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Ciencia

Recuerdos de una cabeza congelada

Fotograma d ela película "The Brain That Wouldn't Die"

El 17 de enero de 2013 la joven Kim Suozzi, de 23 años, falleció en su apartamento de Scottsdale, en Arizona, después de dos años de lucha contra un glioblastoma, uno de los tumores más letales. Minutos después, dos enfermeras y un médico introdujeron su cuerpo en una bañera con hielo y lo transportaron hasta las instalaciones centrales de la empresa. Seguidamente los técnicos cambiaron la sangre de Kim por un criopreservante y cortaron su cabeza para introducirla en una cuba metálica donde se conservará en nitrógeno líquido a la espera de que, en un futuro, alguien sea capaz de devolverla a la vida.

Kim pidió ayuda en redes sociales para conservar su cabeza

El caso de Kim conmocionó la opinión pública de EE.UU. después de la joven pidiera ayuda para sufragar los gastos de la preservación en redes sociales. "Congélame, Reddit", rezaba el cartel con el que se retrató y que le sirvió para conseguir el apoyo y el dinero para pagar a la empresa Alcor. Sus últimos días fueron filmados por un equipo de periodistas del diario The New York Times que acaban de publicar un mini documental sobre su caso y han vuelto a poner su historia de actualidad.  Tras leer el reportaje, el neurocientífico Michael Hendricks publicó un durísimo artículo en la revista MIT Technology Review en el que, bajo el título "La falsa ciencia de la criónica", atacaba a los gurús del transhumanismo que jalean este tipo de prácticas y argumentaba la falta de fundamentos científicos de la criopreservación de tejidos. "Nadie que haya vivido la experiencia de perder a un ser querido dejará de simpatizar con alguien que paga 80000 dólares para congelar su cerebro", escribía Hendricks. "Pero la reanimación o la simulación es una forma miserable de dar falsas esperanzas que va más allá de lo que puede prometer la tecnología y resulta imposible con el tejido congelado y muerto que ofrece la industria 'criónica'". "Aquellos que se benefician de esta esperanza", remataba, "merecen nuestra ira y desprecio".

Los reproches de Hendricks se centraban básicamente en dos aspectos: en la afirmación de algunos transhumanistas de que nuestros pensamientos y consciencia no son más que una serie de datos que podrían trasladarse incluso a un soporte físico y contra el uso de la 'conectómica' como argumento para defender que cuando una persona crionizada despierte en el futuro seguirá siendo ella misma. El neurocientífico negaba que un mapa detallado de las conexiones neuronales (el llamado conectoma) sea suficiente para restaurar la mente de una persona con sus recuerdos y su personalidad, y citaba sus investigaciones con el gusano nemátodo C. elegans, uno de los animales más estudiados y mejor descritos en biología. "Conocemos con detalle la identidad y todas las conexiones de sus 302 neuronas", explicaba Hendricks. "Si se pudiera cargar o simular un cerebro, ése sería el de C. elegans", insistía, "pero incluso con el conectoma en la mano, un modelo estático de la red de conexiones carece de la información necesaria para simular la mente del gusano. En resumen, la actividad neuronal no puede ser inferida de la neuroanatomía sináptica".

La criónica es una forma miserable de dar falsas esperanzas, asegura Hendricks

Las afirmaciones de Hendricks provocaron la reacción y respuesta de un equipo de investigadores que trabajan precisamente con C. elegans y entre los que se encuentra el español Ramón Risco, líder del grupo de investigación de la Universidad de Sevilla Cryobiotech. "Ante las afirmaciones de Hendricks hablando de la falsa ciencia de la criónica", explica a Next, "decidimos escribir un artículo respuesta bajo el título 'La ciencia alrededor de la criónica'". En este escrito, Risco y sus compañeros sostienen que "hay mucho más en la mente que la mera conexión sináptica entre las neuronas" e insisten en que sí que existen "pruebas que apoyan la posibilidad de que las características del cerebro que codifican los recuerdos y determinan el comportamiento pueden conservarse durante y después de la criopreservación".

"Lo que nos resultó más chocante", relata Risco, "fue que Hendricks citara el gusano C. elegans, cuando nuestro equipo ha demostrado precisamente que conserva los recuerdos después de congelarlo y descongelarlo". En el experimento realizado hace unos meses por Natasha Vita-More y Daniel Barranco, los científicos condicionaron a un grupo de nemátodos para que identificaran el olor característico de la butanona (un olor a cereza amarga como el de las piruletas) con la presencia de comida. A continuación, criopreservaron a los gusanos con la técnica de vitrificación - la misma que se emplea en criónica- y comprobaron que al revivirlos, los animales seguían conservando el recuerdo y acudían a la comida ante la presencia del olor. "Ponías solamente el odorante, sin comida, y se iban derechos a la butanona", explica Risco. "Es evidente que conservan el recuerdo".

Cuánto dura un recuerdo

Con estos resultados, Risco no tiene dudas de que Kim Suozzi será ella misma si un día alguien revive su cerebro. "Me mojo", asegura. "Sí será ella misma". Sus afirmaciones, insiste, se basan en la evidencia científica, no hay motivos para pensar que las conexiones sinápticas no se mantengan, como afirma Hendricks. Tras la preservación de su cabeza, los técnicos de Alcor comprobaron que el cerebro de Kim se había conservado bien a nivel superficial pero existía posibilidad de que se formaran cristales de hielo a niveles más profundos. "Lo interesante es que no hace falta que se mantengan todas las conexiones", matiza Risco. "El cerebro es un cúmulo y cada impresión llega por distintas vías, de modo que si un puente se corta suelen quedar otros puentes. Esto pasa con el cerebro y con órganos como el hígado, donde un porcentaje de fallos es compatible con la funcionalidad del sistema. El organismo tiene sus propios sistemas de reparación; las células saben cómo arreglarlo, siempre que el daño no supere cierto umbral".

Si Kim despertara tendría recuerdos fragmentados e incoherentes, asegura Alberto Ferrús

Alberto Ferrús es investigador del Instituto Cajal (CSIC) y uno de los mayores expertos a nivel mundial sobre cómo se forma la sinapsis y cómo se reconfiguran las conexiones neuronales cuando aprendemos y olvidamos. Sobre los argumentos de Risco encuentra dos objeciones básicas. Por un lado, la que se refiere a la conservación de los tejidos y por otro la que se refiere a la conservación de la memoria. "Ya no se trata solo de que el gusano conserve los recuerdos", explica, "sino de cuánto tiempo puede permanecer congelado sin que eso cambie". Ferrús apela a una cuestión conocida en química-física que es la inestabilidad de las moléculas en el tiempo. "Las moléculas tienen una vida media, no duran ad infinitum, pero los humanos tenemos recuerdos que duran mucho más tiempo. ¿Por qué? Porque lo que hemos hecho es recordar esas memorias y volver a guardarlas periódicamente". Sin esta renovación de las conexiones, una persona de sesenta años no recordaría cosas de cuando era niño, por ejemplo. "Por eso no podemos mantener a alguien 'congelado' durante siglos y esperar que luego recuerde todo", sentencia. "No quiero decir que si la chica despierta lo hubiera olvidado todo, pero estoy dispuesto a apostar a que tendría recuerdos absolutamente aberrantes, fragmentados, incoherentes y sin una estructura lógica".

"Al vitrificarlo el material queda sólido e imperturbable en escalas de millones de años", replica Risco, quien recuerda el caso de un médico chino que tiene glóbulos rojos conservados hace 40 años y todos los años presenta resultados en el Congreso Internacional de Criobiología, para comprobar si se conservan. "Hasta hace poco", recuerda, "la legislación española de reproducción asistida impedía utilizar los embriones criopreservados de más de cinco años. Pero las pruebas son tantas que en 2005 quitó esa limitación y los embriones pueden estar conservados sine die. Uno puede implantarse un embrión que lleve veinte años en nitrógeno líquido sin ningún problema", asegura.

"Es arriesgado negar que se pueda revivir una cabeza dentro de cien años"

En su respuesta al artículo de Hendricks, Risco y sus compañeros también citan los últimos experimentos realizados con órganos criopreservados y trasplantados a animales. "Los esfuerzos realizados para mejorar estas tecnologías", escriben, "son un apoyo indirecto a la idea de que el cerebro, como cualquier otro órgano, puede ser criopreservado de forma adecuada por los métodos actuales o por otros en desarrollo". "La muerte no es el momento justo en que se para el corazón", indica Risco. "Las células pueden estar vivas incluso si nos las meten en el congelador durante años. Un trasplante no es más que eso, un órgano que puede durar días después de que la persona haya fallecido".

Para Hendricks, en cambio, la posibilidad de revivir a alguien a partir de sus conexiones es remota. "Las características de tus neuronas y las sinapsis que te hacen ser 'tú' no son genéricas", escribe el neurocientífico. "La inmensa red de sutiles cambios químicos y las distribuciones subcelulares de complejos moleculares son parte del flujo dinámico de un cerebro vivo. Estos elementos no son detalles que produzcan un resultado promedio en un sistema nervioso; más bien son la esencia de la que están hechos los engramas (los constituyentes de la memoria física)". De modo, concluye, que habría serias dudas sobre si la cabeza revivida es en realidad la de la persona fallecida u otra entelequia.

Reconectando cabezas

¿Es entonces la criónica actual una esperanza real para los pacientes que acuden a empresas como Alcor o un simple engaño? A Risco le parece arriesgado asegurar que algo no va a ser posible en el futuro. "Ese límite entre lo que es posible hoy de lo que será posible en un futuro lejano no está bien definido", asegura. Para el investigador español, es obvio que en un plazo corto no se va a poder revivir a nadie crionizado, pero no se atreve a decir que no será posible dentro de un siglo. “Si hace un siglo le hubiesen dicho a alguien que íbamos a ser capaces de meter a unas personas en un cacho de hierro, mandarlo a la Luna a 30.000 km/h y que volvieran vivas, habrías dicho que era una locura. Pero los pusimos, pisaron la Luna y volvieron a la Tierra sanos y salvos”. Noticias como la del niño decapitado internamente en Australia a quienes los médicos han conseguido reconectar la médula espinal son para él una prueba de que cada vez estamos más cerca de logros que parecían imposibles, incluido el próximo intento de ‘trasplante de cuerpo’ anunciado por el cirujano italiano Sergio Canavero.

"A día de hoy, este planteamiento no tiene ningún sentido", replica Eduardo Molina, coordinador de Investigación del Hospital Nacional de Parapléjicos, donde trabajan con decenas de lesionados medulares. "En médula espinal no regenera nada, solo ahora empieza a haber datos de regeneración apoyada con trasplantes celulares de diferente origen", explica a Next. "Pero si lo que me dices es que se puede coger una cabeza y reconectarla juntando los dos cabos de la médula, hoy por hoy no tiene base científica". Molina recuerda que solo hay un caso documentado en la literatura de un paciente operado en Polonia, que tenía un corte limpio y parcial en la médula y tuvo una buena resolución. "Pero estos casos son anecdóticos", advierte. "Para que una técnica se considere factible se necesitan ensayos clínicos más allá de un caso puntual". Sobre la cuestión de si Kim sería ella misma en caso de despertar en un futuro, Molina tiene serias dudas, dado que los daños cerebrales, si afecta a zonas como la corteza prefrontal, podrían ser terribles para la persona. "Es verdad que hay cierta plasticidad en áreas que son el sustrato anatómico de funciones superiores", explica, "pero al descongelar los daños podrían tener consecuencias en el comportamiento, con muerte en zonas específicas que podrían dejar al sujeto en pésimas condiciones". En otras palabras, Kim podría despertar con daños cerebrales equivalentes a los que se producen durante un ictus o infarto cerebral y estar limitada en aspectos como el habla o el movimiento e incluso cambiar por completo de personalidad.

"Si se hace correctamente, ¿quién nos va a decir que en el futuro no se puedan reparar estos daños?”, discrepa Risco. Muchas personas que hoy sufren un ictus, recuerda, consiguen recuperarse gracias a la plasticidad neuronal, pero ¿quién nos dice que esos daños no serán reversibles gracias a la tecnología? "Evidentemente", reconoce, "nadie a quien se descongelara ahora iba a salir andando tan tranquilo, pero en el futuro veremos cosas sorprendentes". ¿Estaría dispuesto un científico como él a criopreservar su cabeza para revivirla en el futuro? "Sí, sin duda", responde. "Congelarse es la segunda peor cosa que nos puede pasar en esta vida, ¿no? Entonces vamos a coger lo segundo peor en vez de lo primero”.

Referencias: A Dying Young Woman’s Hope in Cryonics and a Future (The New York Times) | The False Science of Cryonics (MIT Technology Review) |  The Science Surrounding Cryonics (MIT Technology Review) | Persistence of Long-Term Memory in Vitrified and Revived Caenorhabditis elegans (Rejuvenation Research)

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