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El Buscón

Las mujeres (de Pujol y de Mas) y su decisivo papel en la construcción de la "patria"

Dice una frase cargada de pérfida ironía que “detrás de todo gran hombre hay una mujer sorprendida”, sentencia cuya voz pasiva podría enunciarse afirmando que “detrás de toda gran mujer hay un hombre acobardado”. Mujeres importantes, mujeres “potentes” en el más amplio sentido de la palabra, mujeres activas, con cuajo, son Marta Ferrusola, esposa del ahora denostado Jordi Pujol i Solei, y Helena Rakosnik, al compañera del presidente de la Generalitat Artur Mas, un auténtico poder fáctico dentro de la sociedad Barcelona, lo que es tanto como decir catalana.

Si la Ferrusola ha sido decisiva en la deriva política de Pujol (lo advirtió Josep Terradellas recién regresado a España a quien quiso escucharle: “ojo con esa, que es la más nacionalista”), como mantenedora de la llama de un catalanismo radical, otro tanto ocurre con esta catalana de lejano origen entre checo y soriano, de Soria, sí, que comparte sus días con Mas: “La gente, sobre todo en Madrid, hace extrañas conjeturas para explicar lo aparentemente inexplicable, cuando a menudo las cosas son mucho más sencillas, más pedestres”, asegura un buen conocer del matrimonio. “Mas es un hombre acorralado que por la mañana soporta los sermones de Junqueras con la independencia, que a lo largo del día tiene que aguantar al loco de Francecs Homs con la misma historia, y que por la noche se mete en la cama con una mujer que es mucho más nacionalista que él, porque es una conversa, y que le calienta la cabeza y le azuza y el exige que no se raje, que tire palante…”.

Helena, con hache, 57, está convencida de la misión casi religiosa a que está llamado el Moisés con quien comparte penas y alegrías. “Vivimos un momento fundamental, ¿te das cuenta? Y tenemos la suerte de vivirlo en primera persona, de modo que estamos obligados a hacerlo con la mayor intensidad posible”, declaraba la doña a La Vanguardia del conde de Godó por la gracia de Juan Carlos I hace apenas unos meses. “Ella era una chica normal, de una familia normal, de clase media, que siempre hablaban en castellano en casa y que nunca se distinguió por su nacionalismo, pero que ahora se ha vuelto una fanática de la causa”, prosigue la fuente. “¿Qué le ocurre al bueno de Artur? Que está dispuesto a todo con tal de que no le abronque su mujer en casa, con tal de no quedar mal con ella, de no romper el mito que ella pretende hacer de él”.

La prensa catalana, tan babosamente entregada –con algunas muy honrosas excepciones en internet- al dictak del secesionismo por obra y gracia de las subvenciones que recibe de la Generalitat, se viene esforzando por hacer de Helena Rakosnik una especie de heroína cercana al pueblo –el eterno mito de Eva Perón, que tan desastrosos imitadores ha tenido en tantas latitudes-, una mujer sencilla a la que disgusta la etiqueta de “primera dama, porque suena anticuado” (sic), y naturalmente una mujer activa y trabajadora, que cumple con rigor su jornada de trabajo en la  empresa pública Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB), a la que llegó en un lejano 1985, y que después saca tiempo de donde no existe para empujar el carro en mil ocupaciones más o menos benéficas y/o sociales, como corresponde a toda Evita que se precie.  

Por las venas de Helena Rakosnik corre sangre castellana

Como ocurre con tanto independentista enragé como hoy puebla el solar de Ramón Berenguer, también por las venas de Helena corre sangre castellana y de pura cepa. Su madre, de nombre Elena, sin hache, una anciana que luce sus 90 años con gran dignidad, es hija de un soriano criado en Barcelona que distribuía accesorios de bicicletas y de una murciana…! Échale guindas al pavo. Elena, sin hache, casó con un Rakosnik, descendiente de otro Rakosnik que, cuatro generaciones antes, aterrizó un día en Elche para estudiar sus palmerales, y se quedó definitivamente en España. Helena, con hache, y Mas se conocieron en 1979, en la boda de una prima carnal y se casaron en 1982. Tres hijos les contemplan.

La simpática maestra (licenciada en Magisterio) que empezó dando clases en un colegio al que acudían los hijos de los empleados del Metro, gestionado por TMB, es hoy una de la mujeres más influyentes del oasis catalán, si no la que más. En efecto, además de su jornada laboral en TMB, Helena es vicepresidenta del Banco de Alimentos de Manresa y del patronato de la Fundación Rosa Oriol, de la familia de joyeros Tous, que lucha contra la exclusión social (y donde pasta la periodista Pilar Rahola, miembro del Consejo para la Transición Nacional que asesora a Mas en este valle de lágrimas hacia el paraiso de la independencia). También es vocal del patronato de la Fundación del Instituto de Trastornos Alimentarios (donde curra Pilar Garrigosa, cuñada de Pasqual Maragall), y de la Fundación Orquestra Simfónica del Vallés (donde a menudo entona su "Viva Cataluña Libre" el tenor Josep Carreras). 

Con todo, el cargo más polémico que ocupa la Evita catalana es el de presidenta del Salón de la Infancia de la Fira de Barcelona. Rakosnik fue nombrada para el asunto en octubre de 2011, cuando aún no había transcurrido un año desde que el gran Arturo, su marido, fuera elegido presidente de la Generalitat. Naturalmente, para llevar a Helena a la Fira fue preciso cepillarse a su antecesora en el cargo, la modelo y empresaria Judith Mascó, que a su vez había sucedido... ¿a quién? Pues a Marta Ferrusola, ¡a quién si no!, cuyas posaderas presidieron el Salón de la Infancia de la Fira durante los 23 años en los que Jordi Pujol fue presidente de la cosa. Normal. Business as usual en el estanque dorado catalán.

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