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Cultura

“Serás la última mujer de mi vida” o cómo dejar a tu esposa por otro hombre

Un detalle de la portada de La excepcion (Alfaguara, 2014).

Audur Ada Ólafsdóttir. Es un nombre impronunciable; así que mejor llamarla Ava. A ella le encanta; por la Gardner. Sentada ante una mesa demasiado pequeña, la escritora islandesa habla de La excepción, su más reciente novela, que la editorial Alfaguara publica en España tras el éxito de Rosa cándida y La mujer es una isla. Ella insiste en que se trata de una historia de amor. Y sin embargo, algo en este libro rezuma pérdida y fatalidad.

“Tú serás la última mujer de mi vida” es la frase que dice Flóki a su esposa María en el brindis de Nochevieja  antes de dejarla por su mejor amigo. Él es matemático especialista en el caos –no es una casualidad, dice la autora-; ella es una exitosa y espectacular mujer orquesta que trabaja, cocina langosta y tiramisú, además de ser la paciente y amorosa madre de mellizos de dos años y medio; todo eso, claro, montada en unos tacones a 13 grados bajo cero de un invierno islandés.

Flóki y María tienen once años de matrimonio. Y sin embargo, en cinco minutos –esos que anteceden al comienzo de un nuevo año y al fin de otro; de lo que será pasado-  todo se va al demonio. Ella se queda sola –y no de cualquier forma-, con dos niños y debe hacer frente a un conjunto de hechos que comenzarán a ocurrir, entre ellos un padre biológico que aparece de la nada y que terminará, por cierto, convirtiéndose en cuatro kilos de ceniza de los que ella –para más inri- tendrá que hacerse cargo.

“En la literatura islandesa, si a un personaje le cortan un pierna en lugar de desangrase pronuncia un discurso”.

No es una gran novela, pero interesan de sus páginas algunas cosas: determinados momentos de la prosa, un cierto absurdo que rige personajes y situaciones, y hasta algo de macabro humor. ¿Ejemplos? Una escritora enana que se convertirá en el principal apoyo de María; la extraña entereza con la que esta mujer es capaz de hacer paté de hígado de pollo la misma noche en que su marido la deja –insisto, por otro-; noches que duran una infinitud y a través de las cuales María empuja su destino como una diosa de yeso, es decir, sin despeinarse. Que eso, en sí mismo, sea literario no suena muy verosímil. Y sin embargo, hay algo en el ensamblaje que deja cabos sueltos y son justo esas hilachas las que dan qué pensar.

“Me llama la atención que diga que la protagonista le parece estoica. En Islandia les pareció que esta mujer era incluso un poco histérica. Y, pensándolo bien, uno puede entender que el clima y la forma de vivir en Islandia nos haga así. Somos más capaces de entendernos con el clima que con nuestras circunstancias personales”, dice. No están acostumbrados los islandeses a lidiar con la expresión de sus sentimientos, explica. “En la literatura islandesa, si a un personaje le cortan un pierna en lugar de desangrase pronuncia un discurso”.

Quien haya leído sus novelas anteriores, comenzará a pensar que la suya es una literatura que habla de mujeres abandonadas.

Quien haya leído sus novelas anteriores, comenzará a pensar que la suya es una literatura que habla de mujeres abandonadas. En La mujer es una isla, Audur Ada Ólafsdóttir narra la historia de una mujer de treinta y tres años cuyo marido acaba de pedirle el divorcio y emprende un viaje para reencontrarse. Palabras más, palabras menos. El asunto tercia para que parezca una intención. Pero ella lo niega. Ya en Rosa cándida, dice, asumió el reto de una voz masculina, la del joven Arnljótur, quien decide abandonar su casa, a su hermano gemelo autista, a su padre octogenario y los paisajes crepusculares de montañas de lava cubiertas de líquenes.

Y como en el trueque de leer y escribir hay que comerciar con algunos tópicos, es preciso poner sobre la mesa la pregunta odiosa sobre una escritura femenina –como si tal cosa existiera-. Pero bueno, así nos aclaramos. “No considero que yo haga tal cosa. Me interesa el trabajo con la experiencia de la propia escritura. Me interesa la idea de que toda historia es producto de la imaginación, de la misma forma en que toda reconstrucción del pasado es una manera de ficción”.

A juzgar por sus palabras –y por el peso que cobra el personaje de la enana escritora que vive de redactar novelas a un autor que no le paga- hay algo de cierto. Los personajes clave que se mueven alrededor de la protagonista o son escritores o desean serlo. Y es justo en ese punto donde surge la pregunta: ¿esta es una historia contada o escrita? ¿quién inventa a quién: la escritora enana a María? ¿María a su admirado marido? ¿Cómo transcurren once años de matrimonio sin notar jamás que a tu pareja le iban los hombres? ¿Cuánto de ficción hay en nuestra propia vida?

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