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El Buscón

Tambores de cambio en las cabeceras de 'La Vanguardia' y 'El Mundo'

Pues sí, parece que hay cambios en las cabeceras de dos de los más importantes diarios españoles, La Vanguardia de Barcelona y El Mundo de Madrid. Signo en ambos casos de los tiempos convulsos que vivimos, donde a las dificultades financieras por las que atraviesan los grandes grupos, en general, y la prensa de papel, en particular, hay que unir las turbulencias políticas de una época particularmente azarosa en España, y no digamos ya en ese nordeste español que es Cataluña.

El cambio más cercano afectó anoche mismo a José Antich, director de La Vanguardia, que ha sido sustituido por el también periodista y actual director de Comunicación del Grupo Godó, Màrius Carol. La noticia, adelantada ayer tarde por dos diarios digitales (Economía Digital y Crónica Global) barceloneses, no dejó de coger por sorpresa a quienes en Barcelona opinaban que el relevo en el rotativo catalán, una asignatura pendiente desde hace meses, se tomaría su tiempo y ello, cómo no, también por razones políticas.

De aquellos polvos vinieron estos lodos. Los polvos aluden a la posición gregaria mantenida por La Vanguardia, antes apellidada “Española”, en favor de las tesis independentistas defendidas por los Gobiernos de Artur Mas y su aliado, Oriol Junqueras, posiciones de un seguidismo atroz y contumaz sin el menor rastro de independencia, liberalidad o lejanía con un poder del que, a cambio, recibía jugosas subvenciones.

La posición del diario era particularmente llamativa –a la par que escandalosa- a la luz de la extracción social y económica de la propiedad, encarnada por Javier Godó, conde de Godó por graciosa concesión de Su Majestad el Rey de España, amigo personal del rico editor y teórico garante de esa unidad de España de la que La Vanguardia renegaba un día sí y otro también, al servicio de las ensoñaciones secesionistas de Mas y su tropa.

Como es de imaginar, las relaciones del señor conde tanto con la Zarzuela como con Moncloa quedaron seriamente tocadas. Es de justicia reconocer aquí que la línea de La Vanguardia ha dado un giro notable en los últimos meses hacia posiciones de racionalidad e independencia de criterio respecto a los dictados del Govern, que el rotativo nunca debió perder. Dicho lo cual, estaba claro que el relevo del director del diario, responsable en primera persona de tan errática política informativa y tan perversa línea editorial, era cuestión de tiempo.

La cabeza de Antich en bandeja de plata

En Barcelona aseguran que el señor conde habría ofrecido a Mariano Rajoy (se supone que también a S.M.) la cabeza de Antich en bandeja de plata, como una demostración de los nuevos vientos que soplan en el Grupo editorial (en paralelo con la pérdida de fuelle que se advierte en el suflé separatista) y un deseo de reconciliación, algo así como “me cargo al responsable de lo ocurrido, y a cambio volvemos a ser amigos”, una oferta que, de ser efectivamente cierta, habría que relativizar a la luz del peculiar carácter de un tipo como Rajoy, acostumbrado a encogerse de hombros ante cualquier eventualidad y a recitar el viejo aforismo del “verlas venir, dejarlas pasar, y si te mean encima decir que llueve”.

Ayer por la mañana aseguraban en Barcelona que Màrius Carol “vive muy bien y no quiere complicarse la vida”, y que, en todo caso, “el relevo en La Vanguardia está ligado a la suerte del propio Artur Mas, y aunque es evidente que el president está más solo que la una, tiene todavía cuerda para rato. La pura verdad es que todo tiene aquí un cierto aire de tragedia griega, aunque en el fondo no pasa de ser un sarao del tercer mundo”.

Pasadas las 9 de la noche se confirmó la ascensión de Carol a la dirección de La Vanguardia. Es Carol un tipo que renunció a subirse en marcha al tren enloquecido del secesionismo del que ahora Antich ha sido apeado por la fuerza, es decir, un hombre moderado y con seny, que además mantiene excelentes relaciones con la Casa Real, cuya información cubrió para el periódico entre los años 1993 y 2002.

Parecidos rumores, aunque obligadamente menos fiables, son los que apuntan a cambios en la dirección de El Mundo. Durante el último fin de semana de noviembre, por el Madrid empresarial y financiero se corrió como la pólvora la especie de que Pedro J. Ramírez estaba en la mañana del sábado 30 recibiendo el finiquito en Unidad Editorial, tras haber llegado a un acuerdo indemnizatorio –la cifra pasó de boca en boca y era ciertamente sustanciosa- con la propiedad italiana del rotativo, el Grupo RCS.

También en este caso hay gente empeñada en asegurar que la Moncloa se está empleando a fondo para defenestrar al periodista de su puesto, cosa que, volviendo al carácter de Mariano Rajoy, hay que poner por lo menos en duda. En los últimos días las aguas parecen haber vuelto a su cauce en lo que al diario El Mundo respecta, aunque nadie puede ignorar las dificultades de todo orden por las que atraviesa el grupo. Quienes apuestan por la continuidad de Pedro J. siguen esgrimiendo el mismo demoledor argumento: El Mundo no tendría sentido –ni futuro- sin su creador e inimitable animador.

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