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Cultura

La lotería, aquel ‘invento’ de un Borbón: esa vieja forma de financiar al Estado

Carlos III trajo la lotería a España. Aquí, el monarca retratado por Mengs.

Que nos haga ilusión algo que no depende de nosotros alude si no al autoengaño, al menos sí a una manifiesta predisposición al pensamiento mágico. Según la Universidad Carlos III, el 85% de los españoles juega a la lotería de Navidad por costumbre o presión social. Diciembre es la época del año en la que más se comercializa: el 50% de sus ventas ocurre justo en estos días. El dato tiene sentido, considerando que la campaña emotiva se redobla: desde historias de amor con extraterrestres hasta camareros que regalan el décimo (después de premiado) a quien no tenía dinero para comprarlo. Más allá del espumillón sentimental, los números indican dos cosas. La primera: hay un efecto compensatorio para quien juega. Las personas dicen regalarse ilusión, aunque la posibilidad real de ganar sea del 0,000001% -en el caso del Gordo-. De ahí se desprende la segunda conclusión. La mayor compensación de la Lotería de Navidad la recibe quien la organiza: el Estado. Ese es el verdadero origen de todo esto: el travestismo afectivo de algo que no deja de ser recaudación fiscal. 

La mayor compensación de la Lotería de Navidad la recibe quien la organiza: el Estado. Ese es el verdadero origen de todo esto

La lotería llegó a España en 1763. Corrían los años de la expulsión de los jesuitas de los territorios de la monarquía  –se les consideraba, claro, los teóricos del regicidio-. El sevillano Pepe-Hillo a punto estaba de revolucionar el toreo y Carlos III ponía en marcha una serie de medidas, la más temprana de todas –por no decir de las primeras- fue importar la lotería  desde Nápoles, del que era rey y en el que había crecido. De toda Europa, Italia fue de los países donde se implantó primero esta práctica. Ocurrió alrededor del siglo XV. Era conocida como la lotto, un sistema de rifa pública cuya recaudación se empleaba, por ejemplo, para financiar la defensa de pequeñas ciudades o para labores de intendencia. De hecho, Carlos III mandó a llamar al director de la lotto para su implantación en España. Aunque todo sea dicho: la lotería también se practicaba ya en Francia. Francisco I la autorizó en 1520  y, en 1567, Isabel I hizo lo mismo en Inglaterra. Eran la forma más efectiva de llenar las arcas sin tener que aumentar los impuestos.

Carlos III mandó a llamar al director de la Lotto para su implantación en España

Lo cierto es que en España, el 30 de septiembre de 1763, se autorizó por Real Decreto firmado por el Marqués de Esquilache, quien dio luz verde el establecimiento de una lotería en Madrid. La medida tenía un claro propósito fiscal. Los reinados de los Austrias coincidieron con un período de decadencia que se expresó también en las arcas públicas: bancarrotas, dificultades económicas, problemas fiscales. No era del todo sencillo crear más impuestos, así que lo más práctico era crear uno encubierto. El primer sorteo de la Lotería en España se celebró el día 10 de diciembre de 1763. Se recaudó un total de 187.500 reales. Al parecer, el 75% se destinó a premios y el resto pasó a manos del Estado. Casi diez años más tarde se incorporaron los Niños de San Ildefonso. El primero fue el niño Diego López quien comenzó el 9 de marzo de 1771 la tradición de cantar un sorteo de lotería. Una práctica que lleva más de 250 años.

En 1811 las Cortes de Cádiz aprobaron una nueva modalidad de juego, la lotería de billetes

Pero hay todavía más tela fiscal tras la historia de la lotería. En 1811 las Cortes de Cádiz aprobaron una nueva modalidad de juego, la lotería de billetes, cuyo funcionamiento era similar al de la Lotería Nacional tal y como se conoce en la actualidad. Luchar contra las francesas en la Guerra de Independencia exigía no poco dinero, así que la ocasión resultaba ideal para ampliar la recaudación. El primer sorteo de este tipo se celebró en diciembre de 1812. La llamaron la lotería Moderna, para diferenciarla de la anterior, o “primitiva”, que terminó aboliéndose en 1862. El nuevo sistema de apuestas era más sencillo y por tanto su acogida popular fue mayor, como lo fueron sus ingresos.

A partir de entonces, muchos sainetes recogieron la picaresca y el afán popular que levantaba este juego entre la población. Se publicaron varios manuales supuestamente matemáticos para acertar. Uno de ellos llevaba por título Misterios de la Lotería Primitiva ó el Gitano Cabalista del siglo XIX. Existen muchas comedias de Muñoz Seca sobre el particular. El siglo XIX tuvo no pocas en su tipo. Aunque algo de esperanza trágica tenía la idea de azar en esos días. Tras la guerra de Independencia , en España hubo un descenso de la población de entre 560.000 y 885.000 personas en una población de 10 millones. A eso se sumaba el hambre y la enfermedad. En aquel entonces, claro, no se llamaba Sorteo de Navidad, título que adquirió décadas más tarde, en 1897.

En aquel entonces, claro, no se llamaba Sorteo de Navidad, título que adquirió décadas más tarde, en 1897

Se dice que la lotería jamás se ha detenido, ni siquiera durante los periodos de guerras. El motivo básico radica en el hecho de que puede que sea en tiempos bélicos cuando más necesarios suponen los ingresos que genera. Durante la Guerra Civil Española se celebraron, desde 1936 a 1939 se celebraron dos loterías paralelas en cada uno de los frentes. La lotería del bando Republicano y la del bando Nacional. Según indican los archivos de la Lotería del Niño, la Lotería Nacional continuó celebrándose en Madrid hasta que, a principios de noviembre de 1936, y ante la inminente caída de la ciudad, el gobierno de la República se trasladó a Valencia, donde se reanudaron los sorteos. Los resultados retratan una situación menguante: si en 1936 la emisión del sorteo de Navidad alcanzó los 144 millones de pesetas, en 1937 sólo supuso cerca de nueve millones. Dadas las circunstancias, en aquellos días se imprimió sólo una serie.  

Varias guerras y más de doscientos años después de su implantación en España, la lotería goza de más credibilidad que instituciones mucho más jóvenes. Serán las ganas de creer de unos, y el empeño por recaudar de otros. 

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