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Cultura

Selva Almada: “Estoy de acuerdo con Fabián Casas, todo lo que se pudre forma una familia”

Selva Almada, la escritora argentina autora de 'Los ladrilleros'

Hubo una época en la que Pajarito Tamai y Marciano Miranda fueron los mejores amigos. Ahora yacen, tendidos y ensangrentados, en un terreno baldío ocupado por una gran noria que sigue dando vueltas mientras ellos agonizan. Los dos se han procurado la muerte, a navajazos, en un pueblo donde el calor embrutece y el alcohol corre por las venas de hombres que habrán de matarse el uno a otro. ¿Por qué han llegado ahí Pajarito y Marciano? ¿Acaso su muerte es la herencia del odio que separaba a sus familias?

Este es, a grandes y toscos brochazos, el argumento de la segunda novela de Selva Almada, Los ladrilleros (Lumen), una tragedia rural, una historia de amor masculina, un escenario de tierra seca y bruta en el que los Capuleto y los Montesco –en verdad los Tamai y los Miranda- son seres toscos, que fabrican ladrillos para ganarse el pan a la vez que libran una guerra de pasto quemado y galgos ahorcados –porque “muerto el perro se acaba la rabia”, no olvidéis ese detalle-.

Metida en el barro familiar, Selva Almada explota el amor travestido en agravio y el abrazo en abrasión.

Selva Almada, quien ha venido a España para participar en el Festival Eñe –este sábado, a las 17.30 interviene en una mesa sobre relato en el Círculo de Bellas Artes-, ya había despuntado en Argentina con El viento que arrasa, una primera novela que consiguió el elogio de críticos, lectores y periodistas. Muy metida en el barro familiar, Selva Almada explota el amor travestido en agravio y el abrazo en abrasión. Sobre ése y otros temas conversa la novelista argentina con Vozpópuli.

-Ha publicado un poemario y un libro de relatos. Pero a partir de sus novelas, apenas dos, hay una percepción unánime: la comparan con Faulkner y Caldwell, el puro sur de Estados Unidos.

-Lo entiendo, en parte por el lugar donde ocurren. Son historias rurales, que transcurren en el interior de Argentina, en pueblos muy pequeños.

-Usted nació justamente en uno. 

-Sí, en un pueblo de la provincia de Entre Ríos. Mis cuentos transcurren todos allí. En las novelas El viento que arrastra y Ladrilleros la trama ocurre un poco más al norte, donde el clima es más seco, más hostil, más árido

-En usted, el paisaje es el personaje más pesado, el que más influye sobre el resto.

-En las novelas aparece el paisaje, como decís, como un personaje más, y acompaña esos estados por el que atraviesan los personajes, que son desencajados, violentos.

"Me gusta contar historias donde la familia se rompe y se fractura, porque ese es su estado natural"

-Hay otra violencia latente en sus historias: la que domina las relaciones entre padres e hijos. ¿Por qué?

-Es algo de lo que fui dando cuenta, porque me lo decían. No era premeditado ni que quisiera hacer la relación padres e hijos el objeto de mi literatura. Desconfío bastante de la familia como institución. Me gusta contar historias donde la familia se rompe y se fractura, porque ese es su estado natural. Estoy en contra de esa idea (que existe al menos en Argentina) donde lo primero es la familia y ésta se considera el núcleo de la sociedad, que algo de eso hay, pero esa idealización de la familia es absurda. Los peores horrores ocurren en las familias: los abusos, la mentira, el ocultamiento. Hay un escritor argentino, se llama Fabián Casas, y tiene una frase que dice, todo lo que se pudre forma una familia, y yo estoy de acuerdo.

-Esta es una novela masculina, de hecho, sin embargo las mujeres se imponen, sostienen ese mundo expansivo, violento, exagerado.

-Las mujeres de estos lugares son paradójicas. Al tiempo que provienen de lugares de un machismo espantoso, son ellas las que sostienen el hogar, las que crían a los hijos. Los hombres beben, se van a jugar, se van de putas, muy machos supuestamente, y en verdad la que lleva los pantalones en la casa es la mujer, sin que por ello se consideren ellas feministas.

"La que lleva los pantalones en la casa es la mujer, sin que por ello se consideren ellas feministas"

-De hecho, cuando una de las esposas (Estela, la esposa de Miranda) comienza a coser y consigue más dinero, para no ofender la masculinidad de su marido, le deja dinero en los bolsillos… ¡para los gastos, para apostar!

-Es eso, justamente, lo que me llama la atención. Estas mujeres que son tan fuertes y se valen por sí mismas, reproducen este pensamiento machista. Para que el marido no pierda la dignidad y no se sienta ofendido en su hombría, ella le deja la plata en los bolsillos. Probablemente estas mujeres crían hijos machistas

-La crítica asegura que usted no hace narrativa urbana, sino rural y que, a diferencia de la primera, la suya no era costumbrista. ¿Por qué toma la decisión de asumir ese registro? ¿Fue siempre así?

-Vivo en Buenos Aires desde hace 15 años, pero cuando vivía en Entre Ríos escribía historias urbanas. Me parecía que ambientar las cosas en la provincia, producía una literatura que no podía trascender. Ya en Buenos Aires, me di cuenta que las historias más ricas que yo podía contar provenían de una geografía que conocía muy bien y cuyos personajes eran muy cercanos para mí. Comencé haciéndolo inconscientemente y a partir de ahí me di cuenta del material que tenía: era muy rico. Incluso, tengo capacidad para desarrollar el tono. No soy muy observadora como escritora pero sí tengo capacidad para captar los colores de las voces de los personajes.

-Hay, sin duda, una historia de amor masculina, que ocurre en un lugar de hombres rudos.

-Sí, hay una historia de amor... pero no entre quienes podríamos pensar.Y en estos lugares sí se da, acaso muy reprimida o muy escondida.

"Sí, hay una historia de amor... pero no entre quienes podríamos pensar"

-Es cierto que esa rudeza supone una manera de relacionarse.

-De hecho, algunos personajes toman conciencia el cuerpo del uno y del otro a través de las peleas. Hay una sensualidad masculina muy fuerte. Cuando la escribí pensaba mucho en Bella tarea, de Claire Denis, que hay esa cosa de la belleza y la sensualidad masculina.

-Esta pregunta es tópica, incluso cansina pero, me gustaría saber qué opina. Todo el mundo habla de que Argentina vive un gran momento editorial, pero… ¿cuándo no ha sido así?

-De diez años a esta parte lo que ha ocurrido es que han aparecido editoriales independientes, desde pequeñas hasta medianas como Mar Dulce o Eterna Cadencia, que son casas pequeñas pero con un catálogo prestigioso y editores que vienen de sellos más grandes. Todo eso contribuyó a renovar esa idea que la literatura Argentina es sólo Borges o Cortázar. Hasta los noventa, o publicabas en Sudamericana que ya la había comprado Planeta, o en Mondadori y no había nada más en el medio. Era muy difícil llegar con una primera novela. Con la aparición de todas estas editoriales que son las que descubren autores que captan luego más grandes. Actualmente, se edita tanto…

-¿Pero se lee?

-No tanto como se edita, incluso lo que somos lectores no podemos leer todo cuanto sale y, todo sea dicho, al editarse tanto, no todo es de calidad.

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