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Cultura

El festival Hay Festival de Segovia pone el acento en América Latina

La ciudad de Segovia es sede, por octava vez, del festival galés.

El día  mostraba su lado bobo, de lluvia que quiere pero no cae. La verdadera tormenta se desató, durante unos minutos, puertas adentro. La penúltima jornada del Hay Festival Segovia, capítulo español del encuentro galés con la literatura y las artes del Hay on Wye, si bien desarrolló una serie de actividades que incluyeron desde escritores como Caballero Bonald hasta periodistas como Ramón Lobo y Arcadi Espada –finalmente el filósofo Bernard Henry Lévy no acudió-, colocó el acento en la literatura hispanoamericana.

Varios conferencias tocaron dos extremos de una misma línea, la que dibuja a la literatura escrita en español en dos orillas generacionales y territoriales, y puede que hasta políticas: por un lado la relectura a la obra del escritor chileno Roberto Bolaño y, por otro, los focos –siempre potentes cuando de él se trata- que siguieron al Premio Nóbel Mario Vargas Llosa, quien acudió a la cita para hablar de su más reciente novela, El héroe discreto, ambientada por completo en el Perú de la última década.

Héroes y maltratos del progreso

A las cinco de la tarde, al teatro Juan Bravo de la ciudad de Segovia, llegó el escritor Mario Vargas Llosa. Vestía traje azul marino, camisa blanca sin corbata y los modales invariables de su saber estar. En una conversación de 45 minutos con J.J Armas Marcelo, el escritor peruano hizo lo de siempre: hablar de su obra sin despeinar ni enrojecer a nadie; decir lo justo; no mojarse demasiado, al menos no esta vez… a pesar del chaparrón que, puertas afuera, caía sobre la ciudad.

En ocasión de su nueva novela, El héroe discreto, el autor de La guerra del fin del mundo dibujó, entre respuestas sucintas, brevísimos entresijos de una novela que narra la historia de dos hombres: el ordenado y entrañable Felícito Yanaqué, un pequeño empresario de Piura, que es extorsionado por la delincuencia como peaje a su éxito; y de Ismael Carrera, un exitoso hombre de negocios, dueño de una aseguradora en Lima, quien urde una sorpresiva venganza contra sus dos hijos holgazanes que quisieron verlo muerto.

Vargas Llosa habló de su obra sin despeinar ni enrojecer a nadie.

El progreso como una realidad al fin palpable en América Latina pero que muestra a su vez los estropicios -y el abismo social- de la delincuencia; “el consenso y la vocación democrática creciente en Perú”; o la idea del héroe anónimo que se resiste a transigir en sus valores fueron las ideas que Vargas Llosa mordisqueó en una conversación que prometía banquete y terminó en frugal merienda.

Recordó como ejemplo de la historia de Felícito Yanaqué  el caso de un empresario vasco que no se dejó sobornar por quienes pedían de él una vacuna y respondió, con esa estampa, a la idea de la novela como “radiografía total” de una sociedad. Sobre El héroe discreto, Vargas Llosa reivindicó un rasgo que la distingue del resto de su obra: “Esta novela es más optimista”.

Para apoyar su tesis de una región política y económicamente más saludable, Vargas Llosa apeló a la comparación entre  la América Latina de los años cincuenta, plagada de dictaduras, con la que ahora atiende, a su juicio, a una vocación más clara de futuro. Curioso silencio sin embargo el que esparció sobre otros temas en los que antes -incluso un mes atrás- ha sido más enfático: Venezuela, por ejemplo. El propio J.J Armas Marcelo pidió al público que se abstuviese de hacer preguntas políticas.  Por más que podría haber ocurrido, ningún viento entró en la sala para desordenar las palabras de un escritor que habló acostumbrado a las mayúsculas –ayer inofensivas- que resguardan su propio discurso.

Bolaño es como Messi, que triunfa fuera de la liga argentina

Mucho antes del Nobel Peruano, cerca del mediodía, la otra orilla literaria rompía en debate y estridencia. En ocasión del ciclo Leyendo a Bolaño, dedicado al autor de Los detectives salvajes, se dieron cita desde personajes como el Premio Cervantes Jorge Edwards hasta periodistas culturales y poetas, que se sucedieron a lo largo del día con rumor en el que cupo el examen y la  inquisición, la beatificación y el intento de análisis, pero también la parodia burda y la risa fácil… esa rara suma de atragantamientos que se suceden al hablar del que para muchos se ha convertido en el fantasma, perdón, en el escritor esencial de la literatura en español de los últimos 20 años.

"Yo presenté Los detectives salvajes cuando nadie sabía quién era Bolaño"

El escritor chileno Jorge Edwards, quien debía de conversar con el Secretario de Estado de Cultura José María Lassalle –que no se presentó en el acto-, ofreció un recorrido que el mismísimo Ulises Lima habría considerado una provocación, de no ser por el hecho de que el chileno intentó, en una retórica quizás demasiado autorreferencial, desentrañar la genealogía literaria Bolaño, quien sostuvo con Chile la más compleja de las relaciones.

Edwards describió a Bolaño como un “escritor para escritores”, alguien demasiado consciente de que su tiempo era corto y que por ello escribió con demasiada rapidez  -y poca edición- una obra que, a su juicio, se antoja hoy “deshilachada”. Aunque acotó que sólo llegó a la página 300 de la titánica 2666 –conjunto de novelas póstumas publicadas por Jorge Herralde  en un solo volumen cuando se suponía, que debían editarse por separado-, Edwards se puso a sí mismo la medalla de defensor del escritor cuando pocos apostaban  por él. “Yo presenté Los detectives Salvajes cuando nadie sabía quién era Bolaño”, dijo.

En una versión menos autocomplaciente, los periodistas Fernando R. Lafuente, de ABC Cultural; Peio Riaño, de El Confidencial; Antonio Lucas, de El Mundo y Jesús Ruiz Mantilla, de El País, acometieron –no todos pero sí en su conjunto- la tarea con mayor rigurosidad.  Lafuente optó por un análisis sobrio, certero pero no demasiado polémico, de Amberes, la octava novela del chileno. Riaño abordó al Bolaño cuentista, faceta que aderezó con una visión poco solemne pero no por ello desacertada del autor, al que describió como  un “escritor estrangulado por la realidad”, un novelista que, a la manera de un Messi –que todo lo ha hecho fuera de la liga argentina- construyó una relación remota con un país que no abandonó del todo en sus textos, tal y como revela, según Riaño, la colección de relatos El gaucho insufrible.

“Cuando tenemos un muerto favorable lo invocamos como un fantasma y vivimos de él una temporadita"

Lucas, de El Mundo, se centró en cambio en Bolaño como poeta, alguien que usó la narrativa para desentrañar lo que yace en el fondo de su propia sustancia lírica, más romántica que vanguardista, y probablemente esclarecedora a la hora de entender quién es un personaje por el que todos sacan ahora pecho. “Cuando tenemos un muerto favorable lo invocamos como un fantasma y vivimos de él una temporadita", dijo. El turno final, intentando la desacralización, le tocó a Jesús Ruiz Mantilla, quien puso en escena una rara parodia condimentada con chascarrillos y provocaciones que hubiesen matado de un infarto a cualquier bolañista. Con frases como 2666 es como la tortilla esferificada de Adriá”, Mantilla dio carpetazo con los modos poco elegantes de quien se entretiene con un matamoscas. “A mí no me gusta Bolaño, y mira que lo intento”, soltó, entre risotadas, pero sin dirigir la linterna sobre un personaje tan complejo como esencial al que hoy le crecen los inéditos y las viudas. Porque ahora todos quieren a Bolaño, incluso quienes le detestaron.

Clausura

El Hay festival de Segovia baja la persiana de su octava edición este domingo y lo hace con una conversación que promete mucho de sí. Se trata del coloquio que sostendrá Patricio Pron con Timur Vermes, autor de la hilarante –y a la vez demoledora- novela Ha vuelto, un artefacto literario que trae al presente a Hitler, transplantado de pronto en una Alemania contemporánea en la que el líder nacionalsocialista resurge con la fuerza de las parodias. Acudirán también Manuel Vilas, Belén Gopegui, Fernando Iwasaki y Antonio Muñoz Molina, entre otros.

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