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El Buscón

La “jodienda” de ser ministro ahora: te pueden insultar en el portal de tu casa

Hace tiempo que lo de ser ministro del Gobierno de España dejó de tener glamour, aquella irresistible atracción de antaño en tanto en cuanto sentarse en el banco azul significaba haber “llegado”, haber triunfado en la vida. Aunque los Gobiernos de González y Aznar pusieron no poco de su parte en esa tarea desmitificadora, fue sin embargo el indescriptible Zapatero quien dio el tiro de gracia al antaño prestigiado cargo con la elección de un elenco de ministros, más bien ministras, que literalmente no tenía un pase. 

Ahora, sin embargo, el empleo se ha vuelto incluso peligroso. Lo manifestaba este fin de semana un miembro del Gabinete Rajoy ante un grupo de amigos: “Desde un punto de vista personal, la situación creada por el lío de Bárcenas es una auténtica jodienda, porque es que no puedes ni salir de casa un domingo: ¡la gente te mira con mala cara! Imagínate que vas a un restaurante a cenar con tu mujer un sábado y alguien te insulta o a algún loco se le ocurre llamarte chorizo… ¿qué haces?”.

Lo mejor es no salir de casa: de casa al despacho y del despacho a casa, y si hay que recibir o agasajar a alguien, en casa o en el despacho. Lo injusto de la situación se agranda si se repara en la obligación que hoy tienen los ministros del Gobierno Rajoy de soportar potenciales situaciones humillantes como las descritas a cambio de un salario que, francamente, no compensa, en tanto en cuanto su cuantía no se corresponde con el grado de responsabilidad inherente al cargo.

En el seno de un Gabinete donde nunca hubo buen rollo –cuentan que los ministros llegan a increparse con dureza en las reuniones del Consejo ante la aparente indiferencia de un Presidente que, eso sí, en el momento procesal oportuno zanja la cuestión como le parece pertinente- el ambiente se ha vuelto ahora tenso, más desconfiado, más receloso, como que “nadie se fía de nadie”, excepción hecha de aquellos ministros a quienes une una vieja amistad personal en razón a los muchos años de militancia en el partido. La sombra de una crisis de Gobierno, inevitable a corto o medio plazo, añade presión a esas resbaladizas relaciones.

Dos ministros parecen particularmente en la cuerda floja. Uno es Cristóbal Montoro, de Hacienda, y ello por culpa de una malhadada, y radicalmente injusta -además de inútil para los fines recaudatorios perseguidos- amnistía fiscal que, entre otras cosas, habría servido para que Luis Bárcenas regularizara una parte importante de los 22 millones ocultos en su famosa cuenta de Suiza. El episodio entero ha dañado gravemente la posición de Montoro. Ayer mismo, el ministerio volvía a insistir en que “Bárcenas no ha podido beneficiarse de la regularización fiscal, ni en su nombre ni a nombre de terceros, como quedará claramente demostrado en breve y como manifestó el ministro en su comparecencia parlamentaria sobre este asunto”.

El otro ministro, ministra en su caso, es Ana Mato, una mujer que, más que tocada, todo el mundo considera hundida después de que se hiciera pública, el pasado viernes, la documentación remitida por la Unidad de Delitos Económicos y Fiscales (Udef) al juez de la AN Pablo Ruz, con los pagos supuestamente realizados por la trama Gürtel a la familia de la ministra y a su marido, Jesús Sepúlveda, ex alcalde de Pozuelo de Alarcón. En total, más de 60.000 euros, durante seis años, en viajes, hoteles, coches de alquiler, fiestas familiares, regalos de Louis Vuitton, etc., etc.

Por uno de esos misterios que guarda en su cabeza el Presidente del Gobierno imposibles de comprender por mente normal, Rajoy ha decidido sostener a la Mato contra viento y marea, siendo así que es opinión general que se trata de un peso muerto que solo puede lastrar la nave popular en plena tormenta. La situación de Mato y Montoro no hace sino enrarecer aún más la tensa situación que hoy se vive en el Gobierno Rajoy: “No resulta agradable sentarse al lado de una señora capaz de gastarse alegremente 4.000 euros, que además no eran suyos, en confeti para el cumpleaños de su hijo…” Lo dicho: esto de ser ministro se ha convertido en un calvario.  

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