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Cultura

La semana italiana de los quesos reúne en Madrid gastronomía y cultura

Gustaba, y mucho, a Manuel Vázquez Montalbán la buena literatura y la buena cocina. De la mezcla de ambas existe todavía como prueba la ruta gastronómica de Pepe Carvalho,  uno de sus personajes más conocidos, el detective de su saga de novela negra.  Dicho esto,  no queda más que aprovechar la coincidencia, afortunada, pero coincidencia al fin y al cabo, que ha hecho que tanto la Feria del Libro de Madrid como la Semana del Queso tengan en esta oportunidad  a Italia como país protagonista.

Una exquisitez acompaña a la otra. Mientras una se celebra en el Parque el Retiro, con la visita de 30 escritores italianos, la otra se lleva a cabo en el número  61 de la calle José Abascal, en el Poncelet Cheese Bar (C/ José Abascal, 61) , un lugar dedicado exclusivamente a la cultura del queso –en éste se pueden probar más de 146 variedades de 8 países-  en el que hasta el 10 de junio podrán degustarse las cuatro Denominaciones de Origen Protegidas de los quesos italianos Asiago, Mozzarella di Bufala Campana, Parmigiano Reggiano y Pecorino Sardo.

A través de una serie de actividades, el Cheese Bar ofrecerá opciones para disfrutar de las distintas denominaciones.  La primera de ellas, una propuesta gastronómica centrada en estos cuatro quesos en  los platos elaborados por el Chef Paco Pajares –entre las que destacan unas magníficas Cocas con Mozazarella di Bufala Campana, por ejemplo-.

Además, Borja Rosete, sumiller de Cheese Bar, destacará una serie de vinos españoles que maridan con las cuatro denominaciones. Durante esta semana la biblioteca de Cheese Bar se llenará de libros especializados en queso italiano y materiales informativos, además de servir de escenario para el seminario (seguido de  una degustación de queso) dirigido por Angela Barusi, responsable de Italian Cheese Week y experta en quesos italianos, quien afirma, sobre esta semana, que se trata de un encuentro gastronómico equiparable a una “embajada del queso italiano” por encontrarse en ella los cuatro tipos fundamentales de producto, que llegan a ser tales por “el arraigo y el vínculo que tienen con su territorio”.

Y mientras en el Retiro, el escritor napolitano Maurizio di Giovanni dedicaba esta semana una conferencia al giallo, el género negro italiano, para hablar de su novela La primavera del comisario Ricciardi, personaje recurrente de seis de sus novelas, en el Cheese Bar es posible degustar una de las exquisiteces gastronómicas de esa zona, la Mozzarella di Bufala. Justamente la novela de Giovanni transcurre en el Nápoles de los años treinta, una ciudad  “llena de realismo mágico” según di Giovanni y que forma parte de la ruta histórica de producción junto al  Benevento, Frosinone, Latina, Roma y Foggia de este clásico de los entrantes italianos.

Tanto la Semana del Queso como la Feria del Libro, aunque suenen tan distintas y dispares la una de la otra, recorren en sus sabores y sus páginas geografías similares que valdría la pena mezclar en degustación y lectura. Ambas, a su ritmo, se detienen en pueblos y sabores comunes, irrepetibles por sus paisajes o quienes los habitaron. Al Norte, en Bolonia, Davide Toffolo da comienzo a la novela gráfica que da cuenta de la vida de Pier Paolo Pasolini, poeta y cineasta italiano, intelectual comprometido, homosexual declarado y miembro del Partido Comunista Italiano, del que fue expulsado precisamente por su condición sexual y porque tenía una lengua y una pluma afilada. Y es allí, justo en las tierras entre el Po y los Apeninos donde comienza además de la vida del poeta, la tradición de un sabor que se remonta  a la Edad Media, cuando comienza a producirse el Parmigiano Reggiano,  un queso de grandes dimensiones y de larga maduración en el que  cobra especial relevancia el factor humano que interviene en su elaboración.

Que los sabores y las geografías no se quedaran mudas sería, en este caso, un ejercicio tan saludable como interesante, más aún considerando que ambos encuentros, tanto el del Queso como del Libro culminan el mismo día, en el mismo país: el domingo 10 de junio, Italia. Uno puede complementar el otro. Una sesión de libros de autores del Sur: Leonardo Sciascia, Andrea Camilleri, Tomasi di Lampedusa, a mordiscos con suaves trozos de Mozzarella.

Cheese Bar, un espacio para degustar en sí mismo

El lugar donde se desarrolla la Semana italiana de los Quesos es, en sí mismo, una curiosidad. Creado y puesto en marcha por la marca Poncelet, Cheese Bar está situado en el número 61 de la calle José Abascal (Madrid), y busca reunir en un único espacio los mejores quesos, una rica gastronomía basada en este producto, una biblioteca con cuantiosa información sobre el queso y un centro de divulgación de su cultura.

Su carta dispone de más de 140 variedades, procedentes de las 17 comunidades autónomas españolas y de ocho países europeos. Dentro de esta amplia selección están representados los cuatro tipos de leche empleadas habitualmente para la elaboración del queso: cabra, oveja, vaca y búfala, así como diferentes mezclas de estas leches. También hay un buen número de otros productos lácteos especialmente pensados para el desayuno, como yogures, requesones, quesos frescos, recuit, mato y cuajadas.

En la carta, cada queso dispone de una ficha con información sobre su origen, características, sabor, proceso de elaboración, tipo de leche, etc. y el corte de los quesos se hace de cara al público, para que los clientes puedan verlo y aprender cuál es el más adecuado para cada uno.

La oferta gastronómica de Cheese Bar se completa con platos elaborados que cuentan, al menos, con una clase de queso entre sus ingredientes. Así, por ejemplo, se puede encontrar tartiflette, diferentes fondues o raclettes. La carta de vinos es amplia y variada, y está adaptada a la oferta gastronómica. Los vinos blancos son mayoría, pero también hay tintos, cavas, champanes y vinos dulces, así como sidras naturales y una selección de cervezas artesanales de pequeña producción.

Los casi 700 metros cuadrados de los que dispone el local se han dividido en dos plantas. La inferior alberga la cava de vinos y la de quesos. La estructura de esta última, diseñada en forma de diamante, permite que los quesos sean fácilmente visibles desde cualquier punto.

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