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Ciencia

Tras la pista del cometa muerto

Un equipo de investigadores localiza los restos de un cometa que apareció en 1819 y desapareció durante más de un siglo.

El cielo estrellado es un mapa del pasado y en ocasiones el escenario de una historia de detectives. La que hoy nos interesa comienza el 5 de diciembre de 1956 en la cubierta de un barco japonés, el que protagoniza la primera expedición científica nipona a la Antártida y que en la travesía del Índico fue testigo de una lluvia de meteoros espectacular, a la que bautizaron como “lluvia de Fénix” por la constelación bajo la que apareció. Sin embargo, durante las siguientes décadas, aquel fenómeno nunca volvió a ser observado. ¿Dónde habían ido aquellas estrellas que caían al océano bajo las alas del Fénix?

¿Dónde habían ido aquellas estrellas que caían al océano bajo las alas del Fénix?

Dos equipos de astrónomos japoneses retomaron recientemente el interés por el fenómeno y han conseguido identificar un posible cometa relacionado con la lluvia de estrellas: el cometa Blanpain, observado por primera vez en 1819 y que también desapareció durante años de los cielos sin dejar rastro. Hasta que en 2003 alguien localizó un cuerpo pequeño moviéndose en la misma órbita que el cometa cien años antes. Se trataba del viejo Blanpain, que había perdido su cola y viajaba ahora en forma de asteroide. Probablemente todo el gas y el polvo habían escapado de su núcleo y ahora no era más que un cometa muerto y sin cola. Pero su historia no había terminado.

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Aquel gas y el hielo perdidos por el cometa siguen seguramente orbitando periódicamente alrededor del Sol, siguiendo el camino que un día siguió Blanpain y esparciéndose por el firmamento cada vez que nuestro planeta se cruza con ellos en el espacio una vez al año. Partiendo se esta hipótesis, los científicos japoneses debían encontrar la manera de probar que era correcta. A partir de su modelo numérico, predijeron que la lluvia de estrellas del Fénix debía producirse el 1 de diciembre de 2014 y se desplazaron a Carolina del Norte (EE.UU) y la isla de La Palma, en Canarias, para hacer observaciones simultáneas y encontrar la cola del cometa perdido.

Las observaciones se hicieron en Carolina del Norte (EE.UU) y la isla de La Palma, en Canarias

Y así sucedió. En la noche elegida, aunque con una hora de retraso, los astrónomos registraron una lluvia de estrellas y tomaron todo tipo de datos para identificar su procedencia. En uno trabajo que se publica esta semana en las revistas Publications of the Astronomical Society of Japan y Planetary and Space Science, los autores describen cómo solo 29 de los 138 meteoros observados aquella noche pertenecían a un mismo punto del cielo y por tanto a la lluvia que trataban de identificar. Esto les permite corroborar que su hipótesis es buena y la cola del cometa sigue orbitando y se cruza con nosotros en forma de lluvia de estrellas. El hecho de que esta lluvia tuviera solo un 10 por ciento de la intensidad esperada les aporta otro dato: seguramente cuando fue observado en 1819 estaba mucho menos activo de lo que se pensaba y su actividad estaba ya próxima a extinguirse de camino al sol. Es la primera vez que se deduce la órbita de un cometa desaparecido a partir de datos como estos y podría inaugura una forma de seguir la pista de los cursos celestes a partir de los rastros que dejan y su evolución en el tiempo.

Referencias: Optical observations of the Phoenicid meteor shower in 2014 and activity of comet 289P/Blanpain in the early 20th century (Publications of the Astronomical Society of Japan) | Journal: Detection of the Phoenicids meteor shower in 2014 (Planetary and Space Science)

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