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Cultura

De Marx a Nagasaki: Peter Sloterdijk enumera los 10 "atentados" intelectuales de Occidente

El filósofo alemán Peter Sloterdijk advierte: no sabemos, apenas y llegamos a vislumbrar las consecuencias de la frase "Dios ha muerto". No la entendemos, ni por asomo. Esa es una de las propuestas de su último libro Muerte aparente en el pensar (Siruela, 2013), donde enumera diez "atentados" del siglo XX contra el "observador neutral". Se le considera uno de los filósofos de posguerra más importantes desde que saltó a la palestra con su Crítica de la razón cínica, un libro que conmovió al gran público como casi ninguna otra obra de diagnóstico filosófico.

En Muerte aparente del pensar se recogen una serie de conferencias que el autor de las Esferas ofreció en Tubinga en 2009. Estas han sido traducidas y compiladas por Isidoro Reguera. En esas charlas, Sloterdijk trata de situar el noble ejercicio de la vida consciente entre la gloria y la miseria de la vida teórica. Subraya con énfasis que teorizar requiere "separarse de toda toma de postura existencial", "disolver el vínculo que fija a una existencia real" y "liberar la carga del lazo a la vida".

El autor de Normas para el parque humano (2000)  considera que esos atentados fueron cometidos en el proceso de subversión de la cultura occidental han transformado la idea de "ciencia". Advierte además: "aún somos muy poco conscientes de todo lo que implica la frase 'el observador puro ha muerto'". Crítico con el experimento cognitivo de la Modernidad que Nietzsche llamó "inversión del Platonismo", señala hasta diez "puñaladas" a lo que considera una "vieja y respetable tradición": la de que sólo los "olvidados de sí" tienen acceso al conocimiento, aquellos que lograron "cambiar su yo empírico por el espíritu suprapersonal".

Enumera el filósofo 10 agresiones contra una víctima ya abatida: el ser humano teórico.

El pensador vuelve al anciano Sócrates que se detiene, "parado en el portal a la escucha de sus voces interiores", como ejemplo para hacer entender las condiciones que capacitan al ser humano para la pura teoría: salirse de sí, de su cárcel corporal. Quiere ir más allá del saber 'mundanizado' y de la sombría perspectiva que deja Pierre Bourdieu -descompuestas las instituciones del conocimiento en un "mosaico vibrante de pequeñas batallas discursivas"-, después de que los saberes de la ciencia y la filosofía "hayan quedado presos de una existencia encarnada en el mundo de la vida", con las implicaciones que esto lleva en pasiones e intereses.

Marx, Nietzsche, Georg Lukács, Martin Heidegger, Hiroshima y Nagasaki, el existencialismo y Sartre, Max Scheler, las teorías del género y Judith Butler, o la neurología contemporánea con Antonio Damasio suponen, en el recorrido de Sloterdijk, nueve agresiones a una víctima ya abatida: el ser humano teórico que levanta su mirada perplejo desde su total desolación. Un décimo puñal, la superación del mito del aislamiento del experto despojado ya de su tarea de embajador del conocimiento -con Bruno Latour a la cabeza-, duele más al teórico que ninguno -apunta Sloterdijk- al quedar el saber científico y la técnica a disposición de ser comprendidos "como prolongación de las relaciones sociales con otros medios".

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