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Cultura

César Rendueles: "Somos capaces de imaginar el fin del mundo, pero no el fin del capitalismo"

César Rendueles, escritor y ensayista que publica Capitalismo Canalla.

El sociólogo y ensayista César Rendueles ha trazado una historia literaria del capitalismo en la que no aparece Miguel de Cervantes –el recaudador de impuestos al que más debe la novela moderna- y el capitán Ahab pasa de atormentado marinero a emprendedor de un negocio extractivo que se sostiene sobre el trabajo de un grupo de migrantes precarios. Suena extraño, sin duda, pero tiene sus razones; la más importante, según él, pues que se trata de una “mirada personal” y no de una “canónica” y exhaustiva lectura crítica.

Rendueles ha trazado una historia literaria del capitalismo en la que no aparece Miguel de Cervantes y el capitán Ahab se ha transformado en emprededor enloquecido

Publicado por la colección de ensayo del sello Seix Barral, el libro lleva por título Capitalismo canalla. Una historia del capitalismo a través de la literatura. En sus páginas, el profesor de Sociología en la Universidad Complutense y autor de Sociofobia (2013), elegido el Mejor Ensayo del Año por El País, arroja algunas luces en el tema a través de la revisión de textos clásicos como Robinson Crusoe o Fausto y traza un arco quebrado que incluye desde Dickens hasta la distopía o la ucronía.

Con un marcado sesgo de la novela –anglosajona, especialmente-, Rendueles emprende un recorrido en el que escasea la poesía y prácticamente desaparece el teatro. “Es verdad que lo he forzado un poco”, matiza Rendueles a la vez que insiste en la naturaleza personal de este “ensayo heterodoxo” al que parecen faltarle siglos y libros, al menos en lo que a una categoría literaria del capitalismo respecta.

Dueño de una amable sonrisa que podría pasar por candidez o la afección de una timidez antológica, Rendueles habla sin la vehemencia de los mmilitantes. Asegura no esperar nada de los escritores: que se posicionen o se comprometan le trae sin cuidado. Sí exige, en cambio, una actitud atenta y ciudadana de los lectores. En cuanto a los relatos contemporáneos construidos por la sociedad occidental para representarse, esos que se debaten entre el realismo decimonónico de las series y el Apocalipsis zombie, Rendueles no puede ser más directo: “Somos capaces de imaginar o pensar el fin del mundo antes que el fin del capitalismo”.

“Somos capaces de imaginar o pensar el fin del mundo antes que el fin del capitalismo”

Así, entre las aclaratorias sobre porqué El corazón de las tinieblas puede explicar las bajas laborales por depresión o las repreguntas sobre una historia de la literatura en la que no aparece ni por asomo Homero, transcurre esta entrevista que César Rendueles ha concedido a Vozpópuli.

-El libro se promete ante el lector como una historia del capitalismo literario. Sin embargo es una lectura personal, incluso forzada. Usted fue a buscar al capitalismo y quiso encontrarlo a como diera lugar.

-Este libro surgió de una propuesta de Seix Barral para escribir una historia literaria del capitalismo. Me pareció una idea maravillosa, pero no me sentía capacitado y lo dije. La editorial insistió. Asumí que podía escribirla pero de forma muy personal con textos y libros que he trabajado y comprendido con el tiempo. Por eso la palabra clave de este libro es personal.

-E ideológico. Una historia de la literatura, sea la que sea, que comienza sin Homero sus motivos tendrá.

-No aspiro a una lectura canónica del capitalismo en la literatura. No soy filólogo, tampoco historiador. Por eso me parecía importante explicar que no estaba haciendo un canon y que no citaría las narraciones, los poemas o la literatura fundamental para entender el capitalismo, sino que era una elaboración histórica personal. Es verdad que lo he forzado un poco. Hay un desbarajuste, con saltos muy grandes entre obras cuyo nexo soy yo. Sin embargo, he intentado que en cada capítulo haya una obra de referencia, con anclaje histórico.

"Moby Dick ha sido un libro muy importante en mi vida y por eso me siento autorizado a malinterpretarlo, forzarlo y destrozarlo"

-Describir Moby Dick como la historia de un emprendedor enloquecido en un proyecto de explotación extractiva que arrastra a una plantilla de trabajadores precarios es como mucho, ¿no?

-Moby Dick es un libro que me ha marcado y que he abordado infinidad de veces. Cualquier resumen en una frase es una locura.

-Pero convertir a Ahab en explotador y a la tripulación de su arponero en una plantilla de trabajadores migrantes precarios…

-A veces, sobre los grandes libros, digo a mis alumnos: no intentéis entenderlo todo, porque muchas veces no hay un todo que entender. Simplemente los usamos de distintas maneras. Moby Dick ha sido un libro muy importante en mi vida y por eso me siento autorizado a malinterpretarlo, forzarlo y destrozarlo reduciéndolo a una frase que me es de utilidad en ese contexto. Creo que sí doy cuenta en el contexto de Moby Dick cómo historia que ocurre en la explotación extractiva de aquella época, los balleneros . Pero no pretendo agotar el tema ahí. Lo he usado simplemente, como a Robinson Crusoe, con toda la libertad de quien ama los libros.

- Sorprende que en El corazón de las tinieblas deje de lado el colonialismo, y plantee en Kurtz la alienación. ¿A quién fue a buscar: a Conrad o a su lector actual?

-A los lectores contemporáneos. Por eso hay tanta insistencia en el mundo del trabajo. Hace una década habría sido trivial señalar que los males del capitalismo tenían que ver con el entorno laboral. Sin embargo, hoy hace falta recordarlo. Casi no nos planteamos alternativas a la precarización. Por eso he hecho hincapié en la alienación laboral.

"Ese malestar que diagnostica Conrad en medio de la jungla se puede relacionar con las cosas que nos pasan: el malestar en los centros de trabajo"

-¿Pero cuál es el sentido de ir a buscar en la selva colonial de Conrad al trabajador aislado de la época post-industrial?

- El corazón de las tinieblas tiene una fuerza enorme y encontrar en ella motivos de reflexión sobre lo que nos ocurre es importante. Ese malestar que diagnostica Conrad en medio de la jungla, esa inquietud horrible que genera, se puede relacionar con las cosas que nos pasan, con malestar en los centros de trabajo, eso que nos lleva a las consultas de los psiquiatras para pedir ayuda para sobrellevar la presión. Hay un malestar del empleo asalariado que se puede rastrear en novelas, desde aquellas que lo abordan directamente, como ocurre con Dickens en adelante , pero también en la lectura de otras grandes obras.

-En su libro existe una idea constante: la literatura no es una experiencia redentora

-No, no es redentora. En mi caso, me ha acompañado, pero no creo que me haya consolado siquiera.

-Me refiero a una lectura más amplia. ¿Es la literatura un instrumento de algo? ¿de alienación, de compromiso, de propaganda, de qué?

-Me cuesta pensar en la literatura como instrumento. Como todas las cosas importantes que existen en mi vida, no creo que sirva absolutamente para nada. Es un fin en sí mismo. Si estás alienado te puede alienar más, como todo.

-No entiendo qué pretende entonces con esta idea de una historia del capitalismo literario.

-He dedicado mucho tiempo de mi vida al análisis sociológico y marxista y aunque la literatura es importante y forma parte de mi vida, nunca acabó de cruzarse con ese campo. Lo que he intentado es que se crucen y ver qué pasa. Por eso es una historia personal del capitalismo. A uno les puede resultar iluminador y a otros incomprensible. Contaba con ello.

"En la España en los años ochenta y noventa  parecía que Elvira Lindo era la única que hablaba de los barrios obreros de Madrid"

-Hace usted una relación entre el Lazarrillo y lo que llama una política de pobreza en el feudalismo. Con menos riesgo podríamos hablar del uso de la comedia en el siglo de Oro, el asunto es que muchas obras llevan una intención…

-Ya, claro. Homero tuvo una intención pedagógica y las tragedias tenían una intención política. Pero vista la forma como nos relacionamos con la literatura, atribuirle una intención no tiene sentido. En la España en los años ochenta y noventa desapareció la clase trabajadora, parecía que Elvira Lindo era la única que hablaba de los barrios obreros de Madrid. Eso habla no tanto de los escritores como de los lectores, que buscan lo que apetece. La literatura es útil para ver la subjetividad compartida y eso tiene una relación compleja con cómo es el mundo, pero no es una relación directa.

-Hace poco menos de una de la muerte de Rafael Chirbes, quien tuvo una vocación manifiesta de encuentro con al realidad. Sin embargo, muchos escritores también la han tenido Lorenzo Silva o Marta Sanz, hasta Belén Gopegui o Isaac Rosa

-Sí, los hay, pero se pueden contar con las manos. Todos ellos han ganado protagonismo del 2008 en adelante, antes estaban en la periferia, eran autores casi de culto. A mí sí me parece que hubo una cierta invisibilización mayoritaria. Entonces las novelas sólo trataban sobre escritores que hablaban de otros escritores. Había un cierto solipsismo que se parecía al de la sociedad española, por eso digo que es más una cuestión de los lectores. De todas formas yo lo exijo al escritor ningún tipo de compromiso, al que hay que exigir es al lector.

-¿Qué hay que exigir al lector?

-Pues exigencias políticas, su papel como ciudadanos. Podían existir autores como Chirbes, pero el hecho que de ahora los veamos demuestra que quienes hemos cambiado hemos sido nosotros, los lectores. Ha habido un proceso de repolitización y nuestros intereses literarios también se ven afectados por eso.

"Tengo que reconocerlo, aunque me dé vergüenza: el Quijote es una obra que me aburre espantosamente. Y por eso no la he usado"

-Entiendo. Pero… según el CIS, el 35% de los españoles, uno cada uno de tres, no lee un libro jamás. Eso significa algo.

-Es complejo. Las formas de transmisión cultural cambian. En España se ha hecho muy poco esfuerzo por fomentar la lectura. Eso se puede revertir, lo sé por mis alumnos. Cuando se fomenta la lectura, la gente lo agradece. Lo que ocurre es que hacemos lecturas muy catastrofistas, somos muy miopes para ver lo que ocurre en perspectiva.

- ¿Por qué tampoco ha incluido el Quijote?

-Tengo que reconocerlo, aunque me dé vergüenza: el Quijote es una obra que me aburre espantosamente. Y por eso no la he usado.

-Ya que Cervantes fue recaudador de impuestos, se prestaba, ¿no?

-Lo pensé. Y veía alguna posibilidad… Pero insisto, tampoco quería hacer un canon. Reconozco la importancia del Quijote, claro. Soy capaz de apreciarla intelectualmente, pero es que ni siquiera me genera antipatía. El Quijote lo que me produce es aburrimiento. Y no quiero faltar al respeto, pero me pasa. De ahí el énfasis personal de la selección.

-Cita a Kerouac pero no a Bertolt Brecht; en la poca literatura latinoamericana que incluye no menciona siquiera autores del boom; no trabaja la poesía, ni el teatro…

-Es cierto. Pero insisto: no es un canon. Lo que sí he hecho es una lista de episodios importantes del capitalismo que creía que había que analizar: el proceso de mercantilización, la aparición del mercado de trabajo, la expansión colonial, la crisis entreguerras. Episodios sin los cuales es imposible entender el capitalismo. Una vez elegidos, de manera anárquica que fueron surgiendo los libros.

"La parte de la historia del capitalismo ha sido muy respetada y está ahí, pero del lado literario es completamente arbitrario"

-Anárquica es, sin duda porque citar a Bruno Traven para hablar del subcomandante Marcos pero dejar en el aire a Vargas Llosa, Onetti, Carlos Fuentes… ¡si es que hasta a Cortázar o García Márquez los ignora!

-Por eso digo que es completamente anárquico. Insisto mucho en el prólogo en eso: la palabra clave es personal. La parte de la historia del capitalismo ha sido muy respetada y está ahí, pero del lado literario es completamente arbitrario. No soy filólogo o académico. Esa es la explicación.

-De los libros que sí elige, ¿identifica algún punto de inflexión literaria en la aparición del capitalismo como personaje de su historia personal?

-Sí, pero son tan evidentes que no merece la pena ni mencionarlos. Insisto: no soy filólogo o historiador. Hay libros que tienen que ver con el realismo del XIX, que son formas de pensar y explicar la sociedad industrial. Es evidente que existe una cierta literatura de vanguardia del período de entreguerras que tiene que ver con un cierta desilusión y busca herramientas para interpelar una realidad que se derrumba pero me aprecia tan parecía tan tópica de abordar y con gente que lo hacía mucho mejor…

-Se lo pregunto por una razón. La representación cultural como civilización se mueve entre el realismo decimonónico de las series hasta el rebrote del Apocalipsis, un mundo que se acaba entre pandemias, zombies… Eso significa algo, ¿pero qué?

-Sí, es curiosa esa obsesión contemporánea con el fin del mundo. Tiene que ver con el hecho de que somos capaces de imaginar o pensar el fin del mundo antes que el fin del capitalismo, pensamos en un asteroide que nos destruya pero no en la posibilidad de que se destruyan las relaciones de producción. Es el signo de una parálisis política que no nos permite ver otras transformaciones más urgentes y en el fondo más posibles.

 

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