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Cultura

Beau Soir: cuando las etiquetas solo funcionan en los grandes almacenes

En la imagen, la sopranoIsabel Álvarez y el saxofonista Andreas Prittwitz. En el piano Iñaki Salvador.

El saxo tenor no existía cuando Bach escribió la música de esta suite en Re para violoncelo y sin embargo suena como si hubiese sido compuesta para ser interpretada en Si bemol, la clave en la que se afina este instrumento. Con las mejillas hinchadas de puro gusto, Andreas Prittwitz aprieta las llaves de su saxofón y acomete sobre la tarima del Café Central  (Plaza el Ángel, 10) la cuarta canción del repertorio de Beau Soir, un proyecto musical ideado por la soprano Isabel Álvarez, quien le ha convocado a él  y al pianista Iñaki Salvador, para demostrar que es posible interpretar música de -por lo menos- siete siglos atrás como si de jazz se tratara.

"Tenemos tanto respeto por la partitura que somos capaces de hacer esto. Respetamos la música, la partitura,  pero no le tememos miedo", explica Isabel Álvarez  poco antes de que comience la que ya es la cuarta función –la primera fue el lunes 6 y estarán hasta el domingo 12 de octubre- de Beau Soir, un recital en el que se interpretan desde canciones del siglo XI hasta música del siglo XX y que forma parte del disco que da nombre al show. El principio de improvisación hace que cada noche el espectáculo sea distinto y que los 12 temas que se interpretan sean uno nuevo en cada presentación.

"Respetamos la partitura,  pero no le tememos miedo"

Sin embargo, ¿de qué trata este asunto? Pues de eso: de dejar y dejarse llevar. Ya Monteverdi y Bach improvisaban. E incluso mucho antes de ellos, los compositores medievales se daban al arte de lo incompleto, de lo que va apareciendo. Así continuaron haciéndolo siglos después los grandes intérpretes. Fue justamente esa idea la que empujó a la soprano donostiarra a impulsar este proyecto musical basado en ese principio melódico para preparar un repertorio que hiciera las veces de homenaje a la historia de la voz en la música de cámara, desde el medievo hasta el siglo XX.

Especializada en música de cámara, Álvarez convocó a dos colegas que entendieron a la perfección lo que ella buscaba. Y ambos, tanto Prittwitz –intérprete de flauta, clarinete y saxofón alemán radicado en Madrid- como Iñaki Salvador aceptaron . “Las ideas sencillas solo se le ocurren a la gente inteligente”, asegura el pianista. Convencido de que “las etiquetas son más útiles en los grandes almacenes que en la música”, el pianista, arreglista y compositor habla con la potencia de una máquina de titulares, ingeniosa metralleta al momento de esta entrevista y magnífico intérprete -y a veces front man- sobre el escenario.

"Las etiquetas son más útiles en los grandes almacenes que en la música"

No en vano, Salvador tiene un palmarés en el que se acumulan los premios -entre ellos los de los festivales de Jazz de Donostia, Getxo y Berlín-, al igual que Andreas Prittwitz, quien ha sido desde solista de flauta en la Orquesta Nacional de España o la Sinfónica del Principado de Asturias hasta músico invitado en los proyectos discográficos y presentaciones de artistas Placido Domingo, Joseph Carreras, Javier Krahe, Joaquín Sabina o Luis Eduardo Aute.

Como los miembros de este proyecto, así es la música de Beau Soir: inetiquetable. El rasgo más evidente de este recital salta a la vista -¿o al oído?-, esa mezcla en la que voz, viento y piano se juntan para travesar los registros más variados y disímiles, desde el madrigal Una pantera, del músico medieval Johannes Ciconia, pasando por el Beau soir del compositor y músico francés de finales del siglo XIX, Claude Debussy, hasta La noche tenebrosa, del músico y compositor barroco español Juan Hidalgo.

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