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El Buscón

La auténtica alergia que siente Artur Mas por la bandera española

El President de la Generalitat, Artur Mas.

La Generalitat de Catalunya tiene una delegación de govern en Madrid en una planta del magnífico edificio de la castiza calle Alcalá 44, con jardín interior incluido. En su recepción, preside una enorme y bella senyera, al lado de otra no menos flamante enseña española. Choca verla y todo.

Pero he aquí que en un desliz, la persona que nos atendió al entrar nos aclaró (seguramente con ingenuidad): “bueno, cuando viene el president la tenemos que quitar”.

Elemental; si Artur Mas montó el pollo en Israel a cuenta de las banderas, no lo iba a montar en su propia delegación madrileña. Artur Mas no puede ver la bandera española ni a tiros. Le provoca sarpullidos. Se trata de una auténtica reacción alérgica que, mucho más allá de un afán legítimo por elevar lo de su tierra, es una auténtica repugnancia por lo de ‘los otros’. Hablemos claro: esto es una repelencia étnica por lo español o castellanizante. Y eso que, lo quiera o no, somos sus vecinos y ellos también son ibéricos. Se pongan como se pongan, es algo geográfico.

Pero no, no sólo Cataluña debe independizarse, España debe desaparecer, como contábamos aquí hace pocos días: Hispania delenda est. “No basta que yo triunfe, los demás deben fracasar”, decía Gengis Kan y eso parecen sostener en algunos foros nacionalistas.

Mas no es el único que monta numeritos con las banderas; también hace lo propio Oriol Junqueras, quien, en el Parlamento español, se cuida muy mucho siempre que le enfoca una cámara de que no haya una bandera nacional a su espalda y si la tiene que mover un poco, la mueve.

Y tampoco hay para tanto, ¿no? Cualquiera diría que a uno de estos dos le birló la novia Manolo el del bombo al son del Que viva España

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