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El Buscón

La sospechosa redención de Rato: de las tarjetas black a los cursillos con monjas

Rodrigo Rato en el debut bursátil de Bankia.

Todo milagro que se precie despierta una sospecha. Y tan milagrosa como escandalosamente sospechosa resulta la redención de Rodrigo Rato Figaredo. Ahí le tienen, con aspecto un tanto desastrado, ¿acaso buscado?, en la portada de El Mundo de este viernes, supuestamente sorprendido por el fotógrafo tras salir del local madrileño donde se enseña el Proyecto Integral San Vicente de Paul. Sí, aunque cueste creerlo, el político, financiero y banquero se ha hecho voluntario en un comedor social que regentan las Hijas de la Caridad. Precioso ejemplo de una rectificación a tiempo, si no fuera porque este Buscón se barrunta, malpensado como es, que quizás se trate de un lavado de imagen. 

El hombre que alcanzó cotas de poder inimaginables, presentado en su día como artífice de la recuperación económica en tiempos de Aznar, después frustrado aspirante a la presidencia del Gobierno, luego mandamás del Fondo Monetario Internacional y, como colofón, máximo dirigente de Bankia en tiempos de su presuntamente falseada salida a Bolsa, ese hombre inigualable, siempre luciendo su amplia sonrisa ante las cámaras, él, único e inimitable, descendió a los infiernos como consecuencia de la judicialización del caso Bankia y la aparición de las bochornosas tarjetas black. Parecía acabado, muerto para el establishment, olvidado para siempre. Pero no. Él se ha reencontrado con el luminoso camino del bien para expiar todos sus presuntos pecados. 

¿Cómo va a tener algo que ver esta imagen tan bella de este hombre redimido con el largo, larguísimo deambular por los juzgados que le espera?

De hecho, las televisiones se apresuraron a mostrar al bueno de Rato a la salida de su obra de caridad. Una imagen para el recuerdo. Solo personas con mentes excesivamente calenturientas pueden pensar que Rodrigo o su entorno cercano hayan organizado esta campaña de higiene mediática. No es posible que existan mentes tan retorcidas. ¿Cómo va a tener algo que ver esta imagen tan bella de este hombre redimido con el largo, larguísimo deambular por los juzgados que le espera? ¿Es que todos aquellos que se han visto afectados por las travesuras del susodicho no creen en el perdón? ¿Acaso no creen posible que estas monjas sean capaces de exorcizar los fantasmas del pasado que aún caminen por la mente del banquero? 

Mentes de poca fe, en definitiva, incapaces de creer en la redención de este hombre que ha conocido las mieles del éxito y ahora, cuando está abocado al fracaso, admite sus errores y encuentra la hermosa senda de la recuperación, sí, sí, al igual que la economía española. Claro que se supone que las redenciones son procesos íntimos, personales, privados. Y cuando aparecen los fotógrafos empieza a oler a proceso engañoso, falso. Así rezuma este intento de lavado de imagen.

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