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Cultura

Claudio López Lamadrid: “¿Random House comprar Alfaguara? Eso pasó de moda”

Una imagen del editor capturada de su cuenta de Twitter.

La relación de Claudio López Lamadrid (Barcelona, 1960) con el mundo editorial le vino dada. Se dedicó a él sin haberlo decidido siquiera. Empezó, con 17 años, moviendo libros del piso de Beatriz de Moura a un pequeño depósito en la barcelonesa calle Iradier, también borrando con una gomita el precio escrito a lápiz en la primera página de los ejemplares devueltos. Y si por sus venas circula sangre azul no será sólo por su genealogía –es descendiente de los marqueses de Lamadrid y de Comillas-, sino porque la colorea algo de esa tinta del oficio familiar: es sobrino de Antonio López Lamadrid, el hombre que desde 1976 dirigió, con Beatriz de Moura, Tusquets Editores.

Algunos con cariño –otros sin el más mínimo atisbo de tal cosa- se refieren a él como capo di tutti cappi. Pero no siempre fue así. Después de terminar el servicio militar, Claudio López Lamadrid se fue a trabajar unos meses a París con el editor Christian Bourgois. De esos años asegura no haber aprendido nada –su francés, ha dicho, era pésimo-. Inmediatamente se incorporó a Tusquets. Estuvo allí diez años. Trabajó como traductor para el Círculo de Lectores e incluso como periodista y crítico literario. Años después creó Galaxia Gutenberg. Finalmente, se incorporó a lo que entonces era Grijalbo, sello del que ha visto sus continuas transformaciones –la compra por parte de Mondadori primero, Random House después y más recientemente la de Penguin-.

Director de la división literaria del grupo, López Lamadrid se refiere hoy al español como un mercado empequeñecido, asediado por la piratería e incapaz de absorber uno más de la avalancha de títulos que se publican mes a mes. Lamadrid piensa sólo en dos cosas: un mercado más amplio, América Latina; y en herramientas más prácticas, es decir, lo digital. Sobre la tan comentada –y bastante veces anunciada y desmentida- supuesta compra del sello Alfaguara por parte del grupo al que pertenece, Lamadrid ríe. Lo hace con ganas. Se permite también una carcajada, acaso más exhausta y estropeada, cuando se pide su juicio sobre El buen hijo, novela de Ángeles González-Sinde, finalista del premio Planeta y su actual pareja.

-Usted llegó al grupo cuando era todavía Grijalbo. Ha visto varias transformaciones. La primera, entonces con Mondadori; Random House después y ahora Penguin.

-La de Penguin no es una transformación. Cuando trabajaba en Grijalbo Mondadori, sí. Entonces nos fusionamos con lo que era Plaza y Janés. Fue una joint venture. Eran dos empresas que se unían para formar una nueva. Pero en el caso de Penguin Random House es distinto. No nos afecta en nada porque Penguin no tiene negocio en lengua española. Lo que ha habido es un cambio de denominación.

"Hoy por hoy, hay poco espacio en Random House para nuevas voces".

-La división literaria que usted dirige tiene varios sellos: Caballo de Troya, Debate, Lumen, Random House…

-Sí, pero eso podría cambiar la semana que viene. En aquella primera fusión se buscó poner un poco de orden. Había demasiados sellos. Se distribuyeron entonces en dos divisiones: los sellos literarios de un lado y los de corte comercial por otro. Pero eso ya es una distinción superada, hoy no tiene ningún sentido.

-¿Ningún sentido literario o ningún sentido comercial?

-La división literaria tiene que ser rentable y la división comercial necesita alimentarse también de sellos literarios. Las fronteras cada vez son más difusas. Joël Dicker se vende en un sello literario y es un libro ultra comercial. O al revés, en mi empresa, John Le Carré se vende en la división comercial. Prevemos eliminar todo eso en las próximas semanas o meses. Trabajaremos sello por sello.

"Se ha producido una reducción de novedades. El mercado no puede absorber ese número salvaje de títulos"

-Si el énfasis de Grijalbo Mondadori fue alguna vez la búsqueda de una nueva literatura, ¿cuál es el interés de Random House?

- Hoy por hoy, hay poco espacio en Random House para nuevas voces. Pero eso también le ocurre a Anagrama, que ya posee un grupo de autores fijos en cantera. Cuando empezábamos de cero, necesitábamos un catálogo. Pero esa necesidad es cada vez menor. Este año hay nueva novela de McCarthy, Pamuk, Junot Díaz, de Jonathan Littell pero también de Rodrigo Fresán, Belén Gopegui, en fin… Si a eso se suma que, en efecto, se ha producido una reducción de novedades, porque era necesario (el mercado no puede absorber ese número salvaje de títulos), pues deja poco espacio a esas nuevas voces.

-Hubo sin embargo apuestas. Random House sacó en 2013 la primera novela de Daniel Gascón y Lumen la de Lara Moreno .

-Y seguirán existiendo esas apuestas. El año pasado apostamos por Diego Zúñiga, un chileno que está haciendo una novela espectacular que saldrá a mitad de año, Racimo. Y hay más. Pero para que pueda entrar un autor nuevo necesitas que se vaya otro.

"El espíritu con el que nació Literatura Random House Mondadori sigue presente".

-¿Adónde se dirige la atención de Random House: a la literatura española o la literatura escrita en español?

-A la literatura escrita en español. Tengo la vista puesta de manera bastante decidida en el continente americano, cada vez más. Nuestro catálogo (digo nuestro porque también está Mónica Cardona) está compuesto por autores que van desde los consagrados como César Aira o Rodrigo Fresán hasta los más recientes como Julian Herbet, Emiliano Monge o Zúñiga. Los catálogos son animales móviles. El espíritu con que nació Literatura Random House Mondadori sigue presente en Literatura Radom House, tanto en el descubrimiento de nuevas voces como en la publicación de voces consagradas. 

-¿Cuál su competidor más fuerte en la línea de los nuevos autores? ¿Acaso Seix-Barral?

-No, Anagrama. Seix Barral publica cien títulos al año: desde novela literaria, como Mario Cuenca Sandoval -hay un ejemplar en la mesa durante la conversaciòn-, hasta novela comercial, como Ana Gavalda, que es una autora de bestsellers de Planeta, o Javier Moro. No creo que Seix Barral tenga nada que ver con nosotros. En cambio Anagrama sí es un sello con el que compartimos una sensibilidad semejante.

"No creo que Seix Barral tenga nada que ver con nosotros, Anagrama sí".

-Random redujo su número de títulos. ¿El grupo dio un paso atrás para no engordar más la burbuja o por un asunto de negocio?

-Dimos un paso atrás en el sentido de que publicamos menos novedades, para  concentrarnos más en lo que editamos. Publicamos los autores que nos interesan y que creemos que funcionan bien en nuestro sello. La ventaja de trabajar en un gran grupo es que si yo consigo un libro comercial, no tengo porqué publicarlo en mi sello (cosa que Seix Barral sí suele hacer). Puedo pasárselo a un sello más comercial, por ejemplo Grijalbo. O al contrario, si la editora de Grijalbo consigue un autor puntero, me lo pasa a mí. Cada libro debe ser publicado en el sello que se merece.

-Hace unos meses, en Lengua de Trapo y Salto de página, salieron dos antologías de narradores menores de treinta años.

-Una de ellas estaba hecha por un autor mío, Alberto Olmos, que saca novela en tres meses.

"Cada día es más complicado para un autor nuevo publicar en un gran sello. Yo optaría por uno independiente".

-A él iba a referirme. En el prólogo de una de esas antologías, Olmos reprocha a los grandes sellos haber dado la espalda a los autores jóvenes, refugiados ahora editoriales independientes. ¿Se siente interpelado?

-Nosotros creamos Caballo de Troya justamente por esto, para tener un lugar dónde publicar a los autores que comienzan. Cada día es más complicado publicar en un gran sello. El mercado se ha empequeñecido. Los medios de comunicación y la prensa tienen el espacio que tienen y las librerías tienen el espacio que tienen. Si publico a un autor novel en el mismo mes que publico a Salman Rushdie y a Susan Sontag, no le van a hacer ni puto caso. El espacio para un autor nuevo es cada vez menor. Hoy por hoy sigo pensando que un autor que empieza debe buscar una editorial independiente, porque le puede dedicar más tiempo y energía.

-Hace unas semanas un grupo de editores independientes reconocía que su independencia no era tal. Estaban atados al mercado. Aseguraban que su supervivencia depende de la colocación, no de la venta de libros.

-Eso de la colocación es una bola de nieve. Colocas los libros, facturas. Luego coloca más y tienen que devolverte, los libros se acumulan.

"Eso de la colocación es una bola de nieve. Colocas los libros, facturas. Luego coloca más y tienen que devolverte"

-¿Cree que la profusión de sellos independientes distorsiona el tamaño del mercado editorial?

-Hay sellos y sellos. Hay unos que están muy bien orientados, otros no tanto. Pero en general creo que está muy bien. Compro muchos libros de ellos, porque otras editoriales no los hacen.

-Todos hablan de la autoedición. Penguin compró, por ejemplo, Author Solutions. ¿Qué hacemos? ¿Nos creemos ese cuento? ¿Se puede prescindir de un editor?

-Si lo creemos nosotros es porque creemos en el editor. A lo mejor de 10.000 libros autoeditados, cinco están bien. Acabamos desarrollándolo porque el público quiere editarse. Puedes imaginarte una plataforma de autoedición con una comunidad de lectores en la que ellos mismos se recomiendan cosas. Conviertes también al público en editor.

"Puedes imaginarte una plataforma de autoedición con una comunidad de lectores. Conviertes también al público en editor".

-¿El público convertido en editor?

- Tampoco estoy yo muy seguro. Es algo un poco perverso. No favorece a lo que sería la vocación editorial de descubrir. Pero la verdad es que hay contemplar la autoedición, como contemplamos la edición digital y todo tipo de cosas.

-Atrás quedaron Muchnik, Betriz de Moura, Herralde, Barral.... El papel del editor ha cambiado. ¿Pero hacia dónde?

-Pues cambia en la dirección de los tiempos. En esta sociedad nadie lee, a nadie le interesa el arte o la lectura. Interesan las pantallas. Lo que ocurre es dramático, lamentable. Y encima tenemos un problema gravísimo: la piratería. Está aniquilando la industria. El mercado del libro impreso ha caído entre un 30% o un 40%, pero el del libro digital apenas ha crecido un 3%.

-El precio del libro digital es todavía demasiado alto, dicen algunos.

-Puede que lo sea, pero también hay una oferta de precio muy bajo: dos euros o tres euros.

"Hoy en día gracias a Facebook o Twitter sé quiénes compran mis libros, antes no lo sabía".

-Que no son las novedades, valga acotar.

-Bueno, pero hay algunas novedades a siete u ocho euros. Detrás de eso hay mucho gasto. El digital suele ser un 30% más barato que el libro físico, pero ahí también hay un 21% de IVA. De momento, como punto de partida, no está mal. No me parece tan caro.

-Hemos desembocado, otra vez, en el mercado. Volvamos al editor. ¿Qué ocurrió con esa figura?

-Ya… lo que decías antes de Moura, Herralde… lo que ellos no hacían y que hay que hacer ahora (porque de lo contrario estás perdido) es dialogar con tus lectores. A través de las redes sociales lo hemos intentado: estrechar la distancia entre el consumidor y el autor, también entre el consumidor y el editor. En las redes sociales puedes saber cuáles son los gustos de la gente. Un editor puede creer que su trabajo se hace en su despacho con los libros, pero creo que está equivocado. Hoy en día gracias a Facebook o Twitter sé quiénes compran mis libros, antes no. Ahora puedo saber qué le interesa a la gente.

"Dejad de pensar en venir a España. Si eres un autor chileno, argentino o uruguayo, triunfa primero en Chile, Argentina o Uruguay"

-Eso coloca al editor en un terreno comprometido. Supone contrastar sus decisiones literarias con gustos masivos.

-Sí, pero ahora sabemos y nos enteramos de más cosas. Hay que tener mentalidad digital. Existen dos cosas fundamentales: la mentalidad digital y la mentalidad latinoamericana. Hay que editar pensando en América. Hemos perdido un 30% o 40% del mercado del libro y aunque creo en la recuperación económica, también pienso que no llegaremos al punto en el que estábamos hace cinco años. Nos quedaremos como un mercado pequeño al Sur de Europa, comparable con Grecia o Portugal. Y sin embargo, tenemos una oportunidad que no tiene ninguno de esos países: 400 millones de hispanoparlantes en el otro continente. La importancia es creciente, así como antes había mucha diferencia entre lo que se facturaba en España y América Latina, ya se ha equilibrado completamente.

-Tambièn habrìa que considerar que la visibilidad de los autores latinoamericanos se ha hecho parcial en España.

-¡Pero es un mercado muy pequeño! Dejad de pensar en venir a España. Si eres un autor chileno, argentino o uruguayo, triunfa primero en Chile, Argentina o Uruguay, porque son tus mercados naturales. Y cuando hayas triunfado allí, intenta triunfar en Colombia y México y luego España.

"¿Alfaguara? Eso pasó de moda ya. ¡Y lo que nos hemos reído nosotros!No pasa nada. El tema no está sobre la mesa"

-Dice que el mercado se ha empequeñecido. En realidad se ha concentrado. Sólo hay que ver a Bertelsmann ¿Hasta qué punto es insana la excesiva concentración?

-La concentración de Penguin y Random House, siendo el grupo más importante del mundo, no llega ni una quinta parte de lo que es Apple, Amazon, Google o los grandes monstruos. No quiero decir que se concentran para atacar, sino para protegerse, porque de lo contrario nos devorarán. Como estos movimientos se van a ver más...

-¿Nos está adelantado, al fin, la compra que hará Random House de Alfaguara que tanto desmentís?

-¿Random House comprar Alfaguara? Eso pasó de moda ya. Dile a los de El Confidencial que desde junio estamos esperando el cierre del acuerdo, como decían que se firmaba en una semana.

-El Mundo también lo publicó en diciembre.

-¡Y lo que nos hemos reído nosotros! En esos días hablé con Manu Llorente –López Lamadrid se refiere al jefe de Cultura de El Mundo- y se lo dije: ‘Si yo fuera Pedro J., te habría echado a la calle!’. Pero es la verdad... ¡que no pasa nada! Si fuera así, lo sabríais. Puede pasar todo, pero no es un tema que esté sobre la mesa.

-Para cerrar… ¿Si El buen hijo hubiese llegado a sus manos, lo habría publicado?

-¿Sin saber de quién era?

-Sí, como un manuscrito cualquiera.

-Eso no me corresponde a mí decirlo. Además, esa pregunta me la haces sabiendo quién lo ha escrito y sabiendo la relación que tiene conmigo. Así es muy difícil contestar.

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