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Cultura

El parado portugués que se convirtió en una celebridad literaria

El ingeniero Joao Ricardo Pedro tenía 39 años cuando se quedó en el paro. No había escrito jamás una línea, ni siquiera un poema. Y sin embargo, al día siguiente de verse en la calle, como quien decide empezar un régimen, se propuso escribir una novela. El ERE le quitó las excusas, porque el coraje y el tiempo que dice haberle faltado a los 25 para sentarse a escribir, le llegó de golpe. En el tiempo libre que le quedaba entre hacer la compra y llevar a los niños al colegio, escribió Tu rostro será el último (Planeta), libro con el que ganó el Premio Leya, el de mayor dotación en Portugal, con 100.000 euros. Ahora Joao Ricardo Pedro es una celebridad: sus lectores se conmueven, la crítica le adora y hasta le compara con Saramago y García Márquez.

Su historia, de tan dulce, empalaga. ¿Fábula literaria -con moraleja incluida-? Puede ser. En un país como Portugal, asediado por la troika, con un 15% de desempleo y un panorama social que empuja a miles de jóvenes a emigrar a Angola, Brasil o Francia, Joao Ricardo se convirtió en una historia de superación a expensas de la literatura. “No pretendo ser un ejemplo para nadie, sólo quiero escribir” dice este hombre, que pasó de una vida intelectual asilvestrada a ser el sucesor de Saramago –Joao Ricardo ni siquiera era, lo que podría llamarse, un lector al uso, porque empezó a leer "bastante tarde, a los 17, y por casualidad”-.

Le pasó como Duarte, uno de los personajes de su novela: no fue él el que comenzó a tocar el piano, fueron sus manos. La literatura tocó a su puerta y él se dejó llevar. Así escribió Tu rostro será el último: una novela que narra, a través de tres generaciones de una familia, el siglo XX portugués y la revolución de los Claveles de 1974. “Es una feliz coincidencia”, dice Joao Ricardo, como si en lugar de un libro hablara de un milagro exprés. “El hecho de que yo sea un desempleado no ha  influido directamente en la historia narrada en el libro. Decidí escribirla porque eran mis memorias, mis recuerdos, transformados en ficción”, remata, en plan colorín colorado.

Dice ser lector de Kafka, Conrad, Proust o Lobo Antunes. Lecturas que debieron de haberle resultado providenciales al momento de sentarse, todos los días, a preparar la pluma. Comenzó escribiendo sobre sus quehaceres diarios: la compra, la colada, los paseos matutinos y de ahí pegó el gran salto: “Durante seis meses he estado buscando el libro que quería escribir. Era una especie de calentamiento, como los jugadores de fútbol antes de un partido. Y de pronto, como un milagro, todos los personajes me vinieron a la cabeza y empecé a escribir Tu rostro será el último”.

Su esposa le apoyó en su empresa y hasta le metió presión para que terminara a tiempo para enviar el manuscrito al Leya. A ella se refirió, en su discurso de premiación, cuando ante el primer ministro, el conservador Pedro Passos Coelho, defensor de los recortes y la contención del gasto, dijo: “Mi mujer, Isabel, aunque es economista, no se puso a mirar los intereses ni la prima de riesgo y, contraviniendo las leyes de la austeridad, me dio toda la libertad, el tiempo y la confianza necesarios para poder terminar el libro”. Toma ya incluido, Joao Pedro pidió para su país lo que a él le había sido concedido: tiempo y confianza.

Al preguntarle si su libro puede llegar a aportar una mirada histórica que proporcione claves para comprender la Portugal actual,  aquejada por los hombres de negro y el paro, Joao Ricardo se muestra sin embargo, tan poco pretencioso como poco creativo. “Mi libro no puede hacer mucho en este tiempo de crisis. Lo que espero es que tenga la capacidad de emocionar a los lectores”. Y a juzgar por la reacción, así ha sido.

Sus respuestas son directas, sencillas. Sólo después de algo más de insistencia, Joao es capaz de aportar alguna explicación aun poco más elaborada sobre su repentina vocación: “Portugal es mi país. No hay nada que hacer al respecto. Es el país donde crecí, donde tengo mis amigos y mi familia y donde quiero seguir viviendo. Hay muchas cosas que me gustan y hay muchas cosas que no me gustan. Tengo una relación difícil con Portugal. Y esa es una razón por la que siento la necesidad de escribir”.

De momento, arropado por quienes se conmueven a causa de su afortunada historia -y damos por sentado que con el libro que ha escrito- Ricardo Joao Pedro se ha volcado en la escritura de su segunda novela. No sabemos si con ella ganará el Médicis, lo que sí es cierto es que sus esfuerzos literarios lo mantendrán alejado de la ingeniería de la que, ahora, se ha olvidado para siempre.

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