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Cultura

Ortega y Gasset, un megalómano y mesiánico confeso

Un detalle de la portada del libro publicado por Taurus y la Fundación Juan March.

Ortega y Gasset libró en su vida dos batallas: la que sostuvo contra todos y la que mantuvo contra sí mismo. En las dos perdió. Un viacrucis que le convirtió en el pensador y ensayista más moderno de la España del siglo XX. Esta es la tesis que sostiene el académico y ensayista Jordi Gracia en José Ortega y Gasset, el quinto título de una colección la colección españoles eminentes impulsada por la Fundación Juan March y publicada por Taurus, y en la que Gracia recorre las luces y sombras de una de las figuras intelectuales de referencia de la generación del 14.

El Ortega de esta biografía es, según Gracia, un “héroe intelectual valiente, frágil, irritable, transgresor, ateo militante y ruidosamente jovial”. Porque si de algo se sirve el catedrático para retratar a Ortega es justamente de sus dobleces y avatares, sus defectos y desaciertos: sus petulancias y sus desfallecimientos, sus coqueterías sentimentales y su autoestima desatada. “Ortega solo será Ortega visto desde dentro y desde fuera”.

Jordi Gracia pretende equilibrar a la persona y al personaje, con la intención de desactivar algunas leyendas, o al menos aclararlas, entre ellas la relación de Ortega con el franquismo o su supuesta complicidad con los fascismos. "En la Guerra Civil, Ortega decide que el bando que mejor protege sus intereses es el franquista. No fue tanto una elección como una resignada opción. Pero luego no tiene ninguna simpatía ni por Franco ni por el régimen", explica el autor, quien trabajó durante cinco años en esta biografía de 600 páginas.

"En la Guerra Civil, Ortega decide que el bando que mejor protege sus intereses es el franquista"

Tras su exilio, en la reapertura del Ateneo de Madrid en 1946, Ortega –insiste Gracia- realmente cree que se puede cambiar el sistema. Sin embargo, los reproches que se le hacen por su silencio durante la Guerra Civil y la decepción personal lo hacen ausentarse de la vida pública española y volcarse en la actividad internacional. Fue en esa época cuando ocurrió su encuentro con el filósofo alemán Martin Heidegger.

Megalómano y mesiánico confeso, Ortega no encajaba nada bien las críticas. Era engreído, soberbio, suspicaz y dueño de un complejo de superioridad del que le acusa Ramón Pérez de Ayala en una dura carta que Jordi Gracia cita en el libro y en la que el escritor y periodista asturiano le reprocha a Ortega ser incapaz de acepta las críticas de nadie. "Usted cree que es la verdad", le espeta.

Megalómano y mesiánico confeso, Ortega no encajaba nada bien las críticas

Convencido del tamaño de su talento, Ortega y Gasset se propuso acometer una empresa tan voluntariosa como desmedida y de la que sin embargo sale airoso: la creación de un pensamiento moderno que comenzó a cristalizarse en Meditaciones del Quijote y que echó raíces en la racionalidad crítica, la ética de la convicción y la libertad de la disidencia, además de la imaginación como condición del pensamiento.

La intención de Gracia es clara: sacar a Ortega del pedestal, mostrarlo en su faceta más personal y humana, sacudir la caspa con la que se ha fosilizado y falseado el pensamiento de un hombre extravagante, sí, pero también lúcido, que se propuso desterrar la superstición del pensamiento español y sentar las bases de un sistema racional moderno. Entendiendo su vida como una batalla perdida, Jordi Gracia aporta una lectura en clave compensatoria, incluso inversa: fue justamente en la acritud donde Ortega fraguó la solidez de su pensamiento.

Ortega y Gasset

"Su historia empieza tarde, pero su leyenda es tempranísima e imperativa. Ortega estuvo precozmente dotado del sentido de su propia eminencia como también muy precozmente fue distinguido por parte de su entorno inmediato con esa misma atribución. Existe incluso antes de que el ciudadano común sepa nada de un hombre insultantemente inteligente, prematuramente calvo, imperialmente seguro de sí mismo y risueño, bromista, jovial, fanfarrón y seductor. Cuando saben de él los lectores normales de periódicos, las gentes ajenas al mundo universitario o intelectual, Ortega tiene ya 30 años; publica su primer libro y ofrece la primera conferencia de resonancia nacional en 1914. Desde ese momento, Ortega equivale ya a un Ortega pleno, cuajado como persona y como personaje. Decir Ortega es desde entonces nombrar al pensador más moderno, europeo y perdurable del siglo XX en España, el adversario más correoso del tradicionalismo conservador y la moral católica y, por supuesto, tras la guerra, del franquismo social como remota cuna tóxica de nuestro presente".

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