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Cultura

España celebra el Día de las Librerías, ¿está el sector para fiestas?

La librería Tipos infames, en Malasaña.

Tenía 89 años. Había superado una guerra civil, un incendio devastador y un conflicto inmobiliario y, sin embargo, la crisis económica logró con ella lo que no había conseguido ni una dictadura ni los estragos del tiempo: obligarla a cerrar. La librería Catalònia, emblemático local barcelonés en el número 3 de la Ronda de Sant Pere, creada en 1924, se vio obligada a cerrar asediada por la caída continua de sus ventas en un 40% desde 2009. Su inmenso local de 800 metros lo ocupa ahora un Mc Donalds. Esa es apenas una de las 469 librerías cerradas en España hasta el 2013.

Este viernes se celebra en España el Día de las Librerías. Es el tercer año que se lleva a cabo esta actividad. La pregunta, acaso, es si está el sector para fiestas. A juzgar por los números, parece que sí. Que –como los cines a 2,90€- hace falta abrir hasta las diez de la noche y bajar los precios -5%- para empujar las ventas. Se mire como se mire, la realidad es que se compran menos libros –la facturación de los libreros ha caído un 26% desde 2011- y cada vez son más los establecimientos que cierran sus puertas.

¿De quién es la culpa? ¿De Amazon? ¿De la crisis? ¿Del dinero que no llega? ¿De los libreros que no se adaptan? ¿De la red del precio fijo? No hay una respuesta única, tampoco una que excluya a la otra. Sin embargo, y antes de avanzar, habría que poner orden en el desconcierto en los números. Circulan en los medios cifras inexactas de cuántas librerías hay en España. Algunos hablan de 3.500; otros de 4.600. ¿Dónde está la cantidad real entre unas y otras? ¿Todo establecimiento que vende libros puede considerarse una librería? ¿Hay más librerías hoy que hace diez años? ¿Que sean más significa que la demanda sea mayor? No necesariamente.

Más librerías, pero… ¿de qué tipo?

Según el Barómetro de Lectura presentado por la Federación del Gremio de Editores de España en febrero de 2013, el porcentaje de lectores de libros alcanza ya el 63% de la población, 2,6 puntos más que en 2011 aunque todavía por debajo de la media europea, que se ubica en el 70%. Aunque hay más lectores, hay menos ventas. Según los editores, el mercado doméstico se ha contraído un 20% en los tres últimos años. Las ventas de libros en las librerías independientes también decrecen. Durante el segundo cuatrimestre de 2013, alcanzaron los 11.645.592€, un 23% menos con respecto al mismo periodo en 2011.

Comparadas con las de otros países, las pérdidas resultan especialmente altas. La venta de libros impresos en Francia cayó un 1,5% en 2012. Se trata del tercer año consecutivo de caída, algo que no había ocurrido en los últimos 20 años. En total, los números han bajado un 3,2% desde 2009, casi 20 puntos menos que en España. Es cierto: 65,7 millones. Sin embargo, ¿veinte puntos?

En 1999 existían 3795 librerías en España. En el mapa realizado en 2013, el total de librerías identificadas llegó a 4.336

Toca entonces echar un vistazo al comercio. Según el mapa publicado por la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros, que reúne a 1.600 librerías en todo el país, en España existen en la actualidad 5.898 establecimientos que expenden libros, de esos 5.441 están registrados como librerías. A ese número hay que restar las 469 que han cerrado sus puertas, así como aquellas que no cumplen los criterios específicos para ser consideradas como tales (no es lo mismo una papelería que una librería). La cifra resultante arroja un total de 4.336 librerías identificadas. El mapa realizado por Cegal busca -además de actualizar- corregir los criterios. Si se compara con el primer censo realizado los números crecen. En 1999, existían 3795 librerías. ¿Realmente hay más o quiere decir esto que hay más ahora contabilizadas? Si se examinan los datos por año, 1.255 librerías –un 28,9%- abrieron sus puertas entre 1980 y 1999. Las más jóvenes –que iniciaron su actividad en el año 2000- alcanzan en cambio el 15%.

Existen algunos datos curiosos, por ejemplo: la comunidad autónoma que más librerías tiene es Andalucía, con un total de 603 para 8.449.985 habitantes, seguida por Cataluña con 601 y Madrid con 517. Sin embargo, al contrastar esos datos con otros, Andalucía cae. Ocupa el número 14 en índice de lectura con 55% -frente al 71,3% de Madrid- y el tercer puesto en ventas de libros, por detrás de Cataluña y la Comunidad de Madrid, según el Barómetro de ventas de las librerías de Cegal.

Como apunta Jorge Carrión en su ensayo Librerías (Anagrama, 2013), en los últimos años se ha consolidado un modelo que apuesta no sólo por la oferta del fondo editorial, sino también por la idea de la librería como lugar de encuentro. Con algunas irregularidades en su selección y dotación, dependiendo del caso, muchos han optado por esa fórmula: desde la pionera La buena vida, pasando por Tipos Infames hasta La Central de Callao.

En los últimos años se ha consolidado un modelo que apuesta no sólo por la oferta del fondo editorial, sino también por la idea de la librería como lugar de encuentro

Quizás los dos últimos sean los casos más vistosos. En el caso de Tipos infames, ubicada en el número 3 de la madrileña calle San Joaquín, el asunto es casi una santísima Trinidad. Sus libreros Alfonso Tordesillas, Gonzalo Queipo y Francisco Llorca, no pasan de 30 años. En medio de “una partida de billar” decidieron crear un lugar que tuviera todas las condiciones para perderse en él. Y lo consiguieron. Abierta en 2010, en pleno corazón de Malasaña, Tipos infames, una librería especializada en narrativa independiente, ofrece una cuidada selección de libros, autores y sellos, pero también un espacio diáfano que se completa con una cafetería, una enoteca y una sala de exposiciones.

Los tres están formados en historia del arte y han trabajado anteriormente como libreros, de ahí que tengan el olfato entrenado. “Una librería se define por lo que tiene pero también por lo que no tiene”, explica Gonzalo Queipo. Bautizados con un nombre que salió de una exposición sobre Rimbaud y Verlaine en La Casa Encendida, The Economist se refirió a ellos como un ejemplo del tipo de emprendedor que España necesita. Elogios aparte, ellos sólo creen en la idea de la lectura como disfrute, aunque no hay día de la semana en que no estén los tres “currando”. El suyo es sin duda un disfrute jornalero.

“Hay un cambio fundamental que algunas librerías no han entendido. En la librería, el cliente debe sentirse en una segunda casa"

En un modelo distinto, destaca La Central de Callao. Ubicada el centro de Madrid, nació hace poco más de un año bajo la alianza de dos socios muy potentes: los dueños de la Central de Barcelona, creada en 1995 por Antonio Ramírez, Marta Ramoneda y María Isabel Guirao, y la mítica librería italiana Feltrinelli, abierta en 1955, y perteneciente a la casa editorial socia de Anagrama. Alojada en un palacete reformado de tres planteas, posee más de 1.200 metros cuadrados con 70.000 libros, además de un restaurante y coctelería. En sus anaqueles se pueden conseguir desde ediciones propias, pasando por rarezas en narrativa, hasta magníficos títulos en filosofía, ciencias sociales y hasta poesía -un género casi invisible-, junto a toneladas de souvenirs, libretas y objetos asociados a la lectura. “Hay un cambio fundamental que algunas librerías no han entendido. En la librería, el cliente debe sentirse en una segunda casa, en un lugar al que puede venir, tomarse un café, hablar, comprar un libro”, dice Jesús Casals, quien con apenas 28 años trabaja como librero.  

Como estas, hay muchas más: La Fugitiva, La Marabunta, Sandwich Mixto; El dinosaurio todavía estaba allí, La Infinito, El Molar, La ciudad Invisible, Italiana Madrid, Ocho y Medio en Madrid; La Clandestina, en Cádiz; Laie, Artemisia, Rodko, Nostromo Café o Lletraferit en Barcelona; Top Books en Bilbao; Kosmos en Córdoba; La Puerta de Tannhauser en Plasencia; Libraida en Pontevedra o el Café botánico en Zaragoza. Todas tienen en común un elemento adicional que las diferencia de sus predecesoras. Según Txetxu Barandian, consultor dentro del sector editorial, estas librerías no tienden a asociarse. Su espíritu –acaso más liberal- está al margen de la estructura gremial que tiene en Cegal su ejemplo más claro.

Las librerías que vimos desaparecer  

Catalònia, cuyo cierre abre las líneas de este reportaje, no es el única que se vio obligada a echar el cierre, pero sí acaso, aquella con la historia más dolorosa. En ella solían reunirse en la década de los cincuenta personajes como Josep Pla, Just Cabot o Francesc Cambó. Otros emblemas del mundo del libro han echado el cierre en los últimos años: las catalanas Áncora y Delfín y la Librería General de Arte Martínez Pérez, en 2012, y de Ona, en 2010; también la madrileña librería Rumor, en Chamartín, que cerró en otoño de 2012 tras llevar abierta desde 1975. La biblioqueta y Tragaluz también cerraron sus puertas, mientras otras, como la catalana Robafaves se encuentran amenazadas.

Sin embargo, no sólo en Cataluña y Madrid se ha visto el cierre de librerías señeras, en Valladolid ha desaparecido la librería  Renacimiento, en la calle Mateos Gago, en el barrio de Santa Cruz; la librería Pau, en la calle de El Bachiller de Valencia; la clásica librería bilbaína Villar, en Gran Vía; Rayuela, en Valladolid; Gali y González en Santiago de Compostela y la Michelena, librería decana en Pontevedra.

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