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Cultura

¿La conjura de los necios?: traidores y República, la última puñalada

Niños saludando con el brazo en alto durante las obras de desescombro de la Cibeles en 1939. (Archivo Regional de la Comunidad de Madrid/ Fondo Martín Santos Yubero).

Esta es la historia de una tragedia que pudo evitarse; que costó miles de vidas y arruinó miles más. Es, acaso, la historia de un mal final, de una conjura… ¿de los necios? Esa es la pregunta que queda en el aire -Kennedy Toole da vueltas como una hélice aire estropeado- al leer lo que escribe Paul Preston en El final de la guerra. La última puñalada a la República (Debate), un libro en el que narra las traiciones y deslealtades que se vivieron dentro del bando republicano al final de la Guerra Civil.

Preston se centra en las relaciones entre los tres hombres que tuvieron más relevancia política de la República al final de la contienda: el presidente del Gobierno, Juan Negrín; el coronel Segismundo Casado, que dio el golpe de Estado que precipitó el final de la guerra, y Julián Besteiro, la última autoridad republicana que quedó en Madrid.

Besteiro es el peor retratado en toda esta historia, entre otras cosas, por su asombrosa ingenuidad

Siendo Negrín la figura en la que Preston profundiza más, a través de él, el hispanista intenta arrojar luz sobre las conspiraciones que se realizaron para que su plan de evacuación no se llevase a cabo. Ya al final de la Guerra Civil Española, una vez muy clara la derrota del bando republicano Negrín trató de mitigar las consecuencias de la derrota. “Sabía que Franco no iba a tener consideración, e intentó organizar un plan para evacuar al mayor número de personas posible", refiere Preston.

Justamente para entorpecer el plan, Segismundo Casado, dice Preston, "conspiró para que Negrín no llevase a cabo su proyecto de evacuación porque pensaba que Franco iba a tener clemencia con los vencidos, y ese fue su error, porque como se sabe que Franco llevó a cabo una fuerte represión", asegura el británico. Julián Besteiro no queda mucho mejor que Casado.

Descrito como un hombre de "ingenuidad culposa que creía que no había nada que temerle a Franco y que, aunque se perdiese la guerra, no iba a haber represalias", Besteiro se convierte en una especie de síntoma: su asombrosa y entusiasta ingenuidad, según el ensayo, sirvieron a Casado para urdir y ejecutar su plan. El resultado, asegura Preston, fue una catástrofe humanitaria y el peor final posible para la Guerra Civil Española.

"En realidad, la derrota final de la República -escribe Preston- siempre había parecido inevitable. El alzamiento militar se produjo la noche del 17 de julio de 1936 en la colonia española de Marruecos y a la mañana siguiente en la Península. Los conspiradores estaban convencidos de que todo habría terminado en unos días. El golpe fue un éxito en las zonas católicas de minifundios (...) Sin embargo, en los batios izquierdistas de la España industrial y los latifundios del sur profundo, el levantamiento fue contenido gracias a las acciones espontánea (...) En cuestión de días el país quedó dividido en dos zonas de guerra".

"En realidad, la derrota final de la República -escribe Preston- siempre había parecido inevitable".

La desmoralización que supuso la derrota del Ebro, la irrupción de las fuerzas de Franco en Cataluña, las cada vez más grandes discrepancias entre los republicanos y el baile de opiniones y asesores con los que contaban aceleraron el final. Los republicanos, asegura Preston, estaban agotados. Así, mientras Negrín intentaba mantener un esfuerzo de guerra con la esperanza, no de la victoria, sino de un acuerdo de paz honorable, Segismundo Casado comenzó a preparar un plan de colaboración con las redes de espionaje franquistas y la Quinta Columna en Madrid. El coronel se justificó aduciendo que pretendía impedir una toma de poder comunista inspirada por Moscú.

Besteiro apoyó a casado. Ambos, junto con los líderes anarquistas desilusionados, formaron el Consejo Nacional de Defensa contra Negrín. Fue allí donde comenzó la conjura. El mordisco de la discordia roía, insistente, una República hecha aguas y que Preston dibuja en la descripción de los motivos políticos y personales que llevaron a los pilares de la República a precipitar su desmoronamiento.

Paul Preston es junto a Ian Gibson y Hugh Thomas, parte del grupo de hispanistas británicos que han dedicado su esfuerzo al estudio de la historia reciente española, especialmente a la de la Segunda República y la Guerra Civil españolas.

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