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El Buscón

Los comunistas chinos eliminan el 'traje Mao' y se ponen el traje de cóctel

Xi Jinping, secretario general del Cómite Central del Partido Comunista Chino.

En España, donde todos nos tuteamos y la chancleta se usa como argumento en el debate parlamentario, la vestimenta de etiqueta ya sólo se impone en actos como la onomástica del Rey y poco más. Algunos clubes, como la Gran Peña de Madrid y el Liceo de Barcelona, resisten y exigen corbata a los caballeros que quieren entrar en sus instalaciones. Así somos todos más iguales, una vez que pagamos la butaca del estreno del Teatro Real o el cubierto en el Ritz. A muchos extranjeros semejante campechanía les choca y algunos incluso la rechazan.

Hoy se celebra en Madrid la inauguración del Centro Cultural de China en España, dependiente de la embajada, un espacio de 3.000 metros cuadrados en el barrio de Salamanca que fue sede de la inmobiliaria Urbis. Los dos principales asistentes serán el secretario de Estado de Cultura del Gobierno de España, José María Lasalle, uno de los favoritos de Mariano Rajoy, y el viceministro de Cultura del Consejo de Estado de la República Popular China, Yang Zhijin, que acaban de suscribir un Acuerdo de Cooperación en los ámbitos de la cultura, la juventud y el deporte. También acudirán políticos de la Comunidad y del Ayuntamiento de Madrid y del PSOE y otros partidos, así como numerosos catedráticos, académicos y empresarios.

Sin duda, muchos de los españoles más veteranos se quedaron asombrados al recibir el tarjetón de la invitación y leer que la embajada de la China comunista pedía a los señores traje oscuro y a las señoras traje de cóctel. ¡Cómo han cambiado los tiempos!, pensarían esos talluditos españoles, desde que la China Roja –como se la llamaba en las películas anticomunistas de Hollywood y las de James Bond- era el faro de la humanidad progresista que había sustituido a la URSS aburguesada de la coexistencia pacífica.

Cuando la revolución proletaria y un nuevo asalto al Palacio de Invierno les parecía inminentes a miles de jóvenes europeos que seguían el comunismo chino, se popularizó el llamado traje Mao, que uniformaba en sobriedad a todos los chinos. El dictador Mao Zedong había comenzado en 1960 la Revolución Cultural para afianzar su poder y eliminar, con la ayuda de los elementos más jóvenes y despiadados, a sus rivales.

En un discurso pronunciado ese año, Mao afirmó que había que acabar con los cuatro viejos: los viejos hábitos, las viejas costumbres, la vieja cultura y el viejo pensamiento. Eso incluía la vestimenta. Llevar ropas orientales tradicionales o bien occidentales modernas suponía que en el individuo anidaban la vanidad y una mentalidad contrarrevolucionaria, que podían acarrear palizas, deportaciones a campos de reeducación y hasta la muerte. El traje Mao fue tan característico de los duros del comunismo chino que se mantuvo en algunos círculos incluso a finales de los años 80. El último dirigente en llevarlo fue Deng Xiaoping, que se retiró en 1989.

Ahora el traje Mao es una reliquia en las ciudades chinas y entre la casta gobernante del Partido Comunista, hasta el punto de que parece limitado a reconstrucciones históricas del estilo del casco prusiano pickelhaube.

Mao, el mayor genocida de la historia, hizo grandes y hermosas frases. Otra cosa es que fuesen acertadas, como ésas de que el “montoncillo” de bombas atómicas que posee EEUU no es suficiente para aniquilar a todos los chinos. Otra famosa es que el capitalismo no pasaba de ser un tigre de papel. Los comunistas chinos han tenido que recurrir a los métodos capitalistas para reducir el hambre y la pobreza de su pueblo y convertirse  en una potencia mundial. Pero por el camino se han cargado las fábricas de los proletarios europeos.

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