientos ciudadanos como expresión de un proceso social, así como "las nuevas ideas" versus "las viejas formas".

República, autonomía y nacionalismos

Nada escapa a este libro, en cuyas páginas se alterna la mirada europea a la vez que local, al abordar desde asuntos transversales como el Estado del Bienestar hasta la concepción de lo que territorio y autonomías supone. Sin entrar a valorar la propia naturaleza de las reivindicaciones de independencia, ambos autores ven en los partidos nacionalistas como representación de movimientos (y sentimientos) que "están más o menos latentes todo el tiempo, pero que cobran fuerza y presencia en momentos en los que la estructura institucional española entra en crisis, justo lo que ocurre ahora.

Los nacionalismos cobran fuerza cobran fuerza y presencia en momentos de crisis.

En ese sentido analizan el soufflé catalán como un episodio lo bastante significativo como para plantarse la transformación del sistema autonómico. "Dado que España tendrá que reformarse sí o sí, parece más prudente hacerlo cuando todavía puede mantener a Cataluña en el Estado que cuando se haya producido el divorcio. Enrocarse en la defensa del statu quo y poner límites apriorísticos a las negociaciones podría revelarse como una insensatez política", aseguran.

Sin embargo, así como se plantean la discusión de temas esenciales, Vallespín y Subirats aparcan el debate sobre una España republicana, justamente porque, según ellos, no es el momento de añadir más tensión a la que ya existe en la sociedad española.

El fin del bipartidismo como lugar del debate 

El final del bipartidismo no supondrá el derrumbe del PP y el PSOE, aseguran Vallespín y Subirats. "El PP parece que va a mantener su suelo electoral, aunque muy mermado en el País Vasco y Cataluña; puede perder el voto del centro que lo aupó a la mayoría absoluta, pero movilizará votantes de extrema derecha. La ventaja del PP (su éxito histórico) es que no ha permitido (o no ha aparecido) un partido que rivalice con él por la derecha".

La edad media de los votantes del PSOE ha subido hasta los 52 años.

El diagnóstico de PSOE es bastante más pesimista. Tanto que es posible que éste sí se derrumbe por completo. Las últimas elecciones generales supusieron un desastre, pero ahora se enfrenta a un más que posible derrame de votos hacia los nuevos partidos de izquierdas. El problema, entre los muchos que afronta, es que el PSOE le ha perdido el pulso a la participación ciudadana y a la calle. La edad media de sus votantes ha subido hasta los 52 años (la del PP es de 58). Por lo tanto, si el PSOE quiere sobrevivir como alternativa de centro-izquierda es imprescindible que vuelva a engancharse a las preocupaciones de los jóvenes. Y es ahí cuando el asunto se pone bastante más difícil.

El "no nos representan" en auge desde el 15M, plantea según los autores, que la confrontación política en España ya no la protagonizan dos partidos en el interior del mismo sistema, sino que es el propio sistema quien se enfrenta a la oposición de agrupaciones de ciudadanos (asambleas, plataformas, mareas...) que apuestan por recuperar las esencias de la democracia (libertad, justicia social, igualdad de oportunidades), que consideran perdidas o abandonadas. "Sorprende que organizaciones como Demoscopia no advirtiesen que un fenómeno como Podemos eclosionaría en las elecciones europeas", aseguran.

"Sorprende que organizaciones como Demoscopia no advirtiesen el fenómeno Podemos"

Crisis y Estado del bienestar

Parte de los problemas que tiene la socialdemocracia europea -aseguran Vallespín y Subirats-es que su motor progresista, su capacidad para pensar el futuro, se ha ralentizado porque se ha visto en la obligación de desviar parte de su energía y de su esfuerzo a "defender y apuntalar un Estado del bienestar en peligro".

Mientras los países del norte de Europa, y también otros como Alemania o Inglaterra, se han dedicado modular las políticas sociales, para ajustarlas no solo a la crisis (sea o no un estado prolongado) sino a un modelo sostenible, en España no se asumió la gravedad de la situación hasta bien entrado el año 2010.

Con el gobierno de Rodríguez Zapatero, "en la misma legislatura del descalabro", se proclamaba que España era entonces el décimo país del mundo en lo que al impulso del Estado del bienestar respecta: las leyes de dependencia. "En este plan había algo de ingenuidad, algo de buena voluntad y mucha confianza ciega (y nunca mejor dicho) en que el paraíso artificial de la burbuja no se pincharía nunca".

Corrupción y justicia

"Con la corrupción sucede algo paradójico: cuando no la vemos puede ser que no exista, pero también puede ser que funcione de manera tan engrasada o que se haya extendido tanto en una sociedad, que domine sus resortes y no la veamos", aseguran los autores.

En la mayoría de las ocasiones, "el procedimiento era siempre el mismo: los cargos del partido empleaban su capacidad de conceder dinero público para desviar cantidades hacia un fin privado, la financiación del partido". De ahí que insistan en la necesidad de una Ley de Financiación que regule, realmente, el agujero negro del dinero en los partidos políticos.

Un tema lleva al otro: corrupción y justicia, entendiendo esta última como una de las instituciones más golpeadas, fundamentalmente a causa de elementos: el entorpecimiento de sus mecanismos a través de las prácticas los partidos políticos; la judicialización de la política y la politización de la judicatura y, finalmente, la escasa separación de poderes que afectan la naturaleza independiente de las instituciones judiciales.

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