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Cultura

Juana Biarnés: 'En el Congreso veían mi carné de periodista y me decían: 'Ya pero eres mujer, así que adiós, guapa'"

La reportera gráfica Juana Biarnés.

"Es lógico que nadie me conozca. Para la gente de tu edad yo no existía. Me fui de la profesión en 1985. He estado 22 años fuera pero ahora he regresado”. Es cierto, Juana Biarnés (Tarrasa, 1935) está de vuelta. Y aunque parece una cándida y azucarada abuelita a punto de sacar una bandeja con rosquillas del horno, sólo basta hablar con ella un par de minutos para darse cuenta de que es una Rolling Stone.

"Me fui de la profesión en 1985. He estado 22 años fuera pero ahora he regresado”

Sí… en el áspero camino del periodismo, Juana Biarnés sigue siendo la misma guerrera a la que los árbitros intentaron sacar del campo de fútbol de Les Corts  –aquel no era lugar para mujeres- o a la que los policías del Congreso de los Diputados mandaron a casa a guisar porque aquel tampoco era sitio para mujeres.

Juana Biarnés fue la primera reportera gráfica en España. No fue fácil, la mandaron a meterse en la cocina muchas veces. Y lo hizo: pero cuando a ella le dio la gana. En los años ochenta, después de haber trabajado durante años en el diario Pueblo y de montar su propia agencia, asqueada ya del periodismo al peso y del papel cuché, vendió su cámara y montó un restaurante. Y sanseacabó.

Pero como nadie decide el destino de su obra, Biarnés tuvo que vérselas con las nuevas generaciones. -por mucho que ella deseara retirarse, su talento fue más fuerte-. En cuanto su trabajo volvió a salir a la luz en ocasión de los 50 años de la trágica riada de Tarrasa –fue con aquellos reportajes con los que Biarnés se dio a conocer-, sus fotos se revelaron como lo que en verdad eran: instantáneas potentísimas. Resurgió el interés por su trabajo y su mirada. Así lo indican el documental que se prepara de su obra y la edición que ha hecho La Fábrica de un libro que recoge sus mejores fotos.

Hace unos días ya, cuando su historia y sus imágenes se publicaron en estas mismas páginas, se armó la gresca. Que si aquello era mentira, que si en España no había discriminación hacia las mujeres en los sesenta… Lo mejor, entonces, era buscar el testimonio de primera mano. Que fuera la propia Juana Biarnés quien contara lo que había vivido y retratado. Y así lo ha hecho en esta entrevista con Vozpópuli.  

Todo lo que aprendió de fotografía fue gracias a su padre y sin embargo él intentó hacerla desistir. ¿Realmente fue así? ¿En verdad le dijo que España no estaba preparada para una  mujer fotógrafo?

Sí, así fue. Mi padre era un hombre muy avanzado e inteligente. Era poeta y tenía una visión de futuro tremenda. Quizá por eso me lo advirtió: este es un terreno en el que vas a sufrir, y mucho. Sólo podrás soportarlo si triunfas. Así taparás muchas bocas, te tendrán respeto y te abrirás camino. Yo te lo advierto, me dijo, estás a tiempo de retirarte.

"Mi padre me lo advirtió: este es un terreno en el que vas a sufrir, y mucho"

No era para menos. Con lo que le había ocurrido en el campo de fútbol tenía una muestra. ¿Cuándo y cómo ocurrió lo del estadio del que quisieron echarla?

Mi padre necesitaba ayuda. Él tenía demasiado trabajo fotografiando competiciones deportivas. Por eso comencé a ayudarlo. Hacíamos equipo. Él se colocaba en una portería y yo en otra; y claro, dábamos un servicio completo del partido. Sin embargo, el primer partido al que fui para fotografiar junto a mi padre, fue un lío. El árbitro dijo que el juego no podía empezar si yo no me iba de la portería.

Estamos hablando del año…

1959. Ocurrió en el campo de Les Corts. Era un partido importante: no recuerdo si un Espanyol-Barça, pero sé que era importante. En aquella época, en la que no había televisión, el fútbol era el alimento de los domingos…

Y sigue siéndolo.

Claro, pero… ahora hay tele antes no. Si alguien quería verlo tenía que ir al campo y por lo tanto nosotros teníamos que estar allí. Aquel día, el árbitro dijo que me fuera, que en el campo sólo podían estar hombres. Yo tenía las credenciales de todas las federaciones deportivas españolas, y por supuesto la de fútbol, así que le dije: ‘Estoy acreditada. Claro que puedo estar aquí y dentro de poco habrá más mujeres, no sólo yo’. A todas estas, imagina lo que me rodeaba: me mandaron a fregar platos, me gritaban que si buscaba novio… Menos guapa, me dijeron de todo. Al final del jefe del campo dijo que me quedara y autorizó el partido.

"Menos guapa, me dijeron de todo. Al final del jefe del campo dijo que me quedara y autorizó el partido"

Al poco tiempo, en 1962, consiguió trabajar en el diario Pueblo.

Fue Don Emilio Romero quien creyó en mí. En Barcelona me habían cerrado todas las puertas en los medios de comunicación, porque era mujer. “¿Cómo vas a hacer tú un trabajo de hombres?”, me decían. Por un reportaje que me encargaron para Pueblo, su director, don Emilio Romero, preguntó quién las había hecho. Cuando le dijeron que las había hecho una mujer, dijo: mándale un billete y que venga a verme. Y así fue. Estaba tan sorprendida que se lo dije: me asombraba que él me considerada valiosa. Me dijo que me daría una oportunidad. Trabajaría, eso sí,  no como plantilla, sino por foto publicada. Y yo lo entendí. En aquel momento el diario Pueblo era el de más tirada de España, yo habría pagado por trabajar ahí. Que me pagaran me resultaba increíble.

La mirada fotográfica que se transmite en el libro está hambrienta: reportea, retrata, documenta… ¿Usted era consciente de aquella forma de mirar o era puro asombro?

Yo era consciente. La escuela de mi padre me enseñó que siempre hay que tener LA foto en tu cámara. Y LA foto  sólo se obtiene mirando correctamente, sólo así puede transmitirlo el objetivo.

"La escuela de mi padre me enseñó que siempre hay que tener LA foto en tu cámara"

¿Cuántas de las que hoy se publican son LA foto?

Para mí, las que están en el libro de bolsillo son LA Foto.

-Valió la pena entonces,  porque son  muchas… Más de 60.

-Ya, pero es que yo trabajé muchísimo. De la exposición que se hizo en Tarrasa en septiembre, se sacó la selección para este libro. Sin embargo, hubo que buscar entre siete mil negativos. Queda más del doble sin visualizar. Todo esto fue posible gracias a la ayuda de Cristóbal Castro. Yo tengo una visión de apenas el 30%, a causa de una maculopatía degenerativa. Ciega no me voy a quedar pero he ido perdiendo visión poco a poco

-Siete mil negativos dan para mucho. Estaba usted todo el día con la cámara lista.

-No tenía domingos libres ni nada. Todos los días salía a la calle. Adoraba mi profesión, hasta tal punto que un día un compañero me dijo, refiriéndose a mi marido, que es francés y pertenecía también al mundo del periodismo: ‘Oye, el francés debe de estar hasta arriba, si nunca os veis’. Entonces le dije, sin pensarlo: ‘Si jean Michel me dice un día: o yo o el trabajo, desde luego me quedo con el trabajo’. Ha a sido mi pasión.

"Si mi marido me dice un día: o yo o el trabajo, desde luego me quedo con el trabajo"

Tanto así que comenzó en  la fotografía con fuerza de un torrente. Lo que la dio a conocer fueron sus imágenes de la tragedia de Tarrasa.

Sí, fue una prueba de fuego. Eso era en el año 1962. Fue una experiencia terrible aquello de ver niños ahogados, y aquella cantidad de muertos, tan sólo en Tarrassa, mi ciudad, hubo 400. Mi padre y yo nos dividimos. Él hizo una parte de Tarrassa y yo otra. Me dijo: ‘cuando tengas el material que consideres periodístico vete a Barcelona… y lo entregas’.  Pero…  ¿cómo me iba? A los trenes se los había llevado el agua. No había luz. No había taxis. No había nada. Me fui andando por una carretera hasta que encontré un coche que me llevó a Barcelona. Ahí revelé en casa de un fotógrafo amigo de mi padre, don Antonio Campañán, que cuando vio el material llamó a televisión y dijo: aquí hay un reportaje.

No era fácil en aquel entonces dedicarse a este oficio. Entonces: o era usted muy valiente o una inconsciente.

Fui muy consciente. Cuando sentía el rechazo, la incomprensión y la discriminación por ser mujer, seguía luchando. Nunca me vine abajo. Tenía el apoyo de mi padre y también de mis compañeros del diario Pueblo. Todos los fotógrafos que trabajaban conmigo me ayudaban. Me trataban como una compañera más y si había una lucha o una competición no era por ser hombre o mujer, sino por la portada.

¿Por qué dejó la profesión de manera tan abrupta?¿Qué pasó?

Cuando cerró el diario Pueblo, un grupo de compañeros creamos la agencia Sincro Press. La idea era no quedarnos en España, sino vender fotos a otros medios y en otros países. Comencé a salir, fui de las primeras en llegar a Estados Unidos para hacer fotos de rodajes. En México hice muchos reportajes, por ejemplo la viuda de Pancho Villa. Yo me lancé arriesgando nuestro dinero, pero siempre salían cosas para la prensa de color… Yo quería otra cosa. Quería salir  del registro de la Pantoja. Me topé con un hombre que se había curado de un cáncer y que se ofrecía a animar a la gente. Pensé que esa historia en una revista, bien fotografiada, daría muchísimo. Así que las hice. Cuando llegué con las fotos, el director me miró y me dijo: ‘Juana, esto no vende’. Y las tiró sobre el escritorio. Qué es lo que vende, le pregunté. Sacó una carpeta con diapositivas de color de Lola Flores y me dijo:  ‘Esto ’.

Qué es lo que vende, le pregunté. Sacó una carpeta con diapositivas de color de Lola Flores y me dijo:  ‘Esto ’

-En eso sí que el tiempo no ha pasado. 40 años después estamos igual, o peor.

-Ya. Pero, en ese momento me entró tal frio y tanta rabia, que decidí  irme. Ya yo tenía mis años; no era una niña, pero quería seguir trabajando en esto. De pronto me pregunté: ¿este va a ser mi futuro? ¿mi trabajo será sólo hacer temas de colorín? Pues no. Al día siguiente me fui a vender las máquinas.

-Y cambió el periodismo por los fogones …

-La cocina siempre había sido mi otra pasión. A nuestra casa de Ibiza iban muchos amigos. Desde Vázquez-Montalbán, que se quedó en casa a dormir noches y noches, hasta Sara Montiel, que el primer puro que fumó se lo fumó en casa…. Sin ser un restaurant, ahí entraba todo el mundo. Así que mi marido me dijo: ‘¿Y por qué no abrimos un restaurante pequeñito? Y al menos así vendrán pagando’. Y así fue. Arzak fue un gran asiduo, crítico y amigo

En todo este tiempo, las mujeres periodistas han conquistado terreno, pero también han dado pasos atrás, algunas voluntariamente: reporteras que prefirieron ser pareja de un futbolista que batirse a pie de campo. ¿Cómo ve el tema de las periodistas en un mundo que sigue siendo machista?

Ahora hay que luchar más que nunca. Entonces yo no me rendí, decidí trazarme el triunfo. Y ojo: el verdadero triunfo era no darse por vencida. Eso para mí ya era una victoria. Pero hay algo que tuve en cuanta al igual que eso, y fue una cosa: centrarme en mi trabajo. Tentaciones las hay,  como en todos lados, y muchas. Pero a mí me importaba mi trabajo. No era fea, era joven y simpática, tampoco hacía concesiones ni me vestía como marimacho. Iba  con falda y tacones, así que, como todas, podría haberme despistado. Y sin embargo no lo hice. No cedí. ¿Por qué tendría que ser diferente ahora?

"Como todas, podría haberme despistado. Y sin embargo no lo hice. No cedí. ¿Por qué tendría que ser diferente ahora?"

-¿Usó alguna vez las armas de mujer para hacer una mejor foto?

-¡Hombre, claro! Tenía mis estrategias. Según donde iba, aplicaba una estrategia u otra. Cuando  llamé a la puerta de los Beatles, me abrió Ringo Star. Él ya me había visto en el avión, y me reconoció. Para conseguir una buena foto, decidí ir camuflada de chica. No llevaba la gran cámara en una bolsa inmensa, sino un pequeño bolso. Las fotos las hice sin flash, porque sabía ganar la luz en el momento de revelar. Todo eso me permitió hacerlos pensar que era una fan enloquecida de la vida y no un periodista. Ahora, eso sí: lo más complicado eran los temas políticos.

-¿Es cierto que no la dejaron entrar al Congreso de los Diputados?

-No una, varias veces. Tenía acreditación, trabajaba en Pueblo, y cuando llegaba al Congreso de los Diputados y veían mi carné de periodista , me decían: ya, pero eres mujer, no puedes entrar. Así que adiós, guapa. Que venga un compañero tuyo, que esto no es para mujeres. Así era. Yo volvía al periódico y les reclamaba: no me mandéis a esto, que me echan. Todos insistían: tienes que entrar. Ya, ¿y quién se pelea con ese pedazo de gris de la puerta?

-A todas estas,  ¿qué decía su madre?

-Mi madre era la colaboradora de mi padre y mía. Como veía a mi padre tan feliz y entusiasmado con lo de las fotos, nos apoyó. ¡Y fíjate qué contradictorio! Yo tenía un perrito y mi madre me decía: no lo saques a la calle sola, porque todas las pilinguis, las putitas, ligan por el perro. Así era mi madre: una mujer sencilla, muy buena lectora de novelas y todavía mejor contadora de las que ella se inventaba. Ella era remalladora. Años después me encontré a una mujer que trabajó con ella y me dijo: ‘lo que nos hizo llorar tu madre en la fábrica contándonos las novelas que se inventaba’ -Juana ríe, con algo que parece a la vez  ganas y nostalgia-… Mi madre era la cocinera de casa. De ella saqué la imaginación para los fogones. El tándem entre ella y mi padre era magnífico.

"En el Congreso de los Diputados al ver mi carné de periodista, me decían: ya, pero eres mujer, no puedes entrar. Así que adiós, guapa"

-¿Por qué decidió volver a la palestra pública?

-No lo decidí... Hombre, claro que quise, porque nadie me obligó, pero fue dándose. A raíz de la exposición del cincuentenario de la riada de Tarrasa, Cristóbal Castro decidió ver mis negativos. A raíz de ahí, una fotógrafa de guerra magnífica, Sandra Ballceis, y Gervasio Sánchez me invitaron a participar en uno seminarios en Albarracín. Allí entré en contacto con los estudiantes, que conocieron mis fotos y entonces se armó la bola. Comenzaron a llamarme. Apareció el libro. Ahora están haciendo un documental. Así que he vuelto y cuando digo volver me refiero a la fotografía. He hecho un reportaje sobre chicos con discapacidad, lo he hehco en digital y luego lo he pasado a negro.

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