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Cultura

Otra imputación más para el arquitecto Santiago Calatrava, esta vez en Castellón

Calatrava junto a Carlos Fabra y Francisco Camps, entonces presidente de la comunidad valenciana.

No sale el arquitecto Santiago Calatrava de un aprieto. Aunque el juez de instrucción número 3 de Palma, José Castro, magistrado instructor del caso Palma Arena, le retiró la imputación, a Calatrava le ha caído una nueva. Ha sido citado a declarar como imputado por un juzgado de Castellón en la investigación que lleva a cabo sobre el Centro de Convenciones -el más alto de la ciudad (151 metros), según los planos- proyecto que diseñó y que no llegó a materializarse. Así lo ha anunciado el Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana, según el cual se ha citado a Calatrava el próximo 2 de septiembre para que declare ante el Juzgado de Instrucción número 5 de Castellón.

Además, requiere a la mercantil Santiago Calatrava GMBH para que aporte los programas de necesidades del Centro de Convenciones en relación al programa inicial, el procedente del Ayuntamiento de Castellón y el remitido por la Generalitat de mayo de 2008. También le pide que informe en cuál de ellos se basó para realizar su plan director, anteproyecto y proyecto básico y para que indique la localización prevista del Centro de Convenciones dentro del Plan de Actuación Integrada (PAI) Mestrets.

El juez ha acordado requerir a la Sociedad de Proyectos Temáticos -dependiente de la Generalitat- para que aporte los estatutos de la sociedad, el acta de reunión por la que el Consejo de Administración autorizó el aumento del presupuesto inicial al finalmente aceptado para el Centro de Convenciones, y el informe técnico o motivación que acredita la especificidad artística del proyecto y que motivó la adopción del modo de contratación sin publicidad.

Calatrava tiene un largo rosario de imputaciones, demandas, carpetazos por sobrecostes e investigaciones por sus formas de trabajo (y facturación). Auditorios con pésima acústica, escenarios hundidos y llenos de goteras; aeropuertos que hay que reformar al poco tiempo de inaugurados; puentes que resbalan; construcciones que se deterioran con el roce del viento. Eso, sin contar los proyectos que se detienen por sobrecostes de dos, tres y hasta cuatro veces del valor de su presupuesto original ¿Qué le sale bien al arquitecto Santiago Calatrava? Aparentemente nada.  

Tan sólo en 2013 Calatrava acumuló problemas legales con sus clientes. En noviembre de ese años, las autoridades judiciales italianas notificaron a Calatrava la citación para el juicio que debió enfrentar por daños al erario público italiano. ¿La causa? Se trata de 3,8 millones de euros que el Estado italiano reclamaba como compensación de los gastos acarreados por errores en el diseño y la ejecución del Puente de La Constitución,  el primero que se construía en Venecia desde hacía 70 años.

Es una larga lista de las chapuzas, pifias, sobreprecios y demás calamidades las que lleva Santiago Calatrava en su haber. Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1999 y académico de honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, su nombre se convirtió, en la década de los noventa, en un referente cultural español y sus edificios se esparcieron por todo el territorio convirtiéndose en costosos –y a veces alucinados- contenedores.

Valencia, Bilbao, Oviedo…

Santiago Calatrava comenzó una relación directa -arquitectónicamente hablando- con su ciudad natal en 1988, cuando construyó el puente del 9 d’Octubre, incompleto a falta de la lámina de agua que debía emplazarse bajo los ojos del puente, que jamás ha sido realizada. Poco después vino el affaire de El Palau de les Arts. Éste fue inaugurado el año 2005, pero permaneció cerrado durante un año. Para entonces, y según las cantidades fiscalizadas por el Síndico de Cuentas, el Palau tenía un sobrecoste del 260%. Sin embargo la cifra fue mucho mayor.

En un principio se habló de 84 millones de euros, que se transformaron en 498. Lo peor estaba por calcularse. Hallazgos de diputados de Esquerra Unida señalaron un total en 1.102,9 millones -unos 700 millones más-, a lo que hay que sumar sus gastos  de mantenimiento: 4 millones anuales. ¿La realidad? El complejo sea cae a pedazos: la cubierta de  la opera se desconcha, el escenario se hundió dos meses después de la primera temporada y el auditorio tiene goteras. Un asterisco completa el despropósito: Calatrava habría cobrado, según las denuncias presentadas, 94 millones de euros facturados directamente a través de su empresa en Suiza.

Pero las cosas no terminan allí.  En 1997, el arquitecto edificó el puente Zubi Zuri sobre la ría de la ciudad. Pero la estructura comenzó a dar problemas. Quienes lo atravesaban un día se lluvia, se resbalan y no sólo eso... las losetas de cristal –560– comenzaron a romperse y el Ayuntamiento tuvo que hacer frente al desperfecto. Justamente, por ser de diseño, cada unidad costaba 240 euros. Más de 140.000 euros tuvo que invertir el consistorio en arreglarlas. Las cosas, sin embargo, no se quedaron de ese tamaño. Santiago Calatrava demandó al Ayuntamiento de la ciudad por añadir una pasarela (hecha por el japonés Arata Isozaki) al puente para facilitar el acceso a las Torres Isozaki. Calatrava ganó. El consistorio tuvo que pagarle un indemnización de 30.000 euros.

También ocurrieron problemas en Bilbao, pero esta vez con una terminal aérea. El aeropuerto de Sondica en Bilbao es una de las obras mejor logradas de Santiago Calatrava, dicen los expertos. Fue diseñado en 1990 y ejecutado finalmente en el 2000. Sin embargo, apenas siete años después de su inauguración fue necesario acometer una reforma de más de tres millones de euros –ejecutada por el propio Calatrava-. Las obras incluían el cierre de la zona de espera, donde los usuarios debían aguardar a la intemperie y la colocación de sistemas de climatización, rampas mecánicas, así como de dos nuevos ascensores.

El Palacio de Congresos de Oviedo dio también para otro tema legal. Este proyecto dio problemas de todo tipo, desde su derrumbe durante su construcción en 2006, en el que resultaron heridas tres personas (por el que Calatrava fue condenado a pagar 3,5 millones al consistorio onubense), hasta las grietas en una de sus estructuras, la mayoría de carácter móvil y defectuosas desde su planificación, según un informe técnico encargado por las autoridades. Un juzgado de Oviedo condenó al arquitecto a responder ante los gestores del Palacio de Exposiciones y Congresos de Oviedo por los numerosos desperfectos del edificio.

En la Rioja alavesa, las bodegas Ysios,  propiedad del grupo Domecq, pidió al arquitecto y la constructora Ferrovial que asumiesen los dos millones de euros que supone la reparación de la cubierta de edificio de la bodega. El problema radicaba en que el ondulante tejado presentaba constantemente goteras y humedades. La cubierta, revestida de aluminio y láminas de cedro (materiales dúctiles empleados para lograr esa forma), movida por el viento deja pasar el agua.

Y para rematar… ¡Nueva York!

En 2009, el proyecto que presentó Calatrava para la construcción de una estación de tren de la zona cero de Nueva York despertó la polémica en la prensa norteamericana. Calatrava, en su afán por hacer poesía usando para ello complicadísimas vigas e interminables estructuras, comenzó a enfriar el entusiasmo de quienes le contrataron. Este proyecto, que forma parte del complejo que sustituirá a las Torres Gemelas derribadas en 2001, tuvo que ser paralizado por el mismísimo alcalde de Nueva York, Michel Bloomberg, debido al sobrecoste (de los 2.200 millones de dólares se disparó hasta los 3.440) y a su "complejidad constructiva". El New York Times pasó de alabarle a criticarle duramente por la “preocupante incongruencia entre la extravagancia de su arquitectura y el limitado propósito al que sirve”

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