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Ciencia

Las puertas del tiempo existen y están bajo tu ciudad

Detalle de la puerta acorazada de la Caja de las Letras, en el Instituto Cervantes

A finales de noviembre de 2009 el arqueólogo Daniel Pérez Vicente trabajaba en las obras de ampliación del parking de la plaza de las Cortes en Madrid cuando su equipo descubrió algo inesperado. Bajo las baldosas había una estructura circular que parecía ser el antiguo basamento de la estatua de Cervantes. "Limpiamos unos centímetros en la argamasa superficial", relata, "y vimos una piedra rectangular con una argolla de hierro. La piedra era de granito y el resto de la estructura era de piedra caliza, así que llamaba la atención".

"Aquello no podía ser otra cosa que una cápsula del tiempo".

Aquel pequeño descubrimiento hizo saltar todas las alarmas y protocolos de actuación de Patrimonio y de la Comunidad de Madrid, cuya técnico se personó en el lugar a las pocas horas. ¿Qué se escondía bajo aquella trampilla en un lugar tan significativo de la capital? ¿Se trataba, quizá, de algún pequeño tesoro enterrado en los tiempos en que se levantó la estatua? A las 11,30 h de la mañana del día siguiente, en presencia de varios restauradores y el arqueólogo de la obra, se procedió a levantar la argolla. "Lo que encontramos fue una caja rectangular de plomo", recuerda Daniel. "Completamente lisa, negra, en muy buen estado. No se sabía lo que había dentro y estaba absolutamente sellada. Aquello no podía ser otra cosa que una cápsula del tiempo".

La caja de Cervantes. Imagen: Mario Torquemada © Museo Arqueológico Regional.

La apertura oficial de la caja se produjo el 17 de diciembre de 2009 en el Museo Arqueológico Regional, en Alcalá de Henares, en medio de una gran expectación "Fue realmente emocionante, sobre todo porque no sabíamos lo que nos íbamos a encontrar", asegura Javier Casado, el técnico restaurador que abrió la caja aquel día con una sierra de calor. "Nos encontramos una caja dentro de otra caja con un acristalamiento, todo muy bien ordenado". "Era como una caja de zapatos", asegura Daniel Pérez. "Desde fuera se veía que había mucho papel, libros, pequeños paquetitos... Había una colección muy bonita de cosas, muy colocada".

"Había una colección muy bonita de cosas, muy colocada"

El siguiente paso les pilló a todos por sorpresa y produjo algunos momentos de tensión. "Al abrir la tapa de cristal", recuerda el arqueólogo, "invadió la sala un olor a insecticida potentísimo, un olor tremendo". Los restauradores apartaron rápidamente a la gente, se pusieron mascarillas y metieron la caja bajo un extractor de humos. "Era un olor fuerte, penetrante, ligeramente dulzón", apunta el conservador que abrió la caja. "Hubo que salir del laboratorio porque era insoportable para las vías respiratorias e incluso los ojos". Entre los presentes alguien recordó la maldición de Tutankamon.  "Algunos preguntaban ¿qué nos va a pasar?, aunque al final no hubo ningún peligro".

Pasado el sobresalto, los restauradores fueron sacando el contenido de la caja y haciendo inventario de los objetos que había en su interior. La cápsula contenía 41 documentos, incluidas dos ediciones de El Quijote impresas en Francia y una biografía de Cervantes, y varias monedas conmemorativas de la época de Isabel II. "Aunque las monedas eran de plata", especifica Daniel, "no había nada de especial valor económico, era más el valor testimonial de contarnos lo que estaba pasando en otra época". Porque aquella pequeña caja era una cápsula del tiempo introducida en la fecha de colocación de la estatua de Cervantes, a principios de 1835, con la intención de contar a los hombres del futuro lo que allí estaba sucediendo.

Extracción del contenido. A la dcha., Javier Casado (Mario Torquemada © Museo Arqueológico Regional)

Redescubriendo el tesoro

"Esto no se abre nunca. Se cerró, se guardó y lo habéis abierto vosotros". Miguel Contreras es conservador del Museo Arqueológico Regional, donde, junto a Javier Casado, nos muestra en exclusiva el contenido de la cápsula del tiempo. Poco a poco, y con mucho cuidado, desenvuelve la caja de plomo y nos muestra algunos de los contenidos de papel que se encontraron en su interior. Un Diario de avisos, un diario de sesiones de las Cortes de 1834, la biografía del general Mina... "Esto es como desenterrar un tesoro", recalca Contreras. "Estas personas estaban inmortalizando un momento determinado para que en el futuro cualquiera que sacara esto pudiera enmarcar el momento y la sociedad".

"Es como desenterrar un tesoro", recalca mientras nos muestra el contenido de la caja.

Para Javier Casado lo más impactante no son los documentos en sí, sino la intencionalidad con que fueron guardados. "Todas estas láminas muy bien enrolladitas en el fondo tenían un mensaje", afirma. Era un homenaje a Miguel de Cervantes, pero quizá también al liberalismo y al reconocimiento a la libertad. "Estos datos son muy especiales para los arqueólogos porque son cosas que no se han tocado", añade Contreras. "Se enterró ahí y no lo ha tocado nadie durante doscientos años. Lo normal es que estén expoliadas, y de hecho tenemos varias cápsulas del tiempo, pero enteras hay muy poquitas". Hace unos años, por ejemplo, en las obras en la estación de Príncipe Pío de Madrid para la construcción de un centro comercial, encontraron los restos de otra cápsula del tiempo, pero solo quedaba la caja de plomo destrozada. "Encontrar algo así, en el estado de conservación que se encontró la caja de Cervantes, es rarísimo", insiste Casado. "La caja estaba intacta".

Contreras enseña a Next el contenido de la cápsula de Cervantes (M.A.R., Javi Álvarez) 

Entre los objetos encontrados en la caja había dos ejemplares de la Gaceta de Madrid y un Diario de avisos, en el que se contaban detalles de la vida cotidiana. "Es una manera de viajar al pasado, de meterte en lo que pasaba antes", asegura Daniel Pérez. El arqueólogo recuerda con especial viveza una nota en la que una señora anunciaba que había perdido un paraguas y trataba de recuperarlo. "A veces piensas que ha habido cambios grandes en la historia", reflexiona, "pero en la vida diaria no ha habido tantos cambios".

Daniel Pérez sospecha que hay al menos otras dos cápsulas en el subsuelo de Madrid.

Aunque la costumbre de enterrar cajas con objetos especiales es tan antigua como la civilización - hay referencias de cajas enterradas en los cimientos de la muralla de Uruk, en Mesopotamia -, el concepto de cápsula del tiempo con un mensaje a las generaciones venideras se remonta la Inglaterra del siglo XVIII. De allí pasó a Francia y llegó hasta los liberales de la España del XIX, que quisieron dejar su mensaje institucional para el futuro bajo la estatua de Cervantes y otros lugares. De hecho, Daniel Pérez sospecha que hay al menos otras dos cápsulas en el subsuelo de Madrid, esperando a ser descubiertas.

Contenido de la cápsula de Cervantes (Imagen: Museo Arqueológico Regional)

"Una de ellas podría estar el propio Congreso de los Diputados, enterrada en algún punto del edificio", explica a Next. "La otra se colocó en un monumento a Isabel II que estaba un poco más arriba de la fuente de Cibeles. La fuente fue trasladada al parque de Arganzuela, pero creemos que en su viejo emplazamiento de la Castellana puede haber una cápsula del tiempo en 1832". En realidad, admite, "puede que Madrid esté sembrado de cápsulas del tiempo", pero descubrirlas depende a veces del azar. La propia cápsula de la plaza de las Cortes podría haber pasado desapercibida para los arqueólogos, a pesar de los protocolos. "Si no llegamos a investigar un poco en esa argamasa y encontrar esa loseta con la argolla", reconoce, "ahí estaría todavía la caja, enterrada en el olvido".

Cápsulas de cultura para el futuro

Unos quinientos metros al norte de la plaza de las Cortes, bajo el edificio de las cariátides del Instituto Cervantes, una cámara acorazada alberga una cápsula del tiempo en construcción. "La seguridad aquí es absoluta", nos cuenta  José María Martínez, jefe de prensa del instituto mientras nos acompaña a los sótanos del edificio. Al salir del ascensor nos encontramos con una gigantesca puerta circular de un metro de grosor que da acceso a la denominada "Caja de las Letras". Las paredes de la sala alargada y estrecha albergan unas 1.800 cajas fuertes de distintos tamaños, la mayoría de ellas abiertas, y que en su tiempo sirvieron para guardar la fortuna de los clientes del banco. Solo unas cuantas destacan, relucientes y cerradas, con la inscripción de su propietario y la fecha en que está prevista su apertura.

La antigua cámara acorazada es ahora una cápsula del tiempo (Javi Álvarez)

"Este edificio era el antiguo Banco Central", explica nuestro guía. "Y como todos los grandes bancos tenía una cámara acorazada. Cuando el Instituto Cervantes se traslada aquí en el año 2007 se plantea qué podemos hacer con esto", relata. "Y dándole vueltas el razonamiento fue: si aquí la gente antes depositaba valores, vamos a hacer que se continúen depositando valores, pero en este caso valores relacionados con la cultura". Cada una de las cajas cerradas y con inscripciones contiene los objetos que una veintena de artistas ha depositado dentro, como sus particulares cápsulas del tiempo. Escritores, músicos y compositores han elegido qué objetos dejan aquí y en qué fecha podrá ser abierta la caja.

Una veintena de artistas han depositado aquí sus particulares cápsulas del tiempo.

"Lo que deposita la gente lo puede anunciar o no", explica Martínez, "algunos lo han hecho y otros han preferido mantenerlo en secreto. Parece, aunque no es seguro, que Luis García Berlanga depositó un guión inédito que se abrirá en 2021, Caballero Bonald no sabemos qué dejo, aunque hizo alusión a unos cuadernos que en vida no quería publicar y la científica Margarita Salas dijo que había dejado aquí el cuaderno de protocolo que llevó en Nueva York cuando era discípula de Severo Ochoa".

Detalle de las cajas fuertes de la Caja de las Letras (Javi Álvarez)

Manuel Alexandre, Ana María Matute, Juan Marsé, Antonio Gamoneda o Núria Espert son algunos de los personajes han dejado aquí algún objeto especial y han determinado una fecha de apertura en el futuro. La más lejana en el tiempo es la del coreógrafo Víctor Ullate, que prevé su apertura el 6 de junio de 2161, y la primera que se ha abierto es la de la editora Carmen Balcells. "Todos han puesto una fecha que previsiblemente será muy posterior a su muerte. Por eso la más original e impactante es la del compositor Luis de Pablo” asegura Martínez, “que dejó una partitura inédita que hay que interpretar por primera vez el día en que muera".

Luis de Pablo depositó una partitura inédita que se interpretará el día en que muera.

Desde su inauguración en 2007 a cargo de Francisco Ayala, se ha institucionalizado la costumbre de que todos los premios Cervantes dejen algo en esta cápsula del tiempo. También se invita a creadores de otros ámbitos, como el artista Antoni Tàpies, la bailarina Alicia Alonso o el compositor Cristóbal Halffter. La Caja de las Letras es un instrumento de marketing, pero también un símbolo de lo que queremos preservar para el futuro. "Tiene un carácter real y también simbólico", resume Martínez, "porque se pretende construir poco a poco una especie de memoria de la cultura. Yo me imagino que dentro de 100 años encontrar un manuscrito inédito, un guión de Berlanga, una partitura de Cristóbal Halffter o una serie de poemas de José Emilio Pacheco tendrá un gran valor para todos".

"Hola, futuro. Estos éramos nosotros".

La idea de comunicarse con el futuro no solo ha seducido a artistas como Andy Warhol, que empaquetó durante años miles de objetos personales en más de 600 cápsulas, sino a muchos científicos interesados en los escenarios que podrá encontrar la humanidad a lo largo del tiempo. Una de las iniciativas más interesantes se llevó a cabo a principios de los años 90, cuando las autoridades de EEUU reunieron a dos grupos de investigadores y les pidieron ideas para señalizar un depósito de residuos nucleares durante los siguientes 10.000 años. En aquel proyecto participaron Carl Sagan y Jon Lomberg, los mismos que habían diseñado unos años antes el disco de oro a bordo de las sondas Voyager, para enviar un mensaje en el tiempo y en el espacio a cualquier civilización fuera del sistema solar.

“KEO quiere establecer una comunicación entre nosotros y nuestros hijos en el tiempo”

La última idea de este tipo la promovió el artista francés Jean-Marc Philippe, quien encabezó el proyecto KEO con la idea de lanzar un mensaje en el tiempo, pero destinado a nosotros mismos y no a ninguna civilización alienígena. La iniciativa, que contó con el apoyo de la UNESCO, consistía en poner en órbita una cápsula del tiempo con millones de mensajes de los habitantes del planeta y programarla para caer a la Tierra en un periodo de 50.000 años. "Estaba pensando para establecer una comunicación entre nosotros y nuestros hijos en el tiempo", explica a Next el ingeniero francés Patrick Tejedor, la persona encargada de comandar el proyecto tras la muerte de Phillipe en 1998.

Aunque el fallecimiento de su creador ralentizó el proyecto, Tejedor y otros voluntarios trabajan ahora para volver a ponerlo en marcha y preparar un posible lanzamiento en un plazo de unos tres años. Necesitan la ayuda de instituciones y compañías que suministren la tecnología para hacer el sueño posible e implicar a la humanidad a nivel global. "Calculamos que el coste de lanzar KEO sería de unos 30 millones de euros", explica Tejedor a Next en conversación telefónica, quien recuerda que los miles de mensajes que han mandado ya los usuarios a través de internet están a buen recaudo y se unirán a los millones que esperan recibir en un futuro.

Impresión artística de la caída de Keo a la Tierra (Keo.org)

La idea básica de KEO es diseñar una cápsula esférica con elementos que expliquen lo que sucedía en nuestro tiempo, un mapa del genoma humano, muestras de sangre humana, aire, agua de mar y tierra, un esquema con la posición de los planetas en el momento del lanzamiento para establecer la fecha y un mapa con la disposición de los continentes, entre otras cosas. "Philipe había pensado que fuera el equivalente de la biblioteca de Alejandría, con toda la información de la humanidad de hoy", explicaTejedor. La esfera tendrá un material en su superficie que lo haga brillar al entrar en la atmósfera, señalando su reentrada. "Será un pequeño incendio, como una aurora, y si los humanos que haya en la Tierra no lo ven, la densidad de la esfera hará que flote en el agua hasta que alguien la encuentre", indica.

El equipo de KEO también ha consultado a expertos del Museo del Louvre y del British Museum para saber qué datos esperarían encontrar de una civilización para poder comprender mejor su realidad. "Ahora tenemos que volver a abrir esa discusión", asegura el ingeniero francés, que se gana la vida trabajando para el consorcio Airbus. Otro detalle importante, tras consultar a los técnicos, es que el periodo durante el que orbitará KEO no será de 50.000 años, como se había previsto (un homenaje a la aparición del arte, hace aproximadamente el mismo tiempo). "Parece que es muy difícil diseñar una ruta en la órbita con tanta precisión para esa fecha", explica Tejedor. "En el espacio no hay vacío perfecto y no se puede predecir qué hará la cápsula a tan largo plazo. Lo importante es que volverá al cabo de mucho tiempo, después de varias generaciones”, concluye. “Y hablará de lo que fuimos a los humanos que hayan sobrevivido, si es que queda alguno por entonces". 

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