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Cultura

Barack Obama, el último presidente lector

El presidente de los EE UU, Barack Obama, en una fotografía de archivo.

Barack Obama despide sus días como presidente de Estados Unidos con una confesión. Si consiguió sobrevivir a los años en la Casa Blanca fue, justamente, gracias a los libros, que lo sujetaron en pleno huracán presidencial. Así lo reveló a Michiko Kakutani, responsable de libros de The New York Times, en una amplia entrevista concedida en el despacho oval, cuando faltan pocos días para abandonar el poder. "No sé si los libros me hicieron un mejor presidente, pero sí estoy seguro de que favorecieron mi equilibrio", dijo. Barack Obama es, aseguran algunos, el presidente estadounidense que más lee desde Abraham Lincoln, aunque también es cierto que de Theodore Roosevelt se dice que leía un libro al día.

"No sé si los libros me hicieron un mejor presidente, pero sí estoy seguro de que favorecieron mi equilibrio", dijo Obama en una entrevista concedida a The New York Times

La costumbre lectora le viene de muy lejos a Barack Obama, prácticamente de sus años en el Occidental College, en California, donde asegura haber leído "toneladas de libros": desde Ernest Hemingway hasta T.S Elliot. De esos días se rescatan algunos textos suyos de crítica literaria en la biografía Barack Obama: The Story, de David Maraniss. En efecto, la afición de Obama por los libros es tal, que en ocasiones escribió reseñas. Una de ellas se publicó en 1997. Siendo todavía senador, escribió una valoración del ensayo A Kind and Just Parent: Children of Juvenile Court, del profesor y teórico de la educación Bill Ayers. La nota le valió a Obama una polémica, por cierto. Ocurrió diez años después, durante la campaña electoral de 2008, cuando el demócrata fue atacado por elogiar las ideas de Ayers, a quien Sara Palin y John McCain consideraban un radical.

Jimmy Carter pescaba salmones y Bill Clinton tocaba el saxofón; Obama, en cambio, lee

Que Obama lee ha sido, sin duda, una de sus grandes etiquetas. Jimmy Carter pescaba salmones y Bill Clinton tocaba el saxofón;  él, lee. Lo ha demostrado en numerosas ocasiones: se deja ver en las librerías, compra libros por decenas y comparte su lista lecturas de verano. En noviembre de 2015, por ejemplo, acudió con sus hijas a una librería independiente de Washington, algo que el sector recibió como un espaldarazo en la dura crisis que atraviesan las tiendas de libros. Hace unos años, The Daily Beast elaboró una lista completa de sus lecturas, algo eclécticas, por demás: desde Doris Lessing hasta Gabriel García Márquez. En  una entrevista concedida a la revista Rolling Stone aseguró que Ernst Hemingway fue un autor importante en sus años de juventud, aunque Obama no se decanta por una tendencia o un autor. Sus lecturas son abiertas y no necesariamente canónicas, y en muchas ocasiones han conseguido encumbrar a más de un libro. Fue él quien catapultó a Jonathan Franzen cuando afirmó que había devorado Libertad, una novela que, insiste, lo hizo pensar.

Recientemente, Barack Obama  le dio a su hija Malia un Kindle lleno de libros que él quería compartir con ella. Incluyó Cien años de soledad, de García Márquez; El cuaderno dorado, de Doris Lessing, y La mujer guerrera, uno de los libros icónicos en las escuelas de EEUU y en cuyas páginas Maxine Hong Kingston  narra el paso de la infancia a la juventud de una  joven chinoamericana que vive en California. Escrito en clave de memoria, Kingston retrata la construcción de identidad de una niña que vive en dos mundos: el de EE UU, donde transcurre su vida, y el chino, transmitido a través de relatos por su familia.

Una imagen de Barack Obama en el Occidental College, California, en 1981. Ha sido publicada por The New York Review of Books.

Obama dice leer de noche, al menos una hora o más. La última novela que leyó fue The Underground Railroad, de Colson Whitehead, una historia ambientada en las plantaciones de Georgia durante el siglo XIX y que reconstruye los desmanes del que fueron objeto. En su conversación con Kakutani, Obama explica de qué forma existe una nueva literatura que le ha permitido ponerse en los zapatos de otros y entender la nueva dinámica de la migración en una clave más compleja: la que se gesta entre la pertenencia y el desplazamiento. Como ejemplo, Obama cita a Junot Díaz, el escritor dominicano estadounidense de La maravillosa vida breve de Óscar Wao, ganadora del Premio Pulitzer en 2008,  y a la autora estadounidense de origen indio  Jhumpa Lahiri, quien a sus 46 años se afianza como firma sólida. Según Obama, tanto Díaz como Lahiri plantean "una experiencia de inmigración contemporánea muy particular", pero al mismo tiempo cuentan historias sobre la necesidad de conseguir una identidad, un tema que planea en la literatura estadounidense en la obra de Philip Roth o Saul Bellow, ambos, según él, "impregnados de la sensación de ser un extraño”.

Trump sólo lee los libros que ha escrito

El presidente electo Donald Trump nunca ha tenido problema alguno en admitir que no lee. Ni le interesa ni lo necesita. Lo dijo en varias ocasiones durante la campaña electoral. "Soy muy eficiente. He tomado muchas decisiones correctas con muy poco conocimiento, además de las palabras y el sentido común,  porque tengo mucho sentido común y capacidad de negocio " aseguró Trump, quien curiosamente se refería a la lectura como un hecho práctico: leer para saber y resolver cosas, en lugar de leer por placer estético o intelectual. Cuando el Washington Post le pidió una lista de las biografías de los presidentes que más llamaron su atención o un influenciaron su candidatura, no citó ninguno. Lo que sí recomendó fue su libro Trump 101: The Way to Success; la biografía  The Power of Positive Thinking, que escribió con Norman Vincent Peale, además de libros del tipo El arte de la Guerra, de Sun Tzu así como la biografía de Winston Churchill escrita por William Manchester.

Cuando el Washington Post le pidió una lista de las biografías de los presidentes que más llamaron su atención, no citó ninguno. Lo que sí recomendó fue su libro 'Trump 101: The Way to Success'

Lo que sí es cierto es que la partida de Barack OBama ensombrece el ánimo de más de un estadounidense, pero mucho más a un sector específico:  la intelligentzia norteamericana, que tras la victoria del republicano se ha puesto en el largo disparadero del catastrofismo y el pesimismo. La amargura ya recorría sus juicios cuando Trump era –tan sólo– una amenaza. Ahora que el republicano llega a la Casa Blanca la situación se oscurece. Esta semana, la escritora Joyce Carol Oates compartió un mensaje bastante melancólico, que lamentaba la partida de Obama.

Lamentaciones a un lado, habría que decir que las de Donald Trump no son las respuestas más nefastas que un político estadounidense ha dado en lo que a sus lecturas respecta. Cuando le preguntaron a George Bush cuál era su autor favorito, aunque no supo pronunciar su nombre, el ex presidente de Estados Unidos dijo: "La Care, Le Carrier, o como se pronuncie...", dijo luego de intentar completar con dificultad el nombre del escritor británico John Le Carré.

El asunto ocurre también con los líderes europeos. Estando todavía en el Elíseo, a Nicolás Sarkozy le ocurrió algo parecido cuando en un discurso evocó a "Stéphane Camus" en lugar de Albert Camus. Otros han más honestos, como la alemana Angela Merkel, quien admite que su tiempo libre se le va en tres cosas: ver la Bundesliga, leer los horóscopos y atender su huerto en su casa de campo de Brandeburgo.

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