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Ciencia

El ébola llama a la puerta, ¿cómo hemos llegado hasta aquí?

Imagen tomada en Monrovia Liberia por MSF.

En septiembre de 1976, el joven doctor Peter Piot recibió en su laboratorio del Instituto de Medicina Tropical de Amberes un paquete procedente de Kinshasa que contenía un pequeño termo. "Era un tarro normal, como el que cualquiera usaría para mantener el café caliente", explica Piot. Pero en su interior se escondía una amenaza desconocida. "Cuando abrimos el termo vimos que uno de los viales se había roto y la sangre se mezclaba con el hielo derretido", recuerda. Y al poner la muestra al microscopio vieron "una estructura gigante en forma de gusano. Gigante para ser un virus".

Las noticias sobre personas que morían entre vómitos y diarreas no tardaron en llegar al laboratorio de Piot y, en pocos días, él y otros investigadores se pusieron en marcha y viajaron hasta Zaire (hoy República Democrática del Congo) para tomar medidas. Gracias al duro trabajo y a la colaboración con las autoridades, los equipos consiguieron comprender y atajar la enfermedad en unos meses y limitaron su extensión a 318 casos y 280 muertos. Pero en el imaginario occidental el ébola pasó a ser el virus de las pesadillas, un clásico en los relatos sobre los posibles efectos de una pandemia global que reaparecía de vez en cuando en África y nunca terminaba de convertirse en una amenaza 'real'.

La pesadilla empieza a adquirir la dimensión global de la que advertían los virólogos

Cuarenta años después de aquel primer brote, la pesadilla del virus hemorrágico llama a las puertas de Europa y EEUU y empieza a adquirir la dimensión global de la que advertían los virólogos. Los casos ascienden a más de 8.000 y las muertes están a punto de llegar a 4.000 en cinco países africanos, con el primer contagio a una auxiliar de enfermería en España. La pregunta que se hacen expertos y profanos es: ¿qué ha fallado ahora? ¿Qué se hizo entonces de forma diferente?

Dos de los investigadores que atendieron a la población congoleña en el primer brote en 1976, Joel G. Breman y Karl M. Johnson, acaban de publicar en The New England Journal of Medicine un artículo titulado "Ebola Then and Now", que permite comparar la actuación que se llevó a cabo entonces y lo que ha sucedido en el último brote con origen en Guinea. "El brote de 2013-2014", escriben, "tiene mucho en común con el de 1976. Los dos han sido causados por la cepa Ébola-Zaire [la de mayor tasa de mortalidad, hasta el 90 %]  y comenzaron en comunidades rurales en la selva".

En aquel primer momento, relatan los dos investigadores, las autoridades de Zaire se pusieron a disposición del comité de científicos desde el principio, se puso en cuarentena una región entera y los propios habitantes de las aldeas afectadas se pusieron a colaborar. Los científicos hicieron una campaña de rastreo "puerta por puerta" y la costumbre de algunas tribus de raparse la cabeza en señal de duelo les ayudó a identificar a los familiares de posibles víctimas. Aquellos que tenían a alguien próximo afectado accedieron a acortar los ritos funerarios y a no despedirse con los tradicionales besos y abrazos al cadáver que tanto pueden contribuir a expandir la enfermedad. Para Breman y Johnson la clave está, y estuvo, en la identificación de los focos primarios y en convencer a las autoridades locales para que trabajaran con ellos.

“La OMS no nos tomó en serio”, dicen en MSF

¿Qué ha sucedido, en cambio, en el brote de 2013-14? La última vez que este diario se puso en contacto con Luis Encinas, enfermero de Médicos sin Fronteras (MSF) con experiencia en seis brotes de fiebres hemorrágicas en África, su equipo acababa de ser apedreado en la localidad de Macenta, en el interior de Guinea, por la desconfianza de la población. En aquel momento la ONG llevaba semanas advirtiendo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) de que debía actuar cuanto antes y de que el brote no era igual que los anteriores. "Nos dimos cuenta de que la velocidad de propagación y la movilidad estaban haciendo avanzar el brote de una forma exponencial", relata Encinas a Next. "La OMS no solo reaccionó tarde, sino que tuvimos la impresión de que no nos tomaban en serio. Cuando declaramos que aquello no tenía precedentes nos dijeron que era un brote más, porque llevamos treinta años con brotes cada dos años". Pero la situación había llegado a un punto de no retorno.

Un asesino muy viajero

Según la reconstrucción de los genetistas, la historia del último brote se remonta a diciembre de 2013, en una pequeña aldea de Guinea-Conakry, cerca de la frontera con Sierra Leona y Liberia. Se cree que el paciente cero fue un niño de dos años de la aldea de Meliandou, en Guéckédou que murió tras expulsar heces y vómitos de color negro. Pocos días después murieron la madre, la hermana y la abuela, y fue en el funeral de esta última donde varios individuos entraron en contacto con el virus y empezaron a distribuirlo por la zona. Durante semanas, la enfermedad siguió propagándose de aldea en aldea, volando bajo el radar de las autoridades. El primer caso que hace saltar las alarmas en Guinea tiene lugar en febrero y solo un mes después se habla ya de 112 infectados y 70 fallecidos. Mientras los llamamientos de MSF eran desoídos por la comunidad internacional, la enfermedad cruzaba a Liberia (29 de marzo), Sierra Leona (27 de mayo) y Nigeria (22 de julio). Y no sería hasta agosto, con 1776 casos y cerca de 1.000 muertos, cuando la OMS decidiera declarar el brote una emergencia internacional.

El propio descubridor del virus, Peter Piot, cree que la OMS actuó demasiado tarde. "Su oficina regional de África no cuenta con el personal más capacitado, sino con gente nombrada con criterios políticos", asegura en una entrevista en The Guardian. "Y la sede central en Ginebra sufrió grandes recortes presupuestarios que habían sido acordados por los estados miembros". En su opinión, lo sucedido es el resultado de una especie de "tormenta perfecta". "Algunos de los países involucrados acababan de salir de terribles guerras civiles, muchos de sus médicos habían huido y sus sistemas de salud se habían derrumbado. En toda Liberia, por ejemplo, sólo había 51 médicos en el año 2010 y muchos de ellos han muerto de Ébola".

Muchos de los países involucrados en la pandemia acaban de salir de terribles guerras civiles

Para Luis Encinas el momento clave se produce a finales de mayo, cuando el virus salta a Liberia. "A partir de ahí es un descontrol, con dos sistemas de salud diferentes... Ahí se dispara la pandemia". "Son países que salen de guerras civiles donde se está reconstruyendo todo, donde hay mucha población y rutas construidas para facilitar los movimientos", añade. Entre los factores que diferencian este brote del originario en el Congo está el hecho de que se produjera en una zona de fronteras y muy porosa, con gente con capacidad de desplazarse muchos kilómetros en pocas horas. "Debido a que los muertos en esta región son tradicionalmente enterrados en las ciudades y en los pueblos en los que nacieron", añade Piot en The Guardian, "hubo cadáveres con Ébola altamente contagiosos viajando de un lado al otro de la frontera en camionetas y taxis. El resultado fue que la epidemia acabó estallando en diferentes lugares".

Uno de los factores más tristes es que los propios sanitarios infectados colaboraron a expandir la enfermedad. "Actuaron sin querer como transmisores", apunta Encinas, "en algún momento los hospitales se convirtieron en zonas de amplificación de la enfermedad". Los sistemas sanitarios habían sido desmantelados y los profesionales no tenían preparación. La consecuencia de la acumulación de casos llevó a que muchos grupos locales desconfiaran de los médicos que consideraban como origen de la infección. "Cuando viene una epidemia de ébola", dice Encinas, "viene emparejada con una epidemia de miedo. Si no das la información y eres transparente, ésa es la reacción".

Los hospitales se convirtieron en zonas de amplificación de la enfermedad

En este contexto, algunos países occidentales, como EEUU o España decidieron repatriar a sus ciudadanos infectados para tratarlos en los hospitales de su país. Esta situación, bajo el auspicio de la OMS, fue descartada por los equipos que trataron el brote de 1975.  "Nuestro dilema", relatan Breman y Johnson en su artículo, "era si cuidar de los miembros de nuestro equipo contagiados en el lugar o evacuarlos, lo que podría retrasar el tratamiento y exponer a otras personas a la enfermedad. Los casos recientes de dos cooperantes estadounidenses que han sido tratados con un suero experimental y trasladados a Atlanta subrayan estas cuestiones éticas". 

En España, el resultado de esa decisión no ha podido ser peor. La auxiliar de enfermería Teresa Romero se contagió del virus cuando cuidaba a uno de los dos misioneros enfermos repatriados a España y las sucesivas decisiones han sembrado la desconfianza de la población. “Ha faltado rigor en la evaluación de la situación y en la revisión y aplicación de protocolos desde el momento que se tomó la decisión de traer a España al primer infectado”, asegura Esteban Domingo, ex presidente de la Sociedad Española de Virología. “No hubo consignas claras a las personas que cuidaron de los enfermos de ébola de cómo actuar durante los días que siguieron al contacto con los enfermos”. “Debieron ser instruidos de que al  menor síntoma ingresaran inmediatamente en el Carlos III, y no en un hospital cualquiera”, añade. “Si hubiera habido rigor no hubiera ocurrido lo que estamos padeciendo en este momento. También estamos pagando los recortes en sanidad y ciencia que tienen un precio que a veces puede ser muy superior al anticipado”.

“El ébola no es un problema de África, es un problema de todos”

 Correcta o no, la decisión de repatriar a los misioneros no habría evitado, según las proyecciones de la OMS, que el ébola terminara desembarcando en Europa. El viaje de este virus desde su primera aparición en 1976 hasta el escenario actual es el fruto de un problema mucho mayor que la falta de previsión de unos cuantos políticos que emplean grandes recursos en salvar a sus nacionales, pero han aportado una cantidad ridícula de dinero y recursos a ayudar a los países donde se libra la principal batalla. “No nos va a servir de nada cerrar las fronteras”, anticipa Luis Encinas, “porque el ébola no es un problema de África, es un problema de todos. Si no actuamos ahora, esto va a continuar y va a ser muy fuerte. No vale con las buenas palabras de todos los gobiernos, hacen falta dinero y recursos, necesitamos que las promesas se conviertan en acciones. Porque si no actuamos se va a tener un efecto catastrófico para toda la humanidad”.

Referencias: Ebola Then and Now (The New England Journal of Medicine)

En Next: Medicina en la tierra del ‘hombre-hoja’, la otra cara de la batalla contra el ébola | La pesadilla de sobrevivir al ébola 

Otros enlaces de interés: Cronología de los brotes de ébola (CDC) | Mapa de la extensión del virus (CDC)

 

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